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Nombrada directora de la CIA una veterana que permitió la tortura a detenidos

Trump asciende a la número dos de la agencia tras nombrar a Pompeo secretario de Estado

13 de marzo de 2018 – Washington – Agencias.

Con la designación de Gina Haspel como nueva directora de la CIA, la primera mujer en ocupar el puesto, la agencia de inteligencia estadounidense no solo reabre sino que avala implícitamente uno de sus capítulos más oscuros. Haspel, de 61 años, dirigió en la década pasada una de las funestas cárceles secretas de la CIA, donde supervisó la tortura de sospechosos de terrorismo y después participó en la decisión de destruir un vídeo sobre los abusos. Esa losa no ha impedido el ascenso fulgurante de esta veterana de la organización. Hace un año fue nombrada número dos de la CIA y este martes el presidente Donald Trump la propuso como directora en sustitución de Mike Pompeo, nominado como nuevo secretario de Estado.

Pero para ser confirmada al nuevo cargo, la designación de Haspel deberá ser aprobada por el Senado, lo que la obligará a tener que testificar ante el Comité de Inteligencia y dar por primera vez explicaciones públicas sobre su papel en las torturas y la guerra sucia contra el terrorismo. En teoría, la designación no corre peligro dado que los republicanos ostentan la mayoría simple necesaria para aprobarla en la Cámara Alta.

Lo que se da por hecho es que Haspel afrontará preguntas incómodas de los legisladores, sobre todo demócratas. Por ejemplo, en 2013 cuando el entonces director de la CIA la propuso como jefa de operaciones clandestinas, la senadora demócrata Dianne Feinstein, entonces presidenta del Comité de Inteligencia, bloqueó la designación por su papel en el programa de interrogación a sospechosos de terrorismo. La CIA acabó proponiendo a otra persona para ese puesto.

Haspel entró en la CIA en 1985 y desde entonces ha trabajado sobre todo como agente encubierta en varios lugares en el mundo. Acumula una enorme experiencia, que ha sido elogiada y que le servirá para pilotar la organización desde su sede en Langley (Virginia).

Tras los atentados del 11-S, en 2001, la CIA inició su controvertido programa de técnicas reforzadas de interrogación a personas que eran detenidas por sus sospechas de lazos con el terrorismo yihadista y transportadas a centros secretos en varios países. Esas técnicas incluyeron torturas, como el ahogamiento simulado (waterboarding), según investigaciones posteriores. El entonces presidente, el republicano George W. Bush, las consideró legales y miembros de la CIA han asegurado que creían estar actuando correctamente. En 2009 su sustituto, el demócrata Barack Obama, las prohibió pero decidió no tomar acción legal contra los trabajadores de la CIA que participaron en los interrogatorios.

Como candidato electoral y en las primeras semanas de su presidencia, Trump abogó por torturar a militantes del Estado Islámico y alardeó de su eficacia, lo que le costó un alud de críticas. El mandatario acabó suavizando su propuesta después de que su secretario de Defensa, James Mattis, le convenciera de la ineficacia de los abusos, que siguen estando vetados por ley.

Pero la designación de Haspel, en febrero de 2017 como subdirectora y ahora como directora de la CIA, se interpreta como una defensa de Trump a los abusos a detenidos. También por parte de Pompeo, que ha dicho que el waterboarding no es tortura y ha considerado “patriotas” a quienes lo utilizaron tras el 11-S.

La primera cárcel secreta de la CIA se ubicó en Tailandia y su responsable era precisamente Haspel, según filtraciones de inteligencia citadas por medios estadounidenses. Ella supervisó en 2002 los brutales interrogatorios extrajudiciales a los supuestos miembros de Al Qaeda Abu Zubaydah y Abd al-Rahim al-Nashiri. El primero fue sometido al ahogamiento simulado en 83 ocasiones en un mes, según una investigación del Senado. Repetidamente se golpeó su cabeza contra una pared, perdió visión en un ojo y durante un momento se creyó que había muerto.

En 2003, Haspel se convirtió en la jefa de gabinete de José Rodríguez, el entonces director de contraterrorismo de la CIA, y después ocupó el mismo puesto cuando este fue designado jefe de operaciones encubiertas. Fue en ese cargo, desde el que conocía los entresijos del programa de interrogación a detenidos, cuando en 2005 Haspel participó en la decisión de destruir los vídeos de las torturas a Zubaydah y Al-Nashiri. La CIA asegura que la orden la dio Rodríguez pero el nombre de Haspel es el que aparece en el mensaje que pide deshacerse de las pruebas, según el diario The New York Times. Ahora, Trump ha decidido que todo ese pasado vuelva a aflorar en Washington.

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