6 de noviembre de 2017 – Agencias.
Ataviado con una chaqueta de cuero de piloto de combate, el presidente Donald Trump aseguró ayer frente a las tropas norteamericanas de la base aérea de Yokota, en Japón, que «nadie, ningún dictador, régimen o nación debe nunca subestimar la determinación americana». Las palabras del presidente, acogidas con entusiasmo por los soldados, eran una crítica abierta al programa nuclear de Corea del Norte, el asunto que encabeza la agenda de la gira por Asia que ayer comenzó y que le llevará a cinco países clave en la región.
Antes de desembarcar en su primera parada, Japón, el líder norteamericano declaró a los periodistas que viajaban con él en el avión presidencial –el Air Force One– que el conflicto con Pyongyang «es un gran problema para nuestro país y para el mundo y queremos resolverlo». En una alusión directa a las anteriores administraciones estadounidenses, Trump insistió en que los últimos 25 años habían sido una debilidad total y había llegado el momento de abogar por un enfoque diferente que apueste por continuar con las sanciones y proponga incluir al régimen de Kim Jong Un en la lista de países patrocinadores del terrorismo. La visita de Trump llega en un momento en el que la escalada de tensión en la región ha alcanzado cotas alarmantes.Después de que Pyongyang realizara el 3 de septiembre su sexto y más potente ensayo nuclear y disparara dos misiles que sobrevolaron territorio nipón, el enfrentamiento dialéctico en el que ambos líderes se han enfrascado –con el intercambio de calificativos como «viejo chocho» o «el hombre cohete»– sólo ha contribuido a empeorar la situación. La semana pasada, las maniobras de los bombarderos estadounidenses y la presencia de tres portaaviones norteamericanos en la región enfurecieron a Kim Jong Un, que vio en aquellos ejercicios el ensayo de «un bombardeo nuclear sorpresa». Con la amenaza norcoreana sobrevolando el archipiélago japonés, EE UU buscó ayer reforzar su relación con Japón, al que definió como un «valioso socio y un aliado crucial». «Durante casi 60 años, la alianza militar se ha comportado como una piedra angular de la soberanía, la seguridad y la prosperidad para nuestras naciones, esta región y de hecho, el mundo entero», afirmó Trump convencido de que ambos países siguen por el buen camino de apostar por una política de máxima presión a Pyongyang. Tal es su determinación que el primer ministro, Shinzo Abe, hizo del asunto norcoreano su principal baza en las recientes elecciones para obtener los votos de unos ciudadanos que se han visto obligados a buscar refugio tras escuchar recientemente en dos ocasiones las sirenas antiaéreas que alertaban del lanzamiento de un misil.
Esa situación y la retórica del miedo empleada por Trump le sirvieron a Abe para hacerse con una mayoría absoluta que le pueda servir para cambiar la Constitución pacifista del país y hacer frente al régimen de Pyongyang por la vía militar si así fuera necesario. No obstante, la sintonía entre ambos líderes va más allá de lo político y ayer, tras despedirse de sus tropas, Trump se reunió con Abe para jugar al golf, afición compartida por ambos. Tras comer unas hamburguesas y lucir una gorra blanca firmada en la que se podía leer «Donald y Shinzo hacen la alianza aún más grande», ambos líderes compartieron hoyos con Hideki Matsuyama, el cuarto mejor golfista del mundo.
Pese al protagonismo de Kim en el discurso de Trump, el presidente también aprovechó para pedir la construcción de una región «libre y abierta del Indo-Pacífico» en la que haya «nuevas oportunidades para la cooperación y el comercio con amigos y aliados». Este concepto, que cambia el nombre de la zona (anteriormente llamada Asia-Pacífico), implica un nuevo enfoque hacia Asia en el que EE UU persigue fortalecer los lazos con otras tres democracias de la región –Japón, Australia e India– con el fin de contener una China en ascenso, algo que Pekín puede ver como un desafío.
Con esa meta en mente, Trump visitará el martes Corea del Sur, donde un moderado presidente Moon Jae In le espera. La siguiente parada será China, con un Xi Jinping elevado a la altura de Mao tras el último congreso del Partido Comunista Chino. Y las últimas estaciones, Vietnam y Filipinas, donde asistirá a las cumbres de los países de Asia-Pacífico y del Sudeste Asiático (ASEAN) respectivamente. El 13 de noviembre pondrá fin al periplo asiático más largo de un mandatario norteamericano desde el de George Bush padre en 1992. Sus principales objetivos: mover ficha en la cuestión norcoreana y desvelar un plan económico para la región.
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