La escalada tarifaria entre las dos potencias se agrava y aboca a la guerra comercial
6 de abril de 2018 – Washington – Agencias.
Las amenazas sobre nuevos aranceles entre Estados Unidos y China ha entrado en una espiral que hace sonar los tambores de guerra comercial cada vez con más fuerza. Donald Trump no echa el freno y Pekín tampoco. El miércoles, el gigante asiático advirtió de que respondería con aranceles del 25% a productos estadounidenses por valor de 50.000 millones de dólares si Washington ejecutaba los que ha anunciado por el mismo montante. Trump ha reaccionado subiendo a la apuesta, blandiendo posibles tasas adicionales por un total de 100.000 millones.
Trump clama contra el déficit comercial de EE UU, la diferencia negativa entre lo que exporta y lo que importa, que está en su máximo desde 2008, y China supone el grueso de ese desfase, 375.000 millones de los 556.000 millones. El presidente acusa a Pekín de lograr este poderío exportador a base del robo de tecnología estadounidense y otras formas de competencia desleal, así que ha activado la máquina de los aranceles: empezó con un 25% sobre el aluminio y otros productos -ya formalizado- por valor de 6.000 millones y luego anunció un golpe mucho mayor, para 1.300 productos por valor de 50.000 millones, con una tasa también del 25%. Ahora, tras las represalias planteadas por China, del mismo calibre, ha puesto sobre la mesa 100.000 millones más.
“Las prácticas comerciales ilícitas de China -ignoradas por Washington durante años- han destruido miles de fábricas estadounidenses y millones de empleos estadounidenses”, dijo Trump en un comunicado el jueves por la noche. El republicano ha dado un giro proteccionista a la política comercial estadounidense, criticando con dureza la de su antecesor, Barack Obama, y abandonando proyectos como el Tratado Comercial Pacífico o el europeo (TTIP, en sus siglas en inglés). Además, renegociando el que mantiene con Canadá y México (Nafta, en sus siglas en inglés) con la amenaza de liquidarlo.
Los gravámenes a China, señaló Trump el jueves, se han decidido como reparación tras una investigación del Gobierno que determinó la apropiación indebida de tecnología por parte de la potencia asiática. Sin embargo, “lejos de remediar su conducta, China ha optado por dañar a nuestros granjeros y nuestras fábricas”, lamentó el mandatario. “A la vista de la injusta represalia de China, he pedido a la Oficina Comercial de EE UU que considere si serían apropiados aranceles adicionales de 100.000 millones bajo la sección 301 [de la ley de Comercio de 1974, a través de la que ha vehiculado la investigación]”, añadió.
Pekín limita de forma considerable los sectores en los que los extranjeros pueden invertir en el país e impone la asociación con una empresa local en otros y ni esto ni la posible apropiación tecnológica han suscitado solo críticas en EE UU. El pasado diciembre, en la cumbre que la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebró en Buenos Aires, EE UU, Japón y la Unión Europea pactaron un comunicado denunciando las prácticas económicas del régimen chino. Aunque no lo mencionaban de forma explícita, el documento apuntaba contra el “severo exceso de capacidad en sectores clave”, “las condiciones competitivas injustas a causa de subsidios que distorsionan el mercado” y las intervenciones distorsivas de grandes empresas estatales.
Trump no busca ahora la complicidad o coordinación con los países aliados contra lo que considera competencia desleal por parte de China. Este viernes, de hecho, criticó abiertamente a la OMC en su cuenta de Twitter. “China, que es una gran potencia económica, es considerada como un país en desarrollo en el seno de la Organización Mundial de Comercio. Por tanto recibe enormes beneficios y ventajas, especialmente respecto a Estados Unidos. Alguien acaso piensa que esto es justo. Estamos mal representados. La OMC es injusta con Estados Unidos”, escribió.
Hay un debate económico extenso sobre el nivel de riesgo que el déficit comercial supone para un país, sobre qué volumen deja ya de ser saludable para una economía, aunque sea la más rica. En lo que hay menos discusión es en las consecuencias de una guerra arancelaria, que encarece los precios y frena el comercio. El Gobierno chino dirige sus aranceles a 106 por un montante económico igual -50.000 millones- que incluyen los automóviles, los productos químicos, la soja y algunas aeronaves. El discurso de “América primero”, columna vertebral del trumpismo, cosecha votos para el presidente en un año clave, de elecciones legislativas, pero los aranceles chinos pueden crearle problema en algunos de sus feudos, estados agrícolas que quedarían golpeados por Pekín.
A Trump no parece preocuparle. “No estamos en una guerra comercial con China, esa guerra se perdió hace muchos años por las personas tontas o incompetentes que representaban a EE UU”, insiste.
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