El primer ministro británico apuesta toda la negociación a eliminar el obstáculo del ‘backstop’ y hacer más fluida la relación con los vecinos irlandeses
20 de septiembre de 2019 – Londres – Agencias.
La descarada tendencia de Boris Johnson a saltarse en su propia conveniencia las reglas del juego puede acabar siendo la solución al embrollo del Brexit. Eso, y la sensación de urgencia y vértigo que comparten Londres y Bruselas a medida que se acerca la fecha del 31 de octubre.
Desde el principio, el mayor obstáculo para que la Cámara de los Comunes diera su visto bueno a un acuerdo con la UE fue el llamado backstop, la salvaguarda irlandesa impuesta por los 27 para evitar una frontera física entre la República de Irlanda y el Ulster. Se trataba de un mecanismo de seguridad para evitar un futuro flanco débil en las fronteras comunitarias.
La República de Irlanda pertenece a la UE. Irlanda del Norte (Ulster) es territorio británico. El Acuerdo de Paz de Viernes Santo, de 1998, convirtió en invisible la demarcación entre ambos países. Una sola isla para todos sus habitantes. Un afortunado espejismo para olvidar décadas de violencia terrorista. Una solución perfecta, mientras el Reino Unido sea parte de la Unión Europea. El Brexit, sin embargo, traía consigo la necesidad de nuevos controles fronterizos y de aduanas. Y con ello, la amenaza de resucitar viejos fantasmas.
El artificio acordado con Bruselas por la ex primera ministra británica, Theresa May, mantendría a todo el Reino Unido dentro de la unión aduanera de la UE el tiempo necesario hasta dar con una solución definitiva para la frontera. Una propuesta indigerible para los conservadores euroescépticos, como Johnson, que lo convirtieron en anatema. La integridad territorial del Reino Unido no está en juego, clamaban. Las diferentes “propuestas alternativas” manejadas por el Gobierno británico, una combinación de tecnología y leyes para preservar el control sin levantar una nueva frontera, fueron descartadas como “poco realistas”, “futuristas” o bienintencionadas por los negociadores comunitarios.
¿Qué ha cambiado ahora para que las “propuestas alternativas” se vean con ojos más benévolos por Bruselas? Ha llegado a Downing Street un primer ministro con claras credenciales antieuropeas al que los euroescépticos están dispuestos a tolerar más cesiones. Los pronósticos económicos agravan las consecuencias de un Brexit sin acuerdo y la fecha oficial, el 31 de octubre (con un periodo transitorio hasta el 31 de diciembre de 2020 en el que el backstop no se aplicaría), está a la vuelta de la esquina. Ha quedado claro para todos los actores políticos que el Parlamento británico nunca dará luz verde al backstop. Los empresarios y el sector financiero, siempre dispuestos a escoger el mal menor, empiezan a ver en la salvaguarda irlandesa más desventajas que beneficios. Y la UE, en palabras del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, empieza a aflojar su querencia con el backstop. “Si logramos los objetivos perseguidos, todos ellos, ya no veo necesaria la salvaguarda. Era una garantía, no un fin en sí misma”, ha dicho.
Bruselas recibió este miércoles una propuesta por escrito de la comisión parlamentaria creada en Westminster para explorar vías para el Brexit. El grupo es técnico y político y está compuesto tanto por diputados tories como laboristas. La propuesta, hasta el momento, no es pública, pero con toda seguridad contendrá gran parte de las ideas que esa comisión parlamentaria puso en pie el pasado mes de junio.
Se propone varias metas. En primer lugar, preservar la invisibilidad de la frontera entre las dos Irlandas para asegurar la paz. En segundo lugar, combinar todas las respuestas tecnológicas, legales y procedimentales ya ensayadas en otros lugares del mundo (por ejemplo Australia y Nueva Zelanda) para conseguir una solución que encaje en la relación entre el Reino Unido e Irlanda. En tercer lugar, establecer un límite temporal de tres años para que el operativo esté a pleno rendimiento. Y en cuarto, apelar a la buena voluntad de las partes para que los fondos económicos necesarios y el impulso legal requerido lleguen a tiempo. “Creo que en estas propuestas radica la solución y que cualquier acuerdo debe alcanzarse con arreglo a ellas. Todo dependerá definitivamente de la voluntad política. Es necesario que todos los actores se muevan en sus planteamientos: Londres, Bruselas, Dublín y Belfast. Pero sobre esta base es posible alcanzar un compromiso favorable”, ha explicado a EL PAÍS Greg Hands, el diputado conservador que preside la comisión.
Estas son algunas de las soluciones que propone la comisión de Westminster para reorientar su relación con Irlanda:
Área común de desplazamiento entre las dos Irlandas
La República de Irlanda debería renunciar a formar parte en un futuro del Acuerdo de Schengen -en el que en la actualidad no está incluida-, que otorga libertad de movimiento a las personas dentro de los países que conforman ese espacio, y establecer con el Reino Unido un nuevo tratado bilateral de cooperación para proteger el libre movimiento de ciudadanos entre los dos países.
Zonas especiales de comercio
Serían acuerdos económicos especiales que podrían abarcar conjuntamente a la isla de Irlanda y la del Reino Unido y que facilitarían los trámites aduaneros o de control reglamentario de la mercancía. Un ejemplo: la zona de seguridad alimentaria entre Australia y Nueva Zelanda.
Programa de transportistas de confianza
Los llamados trusted traders. Son compañías de transporte con la reputación y buenas prácticas necesarias para que se les presuponga un absoluto cumplimiento de las leyes aduaneras. Confiando en su buena fe se reducirían los controles necesarios a las mercancías transportadas por estas compañías. Sería la solución óptima para las grandes empresas, a la vez que estimularía a los pequeños empresarios a crear sus propios consorcios de transportistas de confianza.
Unidades de control epidemiológico
Es la primera propuesta surgida del Gobierno Johnson que hace referencia a un asunto tan delicado como el comercio agroalimentario. Se trata de crear un solo espacio compuesto por las dos islas, donde el seguimiento de productos y animales se haga bajo las mismas reglas, con los mismos mecanismos de trazabilidad y control.
Control aduanero en origen y destino
Formularios ya utilizados en la práctica, en los que la declaración de aduanas se hace en el punto de origen de las mercancías (por ejemplo, Londres) y en el lugar del destino (por ejemplo, Dublín). Las respectivas autoridades controlarán durante todo el recorrido los bienes, sin necesidad de parar en la frontera.
La mayoría de las propuestas de la comisión parlamentaria recogen mecanismos establecidos por la Organización Mundial del Comercio. Requieren pues de la aceptación de Bruselas. Muchos de los planteamientos necesitan además de la buena voluntad del Ejecutivo comunitario para que Londres pueda tener acceso a sus bases de datos y a sus sistemas informáticos.
Todo lo planteado era voluntarista hace unos meses. Hoy, la urgencia de un Brexit que se avecina lo ha convertido en una base realista sobre la que negociar aceleradamente.
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