16 de octubre de 2018 – Agencias.
Celestine Egbunuche es el “preso más viejo” de Nigeria. Al menos así lo llaman quienes promueven una campaña para pedir su liberación.
Ha pasado 18 de sus 100 años en la cárcel y, de estos, los últimos cuatro en el corredor de la muerte. Fue declarado culpable de haber organizado un asesinato.
De baja estatura y un poco encorvado, mira melancólicamente hacia nada en particular sentado sobre un banco lleno de gente en la sala de visitas de la prisión.
Vestido con una camiseta blanca, shorts y sandalias, levanta su cabeza lentamente para hacernos entender que sabe que estamos allí.
Es el único gesto que hace, ya que permanece callado a diferencia del resto de reos de la prisión de máxima seguridad de Enugu, en el sureste de Nigeria, que hablan en voz alta.
Su hijo, Paul Egbunuche, de 41 años, se sienta a su lado con actitud protectora y es él quien cuenta su historia, ya que también está preso por el mismo crimen que su padre.
Los dos están acusados de haber contratado a secuestradores para matar a un hombre por una disputa de tierras en el estado de Imo.
Paul asegura que son inocentes. Fueron detenidos en junio del año 2000 y sentenciados a muerte en 2014.
La BBC no pudo contactar a la familia de la víctima, ni los servicios penitenciarios de Nigeria pudieron encontrarlos.
Paul explica que su padre ya no habla mucho y que no es muy consciente de lo que sucede a su alrededor.
“Cuando le preguntas algo, responde otra cosa. El médico me dijo que es por su edad, que se ha vuelto como un niño”.
Paul explica también que a veces señala a los presos y le pregunta: “Esta gente ¿qué está haciendo aquí?”.
Paul afirma que rara vez se separa de su padre, ya que se ha vuelto su principal cuidador desde que su salud comenzara a deteriorarse en la prisión.
Estos problemas incluyen diabetes y pérdida de la vista.
“Lo único que uso para lidiar con ellos es la comida, plátano verde y los funcionarios le dan algunos medicamentos”.
Foto de cumpleaños
Padre e hijo comparten la celda con otros condenados a muerte, separados del resto de prisioneros.
“Cuando me despierto por la mañana, pongo agua a hervir y lo baño”, explica. “Lo cambio de ropa y le preparo comida. Si abren la celda, lo saco para que le dé el sol”.
“Siempre estoy cerca a él, hablando y jugando con él”.
Paul asegura que otros internos a veces le ayudan a cuidar de su padre y que a muchos de ellos les gustaría verlo libre
Fue el cumpleaños de su padre, el 4 de agosto, que se empezaron a desencadenar una serie de eventos que podrían llevar en su liberación.
Una foto de ambos se viralizó ese mes después de que un periódico local publicara un artículo sobre Celestine cumpliendo 100 años en la cárcel.
Se abrió un debate sobre la pena de muerte y el tiempo que los nigerianos pasan en el corredor de la muerte, donde hay más de 2.000 personas según los últimos datos de los servicios penitenciarios nigerianos.
Muchos esperan su ejecución durante años, ya que la pena capital no suele llevarse a cabo en ese país: entre 2007 y 2017 solo hubo siete ejecuciones, la última fue en 2016, según Amnistía Internacional.
Pobreza y castigo
Sin embargo, los jueces continúan aplicándola para delitos como la traición, secuestro y robo a mano armada.
“Tienes a gente que ha pasado 30 años en el corredor de la muerte, es algo común”, dice Pamela Okoroigwe, abogada del Proyecto de Defensa y Asistencia Legal (Ledap, en inglés).
Okoroigwe cuenta que los gobernantes son reticentes a firmar órdenes de ejecución. “Y no están dispuestos a otorgar indultos, por eso es que tenemos altas cifras de presos en el corredor de la muerte”, agrega.
Afirma además que es un “castigo para los pobres” y que cada vez más nigerianos pide su abolición.
“¿Alguna vez has visto un rico en el corredor de la muerte?”, pregunta.
“¿Cuánta gente puede pagarse un abogado para que los represente en el juicio? Un rico que vaya a juicio puede pagarse al mejor y saldrá libre”.
Franklin Ezeona, presidente de la Sociedad Global para la Anticorrupción (GSAC por sus siglas en inglés) comparte su opinión. Su organización fue la que hizo público el caso de Celestine y que está pidiendo su indulto.
Está a la espera de la respuesta del gobernador, Rochas Okorocha. Ezeona cree que carece de sentido tener a alguien en el corredor de la muerte tantos años ya que “el trauma y la tortura es demasiado”.
El fiscal del estado de Imo, Miletus Nlemedim, ha recomendado que Celestine sea indultado.
Paul se muestra confiado en que esto sucederá y que el indulto lo incluya a él para que pueda cuidar de su padre.
“Sería bueno que fuera liberado. Así moriría en paz en su casa y no en una prisión”, afirma.
“Todo el mundo merece una segunda oportunidad”, concluye Ezeona.
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