El ‘San Juan’ zarpó hace diez días de la ciudad de Ushuaia y tenía previsto llegar el domingo al puerto de Mar del Plata, pero su contacto se pierde a las 7.30 horas del 15 de noviembre
23 de noviembre de 2017 – Agencias.
odo empieza a complicarse para la Armada argentina, que cada vez queda más en entredicho. Por primera vez desde que comenzó la búsqueda del submarino, habló oficialmente de la posibilidad de «una explosión» hace una semana dentro del submarino ARA San Juan, que viajaba rumbo a Mar del Plata. Pero, ¿por qué informaron de este hecho ocho días después del supuesto accidente? La razón oficial es que el «evento anómalo» fue captado gracias a la nueva tecnología norteamericana que está rastreando la zona, con la que antes no contaban. Un almirante en servicio que se mueve en los círculos de poder, una especie de «garganta profunda» dentro de la Armada, acepta conversar bajo el anonimato. Nos cita en un bar de Puerto Madero frente al mar cuando cae el sol. Pide un ron solo con hielo, como buen marinero, y comienza a hablar. «La Fuerza Armada ya sabía hace días de la desaparición, y también de la explosión, pero se negó a dar la información a los familiares e incluso al propio Gobierno y al Ministerio de Defensa. Ya sabían que no era una simple avería, que se venía lo peor. Ahora dicen que fueron los estadounidenses los que encontraron esta señal», afirma.
«También es falso que hubiese cinco sonidos interceptados, esa versión se utilizó para ganar tiempo. No te engañes, soy un patriota, hago estas declaraciones porque quiero denunciar la falta de medios con las que contamos. Mandan a estos muchachos al matadero. Las baterías pueden convertirse en bombas si están en mal estado», agrega, mientras se levanta y se aleja sin mirar atrás. En cualquier caso, no hay «cajas negras» en los submarinos y las investigaciones, tendrán que seguir por otro curso. Según el capitán Enrique Balbi, portavoz de la Armada, un informe suministrado por Rafael Grossi, embajador argentino en Austria y experto en energía atómica, ratificó la teoría de la «anomalía hidroacústica» presentada ayer por la Marina de Estados Unidos.
La documentación, que fue registrada gracias a la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (Ctbto), que vigila que no se produzcan ensayos atómicos, fue entregada ayer por la mañana al ministro de Defensa, Óscar Aguad, y al canciller Jorge Faurie. En ella se reveló que existió un «evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear consistente en una explosión» el miércoles 15 de noviembre a las 10:51. De hecho, el último contacto entre el buque y la base naval se había registrado ese mismo día, casi tres horas antes. A partir de este dato, seis unidades de diferentes nacionalidades se dirigieron de inmediato a la zona donde se habría producido la explosión. Sin embargo, hasta el momento no ha habido contacto con el «ARA San Juan». La zona del evento anómalo fue identificada a 430 kilómetros de la costa, con un radio de 125 kilómetros, donde las profundidades varían desde los 200 hasta los 5.000 metros.
Ante las preguntas, Balbi rechazó en dos ocasiones la posibilidad de que la explosión haya sido producida como consecuencia de un ataque militar. Tampoco precisó el estado de los tripulantes. «¿Si hubo una explosión, por qué no hay restos en el agua?», le repreguntaron. Y Balbi contestó: «Una explosión en inmersión, en algo confinado como es un submarino, normalmente se habla académicamente de una implosión. No es una explosión en la que terminan flotando cosas en la superficie», respondió.
La avería en las baterías sobre las que informó el capitán del submarino antes de perder contacto con la base naval continúa siendo una de las grandes incógnitas en torno a lo que sucedió con el «ARA San Juan». Balbi reiteró una vez más que el inconveniente había sido subsanado y que el capitán informó que seguía navegando rumbo a Mar del Plata. «Incluso si hubiera una explosión –o implosión–, podrían estar vivos si supieron cerrar los compartimentos afectados. Depende de la potencia de la explosión», explica Horacio Tettamanti, ingeniero naval. Tettamanti agrega que «las explosiones no sólo pueden deberse al fallo de baterías, también puede ser por el derrame de combustible. Tampoco debemos descartar un ataque, ya que este submarino vigilaba a pesqueros clandestinos de nacionalidad asiática».
La realidad es que desde el primer día de su desaparición, en la comunidad submarinista cunde el desasosiego. La mayoría prefiere evitar decirlo en voz alta, casi como si fuese un exorcismo para eliminar la peor de las sospechas: que un gravísimo incidente hizo que el San Juan terminara en el lecho marino –con suerte, en la plataforma continental y no más allá del talud, en el océano, donde las isóbatas marcan profundidades en las que la presión del agua haría colapsar un buque – y no en superficie, donde la propia tripulación habría dado los pasos necesarios para realizar el rescate. Pese a todo, la Armada aún no da por muerta a la tripulación. «Hasta que no tengamos una evidencia certera de dónde está el submarino, no podemos concluir con una afirmación contundente», dice Balbi.
Por su parte, Lucas Colla, el fiscal que investiga la desaparición del submarino, dijo ayer que la Armada no está, por ahora, bajo su investigación. «No estamos investigando a la Armada, sino tratando de determinar qué pasó», sostuvo Colla. Para el fiscal, el trabajo de la Justicia está concentrado en comprender «por qué una embarcación que debía circular y comunicarse periódicamente no lo hizo más». Colla añadió que «hay que dilucidar qué pasó y por qué».
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