24 de julio de 2017 – México – Agencias.
En México en vez de jugar al fútbol se hacen malabares. No es porque los jugadores busquen desesperados arrastrar por los suelos su reputación vestidos de verde, es, simplemente, la consecuencia de un proyecto acéfalo en el que la principal meta es sacar ganancias en las taquillas. Una derrota contra Jamaica, un combinado ubicado en el lugar 76 en el ránking de la FIFA, les ha privado de jugar la final de la Copa Oro frente a Estados Unidos.
No solo se trata del plan Juan Carlos Osorio, ese que empezó a finales de 2015, sino uno de 10, 20 e incluso 30 años que se ha visto limitado por extrañas decisiones de los dirigentes. Desde hace años los clubes empezaron a invertir plata en sus equipos inferiores para captar talentos; sin embargo, las resoluciones de los directivos y dueños en la liga han entorpecido su crecimiento al preferir la capacidad de jugadores foráneos.
Ejemplo: la Copa América Centenario. México recibió la peor paliza en su historia frente a Chile, 0-7. ¿Qué hicieron algunos equipos? ¿Hubo un cambio en la estructura? ¿Mayor apoyo? No. Prefirieron fichar a los chilenos y convertirlos en titulares: Edson Puch, Francisco Silva, Enzo Roco, Eduardo Vargas, Nicolás Castillo… Hay una preferencia hacia los futbolistas con mayor experiencia, aunque en recientes temporadas han seducido a jóvenes de otros países como el argentino Guido Rodríguez (23 años o Andy Polo (22) de Perú.
Para el torneo local, el Apertura 2017 hay 178 jugadores extranjeros. De ellos 65 argentinos, 26 colombianos y 20 chilenos. Las reglas permiten que cada partido jueguen hasta nueve no nacidos en México. Este entorno ha trastocado a los chicos mexicanos que compiten, anhelan y ruegan por un lugar en primera división. Los mexicanos deben competir entre sí, luego con los fichajes extranjeros y luego con los veteranos, en ese trajín pasan años esenciales para pegar el tirón.
Los dueños de los equipos siguen pensando que la liga mexicana es igual que la española o la inglesa donde se deben contratar a los efervescentes talentos de Sudamérica para dar un espectáculo de primer mundo. Y no es así. No se han ubicado en el mundo fútbol. Sus aspiraciones deberían acercarse más a las de producir a los nuevos Hugo Sánchez y Rafa Márquez. Hace unos meses rechazaron jugar la Copa Libertadores. Su razón fue la saturación de juegos, pero en los medios locales ha trascendido la posibilidad de que se haga un torneo junto con Estados Unidos. Esto se traduce a grandes ingresos en la venta de boletos y una reducción del nivel frente al sudamericano.
En la juventud está la clave. En 2005 unos adolescentes de 17 años ganaron una Copa del Mundo frente al temible Brasil. Seis años después lo volvería a conseguir una camada de la misma edad. En 2011 una sub-20 alcanzó el tercer lugar en el mundial de su categoría. En 2012 tocaron el olimpo al ganar la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos en el césped de Wembley. Un puñado de ellos ha logrado destacar. Ahora tras los mundiales juveniles los futbolistas quedan relegados.
Sin nuevos talentos producidos en la liga, la selección absoluta la pasa mal a la hora de hacer convocatorias. “En el fútbol mexicano hay pocos nueves”, mencionó el auxiliar de México, Pompilio Páez tras la derrota contra Jamaica. En la temporada pasada, de los 68 delanteros registrados, solo 21 eran mexicanos y menos de la mitad fueron titulares. Algunos de ellos han tenido que desplazarse a jugar como extremos al no tener la preferencia por sus entrenadores.
El puesto de Juan Carlos Osorio está en suspenso. Su contrato le asegura empleo, mínimo, hasta que termine el Mundial de Rusia. Una irregular Copa Confederaciones, con su mejor plantel, y una pésima Copa Oro, con un cuadro alternativo, han opacado su impoluto rendimiento en las eliminatorias. La decisión más sensata sería mantenerle en el puesto para llevar al equipo al Mundial. Y allí que se tire un volado hacia la suerte.
¿Y por qué no seguir el ejemplo de Australia? En 2006, la federación australiana pidió su cambio de confederación para dejar de jugar en el fútbol rudimentario de Oceanía y tener un mayor competencia en Asia. A México le caería bien dejar la zona de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe. Dejar los partidos contra Curazao para probar su nivel con el de Sudamérica. Si a los dirigentes mexicanos les preocupa no clasificar al Mundial, la FIFA ya ha aprobado para 2026 el campeonato del mundo con 48 equipos. Para eso se necesitan voltear a ver a los futuros novatos.