La enésima vuelta de tuerca en la posición estadounidense vuelve a poner en cuestión la supervivencia del TLC, uno de los mayores ogros del republicano
18 de julio de 2018 – Nueva York / México – Agencias.
Donald Trump volvió este miércoles a reiterar su preferencia por los acuerdos comerciales países con país frente a los multilaterales. Es un principio que utilizó, inicialmente, como amenaza para intentar llevar a su terreno la negociación para revisar los términos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), uno de sus mayores ogros y que insiste en liquidar tras más de un año de negociaciones para su actualización.
Trump no había aclarado hasta ahora con quién querría jugar esa partida si optaba por dos acuerdos separados: si por Canadá, con quien parecía tener más puntos en común en un principio, o con México, un país al que siempre había situado en el centro de los supuestos males que aquejan a la industria estadounidense. Tras los comicios mexicanos, en los que se impuso con contundencia Andrés Manuel López Obrador (Morena, izquierda), su opción favorita es México.
“Estamos teniendo una muy buena comunicación con México y con su nuevo presidente, que ganó las elecciones con rotundidad. Veremos qué pasa”, ha subrayado este miércoles el mandatario estadounidense antes de una reunión con su Gabinete. Sus palabras sugieren que su alternativa preferida hoy sería la negociación de un acuerdo bilateral con su vecino del sur en detrimento de Canadá, que quedaría como segundo plato. También, que la negociación trilateral, tal y como se ha producido hasta ahora, está en trance de muerte. En los mercados, los inversores parecieron quedarse con la visión más optimista de las palabras de Trump: que el tono general de EE UU hacia México es notablemente mejor desde la victoria de López Obrador, y el peso borraba las pérdidas frente al dólar cosechadas a lo largo de la primera mitad de la jornada.
“Quizá alcancemos un acuerdo separado con México y negociemos con Canadá más tarde”, agregó Trump. Siempre con el condicional por delante, el presidente de la primera potencia mundial da un portazo a Ottawa, uno de sus aliados históricos más fieles, con el que comparte no solo un área comercial sino un idioma, una cultura y presencia en multitud de foros internacionales. El magnate republicano sugiere, por primera vez desde que llegó a la Casa Blanca, que un pacto con el vecino del sur le podría servir como modelo para un potencial acuerdo posterior con el Gobierno de Justin Trudeau, con quien las posiciones se han ido alejando cada vez más —encontronazos públicos incluidos— con el paso de los meses.
Hasta ahora, Canadá y, sobre todo, México habían defendido sin fisuras la importancia de mantener la negociación por los cauces de la vía trilateral y no caer en la tentación tantas veces sugerida por Trump de explorar un camino bilateral. Por un lado, ambos pensaban que la superioridad numérica en la mesa de negociación podría ser una buena manera de reequilibrar el poder omnímodo de EE UU. Por otro, tanto en el equipo de Enrique Peña Nieto como en el de Trudeau existía el convencimiento de que el poder de negociación de Trump para imponer sus tesis proteccionistas era mucho mayor en dos negociaciones separadas que en una única mesa de trabajo. Quizá con la llegada de López Obrador al Gobierno mexicano, tras su toma de posesión formal el próximo 30 de noviembre, se produzca un cambio de parecer en este punto. Una delegación estadounidense encabezada por el secretario de Estado, Mike Pompeo, viajó la semana pasada a México para acercar posturas con el futuro Ejecutivo sin que se diesen a conocer detalles concretos sobre lo acordado más allá el buen tono general que presidió la conversación.
La idea de Washington de tomar dos caminos negociadores diferentes, sin embargo, no es ni mucho menos nueva. El propio Trump y su representante comercial, Robert Lighthizer, han abierto la puerta en diversas ocasiones a esa opción en caso de que las negociaciones no diesen más de sí. Pero sí entra parcialmente en contradicción con lo expresado por el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que la semana pasada en su intervención anual ante el Congreso dijo que la negociación volvía a ser una prioridad pasadas las elecciones en México, y con el todavía titular de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, que la semana que viene viajará a la capital estadounidense para avanzar en el proceso y que este mismo miércoles ha subrayado que las conversaciones trilaterales de alto nivel se reanudarán el día 26.
“Trump piensa que puede terminar más rápido con México que con Canadá. Es una forma de meterle más presión a Trudeau y de mandar una noticia positiva a sus electores. Tras lo sucedido con Rusia la semana pasada, necesita mostrar que hay algo bueno en su agenda”, valora Luis de la Calle, miembro del equipo negociador mexicano que logró el TLC de 1994, al tiempo que recuerda que la única forma de que la conversación se vuelva bilateral es que EE UU anuncie su salida del tratado, algo que tendría “un altísimo coste” para los tres países. “Simplemente no es viable, no le conviene a nadie”, concluye.
“Para México, un acuerdo bilateral es mejor que nada, pero el trilateral sigue siendo la mejor opción posible. El interlocutor que tienes enfrente [Trump] ha sido muy claro en sus críticas al TLC y creo que lo más responsable sería sentarse a hablar”, opina Luz María de la Mora, ex jefa de la Unidad de Negociaciones Internacionales de la Secretaría de Economía mexicana. Ignacio Bartesaghi, decano de la Facultad de Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y uno de los mayores especialistas en asuntos de comercio internacional del subcontinente, cree que “a estas alturas del partido” parece más razonable un acuerdo bilateral que uno regional. “A México le vino bien durante un tiempo involucrar a Canadá para ganar tiempo, pero quizá ahora, viendo que Trump va en serio en sus amenazas, sea el momento de cerrar un acuerdo lo más rápido posible. Con Trump hoy hay que ser pragmático”. En un hipotético escenario bilateral, subraya Bartesaghi, la parte canadiense sería la peor parada. “Pero me preocupa que EE UU pueda tener más margen de maniobra para imponer sus cláusulas extremistas”, cierra.
La negociación para modernizar el TLC arrancó en agosto del pasado año. La idea inicial era haberlas concluido antes de acabar 2017, pero su avance, mucho más lento de lo esperado, las ha ido demorando hasta hoy. La idea es que el equipo de transición de López Obrador, con el negociador Jesús Seade a la cabeza, participe en las conversaciones comerciales que sucedan a partir de ahora. La gran duda, a tenor de las palabras de Trump, es si estas seguirán en su formato actual o si las nuevas aproximaciones serán ya bilaterales.
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