Los resultados de los ‘caucus’ se retrasan por problemas técnicos e incongruencias en los datos. El Partido Demócrata descarta un ataque informático
4 de febrero de 2020 – Agencias.
El pistoletazo de salida hacia la presidencia más poderosa del mundo se convirtió este lunes en una fiesta de la confusión, un fracaso sideral. Los esperados resultados de los caucus de Iowa, las asambleas vecinales que marcan el comienzo de las elecciones primarias, se han retrasado por problemas técnicos e “incongruencias” en los datos recibidos. El martes a mediodía, entre mofas de Donald Trump, la exasperación de los votantes y algunos candidatos clamando su victoria por doquier, el Partido Demócrata de Iowa prometió empezar a publicar “más del 50% de los resultados” a las cinco de la tarde (hora de Washington, DC), casi un día entero después de la cita.
La noche del lunes todo apuntaba a un fallo en una nueva aplicación que se utilizó para recolectar la información, que este año, por primera vez, iba a incluir diferentes tipos de datos: grosso modo, en lugar de informar solo del vencedor final por número de delegados, arrojaría también las dos primeras rondas de votos individuales. Este martes, los demócratas especificaron que “mientras la aplicación estaba recogiendo los datos de forma precisa, solo estaba informando de datos parciales”, algo que, según la investigación llevada a cabo, se debió a un “problema en la codificación” ya identificado.
En el primer asalto de la batalla demócrata hacia la Casa Blanca, la sorpresa no ha sido ni una gran victoria de Bernie Sanders, ni un desplome de Joe Biden o el resurgimiento inesperado de los aspirantes más rezagados. Lo que nadie había previsto es que al día siguiente la información no estaría disponible. Fuentes del partido señalaron a la prensa local por la noche que estaban verificando los votos a mano, pero buena parte del daño es irreparable.
Si Iowa importa tanto en las largas primarias demócratas no es por su peso cuantiativo —solo elige a 41 de los 1.991 delegados que hacen falta para ganar la nominación—, sino por el empuje mediático que representa ganar la primera batalla y por el efecto criba que supone para los que sacan peores resultados. A los primeros, los ganadores, este fiasco les ha robado su momento en la historia ante los ojos de medio mundo, pendiente de lo que ocurre en este trozo de la América agrícola.
Iowa es un caso fascinante dentro de la democracia estadounidense. Un pequeño Estado, de poco más de tres millones de habitantes, donde los ciudadanos votan en asambleas vecinales a mano alzada, tras un debate en voz alta. Este lunes, ese modelo arcaico ha mostrado sus inconvenientes.
Por la noche, los precandidatos en liza —Bernie Sanders, Joe Biden, Elizabeth Warren o Pete Buttigieg— salieron a los escenarios de sus respectivas sedes electorales para dar discursos sorprendentes, más propios de mitin que de reacción a los resultados, pues no había resultados oficiales a los que reaccionar. Sin embargo, Warren y Buttigieg se dirigieron a sus seguidores como vencedores. La senadora de Massachusetts se ha declarado “un paso más cerca” de la victoria y Buttigieg ha enfatizado que “una esperanza improbable se ha convertido en una realidad innegable”. El martes por la mañana, fueron más específicos.
“No sabemos los resultados”, admitió el joven exalcalde de South Bend (Indiana), pero “sabemos que habéis dejado en shock a la nación, Iowa”. “Por todos los indicadores, vamos a New Hampshire victoriosos”, dijo, en referencia a la próxima cita de primarias, el 11 de febrero. Ya desplazada a ese Estado para hacer campaña, Warren se manifestó de este modo sobre los resultados: “Es una carrera muy ajustada de tres en la cima. Sabemos que los tres vamos a dividirnos la mayoría de los delegados que vengan de Iowa”.
La exasperación era más palpable entre los seguidores de Sanders, que era el favorito en los sondeos para estos caucus. Reunidos en el hotel Holiday Inn cercano al aeropuerto, abandonaban el establecimiento pasada la medianoche, con sus banderas y pancartas. No podían cantar victoria con todas las de la ley y, sin embargo, cantaban. Un grupo, ya muy tarde, se puso a corear ese triunfo gaseoso. Pasada la medianoche, expulsaron a la prensa del recinto porque el alquilar había expirado. Era tarde para todo, pero el senador de Vermont aseguró que sentía que “les estaba yendo muy bien”. “Hoy marca el principio del fin de la presidencia de Donald Trump”, enfatizó.
La campaña de este, sin embargo, aprovechó para cargar contra sus rivales políticos. “Los demócratas se están metiendo en un desastre de caucus de su propia creación” con el sistema de recuento “más chapucero de la historia”, se mofó Brad Pascale, jefe de campaña, en un comunicado el lunes por la noche. El propio presidente, el martes, no perdió la oportunidad de ironizar en Twitter. Sujeto a un impeachment en el Senado, a punto de lograr el esperado veredicto absolutorio, se creció ante el caos de sus adversarios: “¿Cuándo empezarán los demócratas a culpar a RUSIA, RUSIA, RUSIA, en lugar de a su propia incompetencia?”.
El Partido Demócrata de Iowa aclaró nada más informar del problema que no se trataba de ningún pirateo o ataque informático, pero tardó en poder explicarse de forma clara. Había detectado “incongruencias” en la información recibida de los caucus. “La integridad de los resultados es primordial”, ha señalado el portavoz, Mandy McClure. “Hemos experimentado un retraso en los resultados debido a los controles de calidad y al hecho de que el partido está informando de tres grupos de datos por primera vez”.
El ganador de los caucus de Iowa se elige mediante un sistema proporcional entre el número de votos y de delegados obtenidos tras la votación (algo similar al sistema de colegios electorales). Hasta ahora, el único resultado que la organización conoce era el final, el del total de delegados, pero, por primera vez, con la intención de reforzar la transparencia, este lunes planeaban publicar también otros datos, como el número de votos individuales recibidos en la primera ronda o los obtenidos en la segunda. Las asambleas funcionan así: los votantes se agrupan por candidatos y van pasando cribas en las que los aspirantes que no logran un mínimo de votos van cayendo y sus seguidores pasan a apoyar a otros candidatos.
“En mi precinto no estaban recordando los votos de la primera ronda adecuadamente, solo miraban la segunda ronda, pero se suponía que iban a publicar las dos, y ese es el motivo del retraso”, dijo Juan Pablo Peñalosa, interventor de la campaña de Bernie Sanders. Aun así, se mostraba muy optimista: “Vamos a tener el doble de apoyo que el que quede en segundo lugar”. En su caucus, ubicado en una zona rural, “Biden no quedó viable, el hecho de que no quedase viable en un precinto así, conservador, significa que Bernie queda muy bien”.
Es un sistema particular y genuino que embelesa a los foráneos, como demostración de la fuerza de participación ciudadana, pero también suscita muchas criticas porque las asambleas a viva voz favorecen la voz de los ciudadanos más activistas e introducen un sesgo en los resultados respecto a las primarias anónimas y por urna. “Los caucus no son el modo justo de llevar a cabo elecciones”, criticó por ejemplo Debbie Wasserman Schultz, expresidenta del Comité Nacional Demócrata.
A decir verdad, no ha sido lo arcaico del sistema lo que ha conducido al desastre, sino precisamente el uso de la aplicación informática que recopilaba los resultados. Estados Unidos tiene su historial de enredos electorales. En las presidenciales 2000, un problema con las tarjetas de votación también provocó problemas en el recuento de Florida. El Supremo tuvo que intervenir y acabó declarando vencedor a George W. Bush.
La campaña de Trump, en medio del desconcierto, celebraba la victoria del presidente en sus primarias. Porque sí, hay dos republicanos que han intentado disputarle la candidatura para noviembre con unos resultados irrisorios. Joe Walsh, un locutor de radio conservador, y William Weld, el libertario exgobernador de Massachusetts. Trump sigue siendo presidente y el líder de su partido. Esa es la única certeza de la noche en Iowa.