El aumento de la productividad gracias a la robótica puede traducirse en beneficios y mejores condiciones para los trabajadores
22 de septiembre de 2017 – Agencias.
La robótica y la inteligencia artificial avanzan y, con ellas, el miedo a un futuro en el que las máquinas dominen todos los sectores de la vida humana, empezando por el mercado de trabajo. Las estimaciones más positivas, como la realizada por el McKinsey Global Institute, mencionan 1,1 millones de empleos en todo el mundo amenazados por la tecnología. Otras, como la del Foro Económico Mundial, cifran en más de cinco millones los puestos en riesgo de robotización en los 15 países más industrializados del mundo. Hay, sin embargo, un lado bueno en la llamada cuarta revolución industrial: la recompensa generada por el aumento de productividad gracias a la tecnología puede ser utilizada para mejorar la calidad de vida y ofrecer beneficios a los trabajadores. Esa es la conclusión del último informe presentado por el Trades Union Congress (TUC), la central sindical británica, que indica que las ganancias financieras deben traducirse, por ejemplo, en mayores sueldos y más tiempo de jubilación.
La inteligencia artificial generará un crecimiento del 10% del PIB británico hasta 2030, según la consultora PwC. “Con esos beneficios, debería ser una prioridad permitir que más personas disfruten de una jubilación decente”, comenta en una conversación telefónica Kate Bell, directora de Economía del TUC. Actualmente, el Gobierno británico considera la posibilidad de ahorrar el 0,3% del PIB al elevar a 68 años la edad de jubilación, lo que afectaría a los trabajadores que ahora tienen 40 años. “En una sociedad envejecida, en la que la gente tiene que trabajar por más tiempo, la robótica puede revertir ese escenario. Sería una forma de garantizar que las nuevas tecnologías permitan una parte más justa de las recompensas del trabajo y ayudar a aquellos cuya vida laboral se ha visto afectada por los robots”, afirma la economista.
El informe menciona que el riesgo de no promover la distribución igualitaria de las ganancias de la automatización es volver al escenario de la revolución industrial de 1950, cuando uno de cada tres trabajadores estaba en la industria manufacturera y solo uno de cada 12 trabajaba en servicios profesionales y técnicos. En 2016, las cifras se habían invertido, pero los empleos perdidos en la manufactura no fueron reemplazados por otros similares y, según la publicación, los sueldos en las antiguas zonas industriales están todavía un 10% por debajo del promedio laboral.
Bell considera que los beneficios compartidos también permiten aumentar la inversión en formación en el lugar de trabajo y dar a los trabajadores la oportunidad de negociar directamente con los dueños de las empresas para obtener una parte de las ganancias económicas de la tecnología a través de aumentos salariales. “Eso daría a los trabajadores el derecho de replantearse aspectos de su carrera cuando están en la mediana edad”, analiza la economista.
El informe señala que, aunque las anteriores olas de cambio tecnológico no han llevado a una pérdida general de puestos de trabajo, sí han cambiado el mercado laboral. El historiador económico James Bradford, de la Universidad de Berkeley, recuerda que, hasta 1970, el rápido progreso tecnológico destruyó trabajos que exigían fuerza muscular, pero creó una demanda de trabajadores que supieran operar los nuevos aparatos. “Y la mayor productividad generó aumentos salariales y la gente empezó a invertir más en ocio, lo que consecuentemente creó más oportunidades en ese sector”, añade.
Frances O’Grady, secretaria general del TUC, comparte esa visión: “Algunos de los trabajos actuales no sobrevivirán, pero se crearán nuevos puestos y la gente debe estar capacitada para ocuparlos si su labor se vuelve obsoleta”, defiende Frances O’Grady, secretaria general del TUC. La central sindical defiende la importancia de invertir en el entrenamiento no solo de jóvenes, sino también de los trabajadores en las fábricas para que se adapten a los cambios introducidos por la robótica y la inteligencia artificial. El informe indica que esa adaptación es más fácil cuando los trabajadores tienen voz a la hora de definir el uso de nuevas técnicas de producción.
Un ejemplo es el centro de producción de Airbus en Hamburgo, donde trabajan 12.500 personas y que empezó a implementar en 2015 su plan de industria 4.0, es decir, la fabricación informatizada con todos los procesos interconectados por Internet de las Cosas (IoT). Para ello, miembros de la dirección de la empresa se reunieron con el sindicato de trabajadores, expertos y autoridades alemanas para elaborar juntos la hoja de ruta de la implementación y las partes llegaron a un acuerdo: todos los trabajadores recibirán entrenamiento en robótica e inteligencia artificial y no habrá reducción de puestos hasta 2020. El resultado fue, en palabras de Jan Hinz, vicepresidente del Consejo General de Empresa de Airbus Alemania, “la fusión de tecnología, empleo y productividad”.
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