11 de marzo de 2022 – Filadelfia (EE.UU.) – EFE.
La petrolera rusa Lukoil (MCX:LKOH) está en el punto de mira en EEUU, donde tiene cerca de 200 gasolineras a través de su filial estadounidense, hasta el extremo de que ha hecho un llamamiento a frenar la invasión en Ucrania para evitar el boicot de sus clientes.
“Por ahora no nos ha afectado el boicot”, cuenta a Efe un trabajador de una gasolinera de Lukoil en Filadelfia, que prefiere mantener el anonimato, y que subraya que el único problema es la subida de precios de la gasolina a raíz de la guerra.
“Algunos clientes se quejan, pero no es nuestra culpa, todas las gasolineras han subido sus precios”, cuenta con media sonrisa.
Pero en otras dos estaciones de la principal ciudad de Pensilvania el ambiente entre los trabajadores es más tenso y admiten que tienen prohibido hacer declaraciones por la situación de la compañía.
En una de ellas, un comunicado pegado en la puerta y subrayado a conciencia busca curarse en salud ante posibles represalias de los clientes.
El texto aclara que todas las gasolineras de Lukoil en EEUU están administradas por “empresarios locales” y que el 100 % de la gasolina y el diésel que venden proviene de refinerías estadounidenses.
Fundada en 1991 en la Unión Soviética y privatizada solo dos años después, Lukoil es la segunda mayor petrolera de Rusia, por detrás de la estatal Rosneft (MCX:ROSN).
Las turbulencias para esta empresa comenzaron con la invasión de Ucrania ordenada por el presidente ruso, Vladímir Putin, que ha sido contestada por Occidente con severas sanciones económicas contra Rusia.
Una de las más sonadas es el veto a las importaciones de petróleo y gas ruso anunciado esta semana por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
La filial estadounidense de Lukoil, que tiene una 200 gasolineras concentradas en la costa este de Estados Unidos, afirma que el veto no le afecta porque vende gasolina norteamericana, pero sus acciones han caído un 92 % en el último mes.
Además, decenas de mensajes en redes sociales han utilizado durante las últimas dos semanas la etiqueta #BoycottLukoil para condenar la invasión de Ucrania.
“Cada vez que alguno de nosotros llena su tanque en una gasolinera de Lukoil, está alimentando la maquinaria de guerra de Putin”, escribió en Twitter (NYSE:TWTR) Hugh Brownstone, un escritor residente en Filadelfia.
La polémica llegó incluso el 3 de marzo al Ayuntamiento de Newark, la mayor ciudad de Nueva Jersey, que votó a favor de suspender las licencias de las gasolineras de Lukoil en el municipio, como forma de demostrar su apoyo a Ucrania.
La Asociación de Tiendas de Conveniencia, Gasolina y Automóviles de Nueva Jersey (NJGCA) respondió que el boicot a las gasolineras de Lukoil no daña a Rusia sino a los estadounidenses que operan estas franquicias.
Ese mismo día, el Consejo de directores de la petrolera rusa publicó un comunicado en el que pidió “un cese del conflicto armado lo antes posible” y extendió sus “profundas condolencias” a los afectados.
“La compañía hace el máximo esfuerzo para continuar trabajando establemente en todos los países y regiones en las que está representada”, agregó.
Lo cierto es que muchos vehículos siguen parando a repostar en las gasolineras de Lukoil en Filadelfia, donde la preocupación generalizada de los conductores es otra.
“Los precios están terribles”, cuenta Kenneth, conocedor de la situación de primera mano, puesto que es chófer de una empresa de transporte compartido en Filadelfia y recorre varios kilómetros al día.
Aunque es consciente de que los precios se han disparado durante los últimos días por la invasión de Ucrania, afirma que su bolsillo se resiente desde octubre pasado.
Hace un año, el precio medio de la gasolina en Estados Unidos rondaba los 3 dólares por galón, mientras que ahora se acerca a los 4,4 dólares, según la consultora Gas Buddy.
El Gobierno estadounidense señala a Putin como el culpable, pero en esta gasolinera alguien no está de acuerdo con el Ejecutivo de Washington y pegó junto al marcador de precios de los surtidores pegatinas con el rostro de Biden y el lema “Yo hice esto”.
“Los precios ya iban subiendo antes de la guerra porque con la recuperación de la pandemia aumentó la demanda global de combustibles”, explica a Efe Timothy Duy, profesor de Economía de la Universidad de Oregón.
En ese sentido, el experto opina que el veto al petróleo ruso “no ayuda” a estabilizar los precios, si bien considera que su impacto dependerá de “cuánto petróleo ruso desaparezca del mercado mundial”.
En una de las gasolineras, Troy se baja del coche con el refresco en la mano, paga con la tarjeta de crédito y conecta la manguera de gasolina a su vehículo.
Dice que “los precios están muy altos”, pero que todavía no le afecta mucho porque no conduce demasiado.
Sin embargo algo tiene claro: “Estoy de acuerdo con que no se compre petróleo a Rusia”, afirma, completamente ajeno al origen ruso de Lukoil.
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