20 de julio de 2020 – Nueva York – Agencias.
El presidente Donald Trump ha apostado su futuro político a que la epidemia de coronavirus remita antes de otoño. Ansía la llegada de vacuna o un tratamiento en noviembre, que desencadene un descenso generalizado de los casos y haga innecesarias las medidas de confinamiento, lo que permitiría la recuperación económica. Con esta secuencia, podría salvar su reelección y ganar en noviembre.
«Ningún país ha hecho lo que hemos hecho en términos de tests», le dijo al periodista Chris Wallace, de la cadena Fox, en una tensa entrevista. «Somos la envidia del mundo. Nos llaman y nos dicen que nuestro desempeño con los tests es el más más increíble que nadie haya hecho».
EE UU acumula casi medio millón de nuevos positivos semanales. Más de 430.000 durante la última semana. En algunas ciudades de Arizona, Florida, Texas y California los hospitales aproximan rápidamente el punto de no retorno, cuando el número de pacientes necesitados de respiradores e intervención intensiva supera la capacidad de los centros.
No todo son malas noticias: en Nueva York, el estado más castigado, con 406.807 casos confirmados y 25.048 muertes, el gobernador, Andrew Cuomo, anunció que el número de personas hospitalizadas por Covid-19 es el más bajo desde mediados del mes de marzo, 722.
Pero al lado de eso, y de una situación igualmente esperanzadora en Nueva Jersey, Connecticut y Massachusetts, esta semana murieron en todo el país 4.872 personas víctimas del nuevo coronavirus: según The Covid-Tracking Project, la web que lanzó la revista Atlantic para contabilizar y publicar los números de la epidemia en EE UU, se trata de un aumento en el número de muertes del 29% respecto a la semana previa. Y de seguir a este ritmo la eclosión de casos y hospitalizaciones parece bastante probable que las muertes se multipliquen en los próximos 15 días. Hasta el punto de que el agregador de modelos estadísticos con proyecciones de muertes, que publican los Centros para la Proyección y el Control de las Enfermedades de EE UU, estiman que el número de muertes, el 8 de agosto, oscilará entre las 150.000 y las 170.000.
Según los CDC, que siguen atentamente y suman las estimaciones que proporcionan los modelos del MIT, la universidad de Columbia, la John Hopkins, el Laboratorio Nacional de Los Álamos, entre otros, «las jurisdicciones con mayor probabilidad de un número mayor de muertes incluyen: Arizona, Florida, Idaho, Montana, Oklahoma, Carolina del Sur, Tennessee, Texas, Utah, las Islas Vírgenes y Virginia Occidental».
Actualmente, según el Worldometer, EE UU acumula 432 muertos por cada millón de habitantes, lo que lo sitúa, con un total de 143.042 muertos para una población de 331 millones de personas, con la décima nación del mundo con más víctimas mortales en relación al total de habitantes.
Lejos de España, por ejemplo, quinta del mundo con 608 muertos por millón de habitantes, y eso que la estadística no añade el exceso de casi 20.000 muertos que dan el MoMo y los registros civiles. Pero suficiente como para que Trump polemizara con Wallace en la Fox. El periodista esgrimía los datos de la universidad John Hopkins, peores que los del Worldmeter, y que sitúan a EE UU en la séptima posición de muertes porcentuales a nivel mundial. Trump negó la mayor. Pidió que su jefa de prensa, Kayleigh McEnany, le facilitase los números que maneja la Casa Blanca. Al parecer son los que proporciona el Centro Europeo para el Control y la Prevención de las Enfermedades, más amables con EE UU.
Posteriormente Wallace explicó que «la Casa Blanca eligió este gráfico, que muestra que Italia y España están peor. Pero países como Brasil y Corea del Sur están mejor. Otros países, como Rusia, no están incluidos en el cuadro de la Casa Blanca». «Si miras a otros países», respondió Trump, «Ni siquiera hacen pruebas. Hacen pruebas si alguien ingresa al hospital, cuando están enfermos, realmente enfermos».
También lamentó que la prensa no ponga el foco en la pobre actuación de otras naciones. Por ejemplo México. «¿Por qué no hablan de México?», preguntó. «No nos está ayudando. Y todo lo que puedo decir es gracias a Dios que construí la mayor parte del muro, porque si no lo tuviéramos tendríamos un problema mucho mayor con México».
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