El equipo de Pochettino se sobrepone a un 2-0 en contra para alcanzar la final en el último minuto con un triplete de Moura que destroza la magnífica obra del cuadro holandés
8 de mayo de 2019 – Ámsterdam – Agencias.
Último minuto del tiempo de prolongación. Pase largo, frontal, sobre el área del Ajax. Toque de Fernando Llorente, toque de Alli, remate de Moura estirando la pierna, sin apenas ángulo, sin apenas fuerza. Rechace De Ligt y viaje lánguido del balón hacia la red. Onana cae como un peso inerte. Cae De Jong, cae Ziyech, cae Mazraoui. Los jugadores que se veían en la final, que con el 2-0 se sentían en el Wanda después de una epopeya formidable, se derrumban sobre la hierba porque ven cómo el equipo que dominaron durante casi dos partidos sucesivos se repone y los liquida en la jugada más prosaica de la noche. El público enmudece. La música de los coros se extingue. El Tottenham remonta en el último minuto otra eliminatoria que tenía perdida. Por primera vez en su historia el equipo con más solera de Londres jugará una final de Copa de Europa. Le espera el Liverpool el 1 de junio en Madrid.
Tiene que haber una triple frontera inexplorada entre el pronóstico analítico, la clarividencia y la telequinesis. Un territorio hasta ahora reservado al ocultismo en el que Matthjis de Ligt se mueve con la soltura del que tiene poderes. Las pruebas son de dominio público. A sus 19 años el capitán del Ajax operó como si tuviera un sexto sentido. En marzo desmontó a Benzema sin despeinarse, en abril se anticipó a Cristiano adelantándose a las jugadas de riesgo antes de que se produjeran, y en mayo disuadió a los atacantes del Tottenham de intentar nada antes de que se les pasara por la cabeza. Por si acaso, marcó un gol a los cinco minutos de partido. Su cabezazo, a la salida de un córner, moviéndose en el área hacia el punto exacto al que caería la pelota, cogió por sorpresa a Dele Alli y destrozó el plan de remontada de Pochettino.
La prepotencia de De Ligt sintetizó la solvencia del Ajax durante los primeros 150 minutos de semifinal. El equipo holandés no precisó poner la quinta marcha para comenzar imponiéndose en su casa. La ausencia de Neres por problemas físicos forzó a Ten Hag a recuperar el viejo esquema con un punta de referencia. La entrada de Dolberg restó un eslabón a la cadena. El déficit fue notable. El Ajax desequilibra hilando pases. Con cada toque, con cada desmarque, va ganando segundos y centímetros a las jugadas hasta que los rivales no llegan y entonces vienen los remates y las palizas. Esa fluidez, sin Neres, se difuminó. El equipo lo compensó con otros recursos. Herramientas conocidas, como la dirección magistral de Frenkie de Jong para agrupar a sus compañeros y marcar los tiempos, y un registro nuevo, que se traduce en aplomo. Una calma que le ayudó a afirmarse defensivamente cuando cedió el balón y el campo al adversario tras el 2-0 de Ziyech. El tanto, otra creación de la sociedad Tadic-De Beek, desató la euforia en el Johan Cruyff Arena al tiempo que reveló una clamorosa evidencia: el mal encaje de la figura del nueve que no se asocia en equipos que se organzian tocando.
Desanimado por la desventaja, el Tottenham exhibió los problemas que arrastra desde que comenzó la temporada. Ante la ingente tarea de meter tres goles de las profundidades del equipo afloró la naturaleza agotada de la plantilla, dividida entre jugadores acomodados y exhaustos. Que Sissoko se convirtiera en el hombre con más criterio en esos momentos de zozobra refleja el estado de cosas. Limitando su repertorio al ejercicio de pases en profundidad, Dele Alli no abandonó su estatuto aristocrático hasta que pasó por la batidora del descanso. La filípica de Pochettino debió provocarle cierta reacción. El técnico mandó un mensaje de revuelta sustituyendo a Wanyama, el más defensivo de sus mediocentros, por Fernando Llorente.
El fondo sur del estadio recibió a sus jugadores cantando a capela uno de los himnos oficiosos de la casa: Three Little Birds, de Bob Marley.“Don’t worry about a thing / cause every little thing gonna be all right…”. El partido se reanudó con música coral y el Ajax pareció disfrutar de la suave brisa favorable. Un remate de Dele Alli, una volea a pase de Eriksen que despejó Onana, apagó los ecos de algarabía. Pero el equipo local no abandonó su estado de satisfacción hasta que Moura interceptó un pase horizontal en el mediocampo, jugó con Alli, y el volante inglés hizo lo más relevante que se le vio en la eliminatoria: driblar a De Jong. Su entrega, rompiendo definitivamente a la defensa descolocada, fue transformada en gol por el abnegado Moura y el partido se alborotó.
La vía de la agitación se convirtió en autopista con la aparición de Llorente en el área para fijar a De Ligt y Blind. De un balón dividido que ni Onana ni Schöne se decidieron a despejar derivó el gol del empate de Moura. El Ajax transitó de la suficiencia al estupor en diez minutos. Ten Hag no tardó en corregir el efecto distorsionador del nueve para volver al falso nueve: quitó a Dolberg y metió al extremo Sinkraven
Un gol clasificaba al Tottenham. Los minutos pasaban. Ziyech estrelló un tiro en el palo después de cruzar otro que se fue por un palmo. Son estuvo a punto de meter el suyo en el ángulo. El tiempo se agotaba y la hinchada volvía a cantar animada por el reloj. Pero Pochettino gritaba desde la banda: “¡Vamos, vamos!”. Parecía un náufrago en una isla desierta. Lucas Moura estaba a punto de rescatarlo con un hat trick que sabe a renacimiento y a gloria.
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