Muchas familias serán liberadas por falta de instalaciones de acogida
27 de junio de 2018 – Nueva York – Agencias.
Urgido a sofocar el escándalo de los niños separados de sus padres, el presidente Donald Trump recupera en parte la política de «Catch and release» («Atrapar y soltar») vigente con sus antecesor en la Casa Blanca, Barack Obama. Que consiste en liberar a los inmigrantes indocumentados acompañados de menores una vez hayan sido fichados y arranque la tramitación de su solicitud de asilo. Empero los inmigrantes sin niños continuarán recibiendo el tratamiento aplicado desde el pasado mayo: aguardarán a la resolución judicial de sus casos, que puede demorarse más de un año, desde una celda.
La otra gran diferencia respecto a las directrices marcadas por los anteriores presidentes tiene que ver con la equiparación en el trato a los indocumentados que hayan delinquido y a los que no. Para añadir más caos, los jueces podrían dictaminar que la política de tolerancia cero no admite excepciones y que no hay forma de mantener unidas a las familias: o la Administración recupera plenamente la política de Obama o acepta que los niños sean separados en tanto sus padres permanezcan detenidos. Como existe un límite de 20 días hasta que los menores son puestos en manos de las agencias estatales encargadas de buscarles asilo y/o familias de acogida, lo normal es que acaben «institucionalizados».
Nuevas amenazas
Por supuesto, el presidente no abandona su tono incendiario. Ayer mismo, en un tuit donde hablaba de la congresista Maxine Waters, sostenía que los demócratas quieren una política de «puertas abiertas y crimen ilimitado». Una retórica bárbara, sin duda, que funciona estupendamente como rotor de un debate crecientemente radicalizado. Nada nuevo en cuanto al tono, claro, teniendo en cuenta que ayer mismo Trump amenazó a Harley Dadvison con los peores impuestos que «jamás haya visto», y quién sabe si también con la quiebra, después de que el fabricante haya confirmado que trasladará una de sus plantas fuera del país.
En el caso de las políticas migratorias, se trata de un cambio de paradigma. Como recuerda el columnista Ronald Brownstein en CNN, el movimiento trumptiano, contaminado del viejo nativismo, con eslóganes que no se escuchaban desde principios del siglo XX, aspira a influir más allá del destino de los indocumentados. La Casa Blanca, y una porción creciente del Partido Republicano, aspiran a restringir severamente todo tipo de inmigración, legal o ilegal, a Estados Unidos. La situación de los «dreamers», o la resolución de los expedientes de ciudadanía de personas que solicitaron los papeles hace décadas, y la célebre lotería de inmigración y las reunificaciones familiares podrían verse severamente dañadas.
Durante los primeros 15 meses de la Administración Trump, la policía de fronteras ha capturado y liberado a no menos de 100.000 personas. Como quiera que con el cambio de normativa se acumulan los detenidos, la Casa Blanca ha cursado una petición al Pentágono para construir dos campamentos de retenidos en dos bases militares. Se espera que puedan albergar a no menos de 7.000 personas. Estarán listos en un plazo no superior a siete u ocho semanas. Entre los inmigrantes que esperan recoger se encuentran los niños que cruzan a EE UU sin compañía de un adulto a su cargo. Un número significativo, aunque lejos de la avalancha de menores no acompañados que este país sufrió en el año 2014.
Mientras, continúan saliendo a la luz los casos de inmigrantes a los que arrebataron a sus hijos menores y de los que no saben nada desde hace semanas. Historias de terror, con madres suplicando a los policías que no les separan de sus hijos, niños de menos de cinco años, algunos bebés, y de abogados y ONG que trabajan por reagruparlos contra la maquinaria burocrática.
Ajeno a todo, o peor, convencido de que sus políticas acabarán por traducirse en una amplia victoria electoral en las legislativas del próximo otoño, el presidente Trump dejaba para la posteridad su ataque vía Twitter contra el restaurante que expulsó a la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckebee Sanders, en protesta por la situación de los niños: «El restaurante Red Hen», escribió, «debería centrarse más en limpiar sus sucias marquesinas, puertas y ventanas (necesita una mano de pintura), en vez de negarse a servir a una persona estupenda como Sarah Huckabee Sanders. Siempre he seguido una regla, ¡si un restaurante está sucio por fuera, está sucio por dentro!».
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