La Asamblea Nacional de Cuba designa a un burócrata del Partido Comunista ajeno a las Fuerzas Armadas como sucesor de Raúl. El nuevo mandatario, de 57 años, ha ratificado que apostará por «la continuidad».
19 de abril de 2018 – Lima – Agencias.
En La Habana comenzó ayer la histórica sesión parlamentaria donde se ha anunciado hoy la elección de Miguel Díaz-Canel, de 57 años, como presidente del Consejo de Estado en sustitución de Raúl Castro, que ha gobernado el país desde 2008. Para muchos, es una transición histórica porque por primera vez desde la Revolución de 1959 se otorga el control del país a alguien sin el apellido Castro, si bien Raúl seguirá siendo el secretario general del Partido Comunista (PCC), el cargo más importante según la Constitución cubana. De esta manera se cree que seguirá gobernando en las sombras del barrio del Vedado, donde reside.
Díaz-Canel fue propuesto ayer ante la Asamblea Nacional del Poder Popular para ocupar la Presidencia durante la apertura de la IX Legislatura de Cuba y la instalación del Parlamento unicameral, que salió de los comicios generales del 11 de marzo. El acto comenzó con la lectura de los nombres, uno por uno, de los 605 diputados electos en todo el país. Posteriormente, se inició el proceso para la elección del Consejo de Estado –el máximo órgano de gobierno en Cuba–, para lo cual la Comisión de Candidaturas Nacional presentó las proposiciones para presidente del país, primer vicepresidente, los vicepresidentes (5), el secretario y demás miembros (23). El siguiente paso de la sesión fue nombrar a los integrantes de la dirección del Parlamento: presidente, vicepresidente y secretario. La votación para esos cargos se realizó ayer, pero los resultados no se han conocido hasta hoy al mediodía, hora cubana. En cualquier caso, y aunque el régimen presume desde los tiempos de Fidel de organizar las elecciones más democráticas del planeta, la realidad es que todo el proceso se trata de una farsa de principio a fin, donde no hay votación directa –al presidente– y en la que los cargos intermedios se escogen a mano alzada, quedando marcado todo aquel que vota.
La elección de Díaz-Canel se ha confirmado hoy, y éste asumirá el cargo de jefe de Estado y de Gobierno, pero Castro retendrá hasta 2021 el liderazgo del Partido Comunista, por lo que hasta ese año no se completará el traspaso de poder en la isla. Díaz-Canel había sido señalado ampliamente como el potencial sucesor de Castro. De él solo se sabe que es un ingeniero muy vinculado al PCC pero no a las todopoderosas Fuerzas Armadas. Sobre sus intenciones, ha apostado públicamente por «la continuidad».
El virtual presidente representa sin embargo el relevo generacional que Castro prometió en 2013, cuando anunció que limitaría los mandatos a dos periodos de cinco años y se lo aplicó a él mismo avanzando que en 2018, una vez agotado su último lustro, cedería el testigo. En cuanto al resto del Consejo de Estado, se aprecia también cierta renovación porque tres de los nominados para las cinco vicepresidencias ordinarias (Roberto Tomás Morales, Inés María Chapman y Beatriz Jhonson) están en torno a los 50 años. No obstante, el núcleo duro del órgano ejecutivo incluiría en su segundo puesto más importante, el que dejaría vacante Díaz-Canel, a Salvador Valdés, miembro del Buró Político del PCC que tiene 72 años; y a Ramiro Valdés, comandante de 85 que participó en el asalto al Cuartel Moncada, y a Gladys María Bejerano, de 71, en las otras dos vicepresidencias.
La Asamblea Nacional ha apostado igualmente por una renovación parcial. Entre los 605 diputados hay «integrantes de la generación histórica de la Revolución», militares y funcionarios, así como «representantes de otras esferas de la vida socioeconómica del país».
Como número dos desde 2013, Díaz-Canel se hizo visible para los cubanos y para el exterior: en la isla se hizo constante su aparición en los medios estatales y en los últimos cinco años ha cursado numerosas visitas y giras internacionales. En sus intervenciones públicas, Díaz-Canel ha exhibido un discurso fiel a la ortodoxia revolucionaria, con continuas referencias de lealtad a Fidel y Raúl Castro y a la generación histórica que luchó en Sierra Maestra.
Un aspecto que le distingue de sus predecesores es cierta sensibilidad por impulsar las nuevas tecnologías en Cuba, uno de los países del mundo con menor acceso a internet, pero con la vista puesta en contrarrestar la «subversiva» para sustituirla por los «contenidos de la Revolución». Los retos que afronta Díaz-Canel son tantos como las incógnitas que suscita. Descartada una transición política, el candidato está llamado a culminar las reformas que Raúl Castro deja pendientes como la unificación monetaria, la ampliación del trabajo privado, la inversión extranjera o la mejora de los precarios salarios en el sector estatal.
Otro interrogante es cómo gestionará las maltrechas relaciones con Estados Unidos tras el frenazo al deshielo impuesto por Trump. Y uno de los enigmas más interesantes es cómo consolidará su propio liderazgo, tanto de cara a la población como en los complejos equilibrios del poder entre el PC, las Fuerzas Armadas, el Gobierno y los sectores reformistas y ortodoxos.
Díaz-Canel es un dirigente discreto con su vida familiar, aunque se sabe que tiene dos hijos de su primer matrimonio y que está casado en segundas nupcias con Liz Cuesta, una académica experta en cultura.
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