17 de octubre de 2017 – Washington – Agencias.
Las probabilidades de que el gran tratado comercial de Estados Unidos, Canadá y México pase a mejor vida han tomado fuerza al acabar la cuarta ronda de negociación con tres grandes escollos sobre la mesa. Las discusiones se prolongarán más de lo esperado, hasta el primer trimestre de 2018, pese a que estaba previsto que concluyeran en diciembre, debido a lo alejado de las posturas. La Administración de Donald Trump ha puesto ya negro sobre blanco unas condiciones que preocupan los otros dos socios: quiere más contenido estadounidense en los automóviles para poder considerarlo producto local, que el actual mecanismo de resolución de conflicto desaparezca y que, cada cinco años, el acuerdo termine de forma automática salvo que los socios firmen lo contrario.
El negociador jefe de EE UU, Robert Lighthizer, el ministro de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo y la titular de Exteriores canadiense, Chrystia Freeland, se presentaron ante la prensa después de siete días de conversaciones ásperas con cara de poca alegría. Lighthizer se declaró “sorprendido y decepcionado” con lo que calificó de “resistencia al cambio” por parte de los dos países vecinos. “Nafta ha causado un enorme déficit comercial en Estados Unidos y decenas de miles de empleos en el sector manufacturero”, señaló el estadounidense, entonando el mismo discurso del arranque de estas conversaciones.
La renegociación del Tratado de Libre Comercio del América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) comenzó el pasado agosto en Washington, celebró su segunda y tercera ronda en México y Canadá, respectivamente, y estos días ha regresado a la capital estadounidense. Se discuten nuevas reglas de juego para una zona de libre comercio que el año pasado movió 1,2 billones de dólares.
El calendario fijaba diciembre como fecha final del proceso y ahora se ha prolongado hasta el primer trimestre del próximo año, aunque nadie descarta ya que todo tampoco que se acorte, que alguno de los socios se levante de la mesa y los tres vuelvan a regirse por el marco general de la Organización Mundial del Comercio, con el regreso de los aranceles.
Guajardo ha insisitido en expresar optimismo a lo largo del proceso, destacando en las rueda de prensa todo lo que les une a sus vecinos estadounidenses. Este martes se mantuvo en esa línea, recalcando que México afronta las conversaciones como “una negociación de ganancia mutua” frente a una “situación de pérdida mutua”. En esta línea, llamó a seguir trabajando juntos para “conseguir equilibrios”. Los tres volverán a verse en la ciudad de México el 17 de noviembre, para la quinta ronda.
La Administración de Trump llegó el pasado agosto a la mesa al ataque, advirtiendo de que la Nafta había fracasado para muchos estadounidenses y de que la reforma del acuerdo tendría que ser profunda para que Estados Unidos, su socio más poderoso, permaneciera en él. A la defensiva estaban Canadá y sobre todo México. Esta es una negociación que los mexicanos preferían evitar a toda costa, aunque el discurso público sí acepta ahora que un acuerdo comercial de hace 23 años necesita modernizarse con los cambios experimentados en cada país y la digitalización de la economía.
Las tres grandes condiciones que pone EE UU son identificadas como líneas rojas para los mexicanos. La relacionada con la industria automovilística resulta la más perjudicial. Trump quiere elevar el porcentaje de composición norteamericana (es decir, procedente de cualquier de los tres países socios) en los vehículos del 62,5% actual, que es lo que fija ahora el Nafta, hasta el 85%. Además, el 50% los materiales tienen que provenir específicamente en factorías estadounidenses. La cuestión es si de estos requisitos se beneficiarían los trabajadores estadounidenses o, en buena medida, lo de las fábricas asiáticas, que podrían recibir más pedidos de las marcas americanas para reducir costes.
Las postura de Trump ha recibido críticas dentro de su propio país. Más de 300 empresas estadounidenses enviaron la semana pasada una carta a la Casa Blanca reclamando a su Gobierno que mantenga el Nafta. Y el editorial de The Wall Street Journal, la biblia de los negocios, decía que finiquitar el pacto supondría el mayor error económico desde que Nixon quebró Bretton Woods e impuso controles de precios y sueldos.
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