18 de octubre de 2017 – México – Agencias.
México y Canadá tienen un mes para reencauzar las negociaciones para la modernización del mayor pacto comercial del planeta. El nuevo calendario de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) abre una ventana de 30 días entre la cuarta ronda de conversaciones, finalizada el martes en Washington, y el inicio de la quinta, el próximo 17 de noviembre en la Ciudad de México. En ese periodo, el país latinoamericano redoblará su labor de cabildeo con representantes políticos republicanos y empresarios de los Estados de EE UU que más se verían afectados por una cada vez más probable ruptura. “Es la única opción posible en este momento”, subraya Ignacio Bartesaghi, uno de los académicos latinoamericanos mejor conocedores de los entresijos del comercio en la región. El tratado se acerca al abismo y, en una coyuntura tan crítica como la actual, todos los esfuerzos son pocos.
Hasta ahora, pese a no haber logrado el objetivo final de encaminar las conversaciones hacia un tratado beneficioso para las tres partes, las labores de lobby por parte de México y de Canadá sí han conseguido algunas victorias parciales. La mayor de ellas fue a finales de abril, cuando la Administración Trump llegó a preparar un borrador de decreto para abandonar el tratado. Solo la presión del sector privado estadounidense —y, muy especialmente, de los agricultores del sur del país— pudo llevar al presidente de la primera potencia mundial a reconsiderar su postura y abrir el camino a la renegociación formal del tratado. México y Canadá habían salvado el primer punto de partido.
El cabildeo no ha cesado en estos meses. Pero ahora, con un mes por delante hasta el próximo encuentro de los tres países, es vital intensificar esos esfuerzos para persuadir a todos los actores estadounidenses implicados del “error” que supondría la denuncia del TLC. Y que ellos trasladen esa presión a la Casa Blanca para salvar, así, la segunda bola de partido. Ya han hablado, alto y claro, el presidente de la Cámara de Comercio estadounidense, Thomas Donohue, y el primer ejecutivo de Cargill, la mayor empresa proveedora de productos agrícolas del mundo. “Sin embargo, queremos más posicionamientos públicos a favor del TLC en los próximos días”, admite una fuente empresarial mexicana involucrada en el proceso.
En la ronda recién concluida en Washington, los negociadores mexicanos han tratado de explorar la vía pedagógica: en estrecha colaboración con la delegación canadiense, han intentado hacer ver a sus pares estadounidenses que sus propuestas son inviables. “Tanto Canadá como nosotros hemos seguido la estrategia actuar como la parte adulta y responsable en la negociación [adult in the room, en inglés]”, apunta Kalach. “Hasta los propios negociadores estadounidenses están sorprendidos por las propuestas de su Gobierno, que son inaceptables para sus socios”, agrega Bartesaghi. Sin embargo, las invocaciones a la racionalidad tienen sus límites, y deben ser complementadas con más apelaciones al bolsillo de los sectores de la economía estadounidense que más dependen de las ventas a ambos países —fundamentalmente el agropecuario y el manufacturero—.
También al dudoso futuro de varios cargos públicos en EE UU si el TLC acaba naufragando. Aunque el calendario electoral mexicano juega en contra de los intereses del Gobierno de Enrique Peña Nieto, con unas elecciones en julio del año que viene que no hacen sino aumentar la incertidumbre sobre la renegociación, el calendario político estadounidense juega a su favor: el 6 de noviembre de 2018 se renueva la tercera parte del Senado, la totalidad de la Cámara de Representantes y una treintena de Estados eligen gobernador, entre ellos Texas, California, Arizona, Nuevo México o Alabama, que suman casi el 60% de las exportaciones totales de EE UU a México. El rechazo del electorado a una ruptura que tendría graves consecuencias para la economía de esos Estados, muchos de ellos gobernados por republicanos, dañaría las opciones de los candidatos del partido de Trump. “Si alguien puede salvar el tratado son ellos”, complementa Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio Exterior de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Queda por ver si la labor de lobby será suficiente para salvar el TLC. “No queda otra y hay muchos, también en EE UU, que tienen mucho que perder”, subraya Jonathan Heath, analista independiente. “Pero no sé si será suficiente: Trump es muy testarudo”. El último precedente no es demasiado halagüeño: días antes de que la delegación estadounidense pusiese encima de la mesa sus propuestas más polémicas —la terminación automática del tratado a cinco años vista y la cuota de contenido estadounidense en los insumos que utiliza el sector automotriz—, Thomas Donohue advirtió de que México y Canadá no negociarían “con una pistola en la cabeza” y dejó caer que los propios empresarios estadounidenses impugnarían una potencial salida del tratado. Sin embargo, su aviso cayó en saco roto y el Gobierno estadounidense se mantuvo en sus trece. Lo que se mueva entre bambalinas en las cuatro próximas semanas será clave para evitar una ruptura que sería muy negativa para los tres países en liza. Solo hay un objetivo: hacer cambiar de opinión al siempre imprevisible Trump.
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