24 de octubre de 2018 – Washington / Nueva York – Agencias.
La campaña electoral de las legislativas entró en una nueva fase este miércoles. Entre la noche del martes y la mañana, agentes federales investigaban el hallazgo de una serie de bombas caseras enviadas por correo a prominentes demócratas, entre ellos el expresidente Barack Obama y la ex secretaria de Estado y candidata presidencial en 2016, Hillary Clinton. Ambos paquetes eran similares al encontrado el pasado lunes en la mansión del filántropo millonario George Soros. Pero no fueron los únicos. John Brennan, antiguo jefe de la CIA, la congresista Maxine Walters y Eric Holder, que ocupó el cargo de fiscal general durante la Administración Obama también recibieron cartas. Incluso la cadena de información 24 horas CNN estuvo en el objetivo del supuesto terrorista. Y a última hora de lo noche se conoció que Joe Biden, vicepresidente en los dos mandatos de Obama, recibió un paquete “sospechoso”. Por el momento no se sabe si contenía o no explosivos.
El día quedó roto en términos políticos. Está siendo esta una campaña dura, a cara de perro, en la que republicanos y demócratas se lo juegan todo. También el propio presidente, Donald Trump, sin ni siquiera figurar en las papeletas, enfrenta los comicios como un voto de confianza —o no— para los dos próximos años que le quedan de mandato. De repente, entre mítines y actos festivos para atraer votos, la temida palabra “terrorismo” sacudía una semana marcada por los actos electorales. La Casa Blanca, a través de su portavoz, Sarah Sanders, condenó los intentos de ataque poco después de que sucediesen y declaró que los responsables responderían ante la ley. “Estos actos terroristas son despreciables”, dijo.
Trump cargó contra la prensa de nuevo, pese al ataque recibido en la CNN. Ya por la noche, en un mitin en Wisconsin, el republicano insistió en que todos “los lados tienen que estar unidos en paz y armonía”. Hasta aquí todo correcto. Pero entonces, el presidente apuntó su dedo acusador hacia donde lo ha apuntado otras muchas veces: a los medios de comunicación hostiles a su Administración que se dedican a expandir las conocidas como fake news, noticias falsas. Los medios tienen “la responsabilidad de establecer un tono civilizado y acabar con la infinita hostilidad y constantes ataques negativos y a menudo ataques e historias falsas”. No sería esta la primera vez que Trump acusa a sus oponentes de criminales. Tampoco su consideración de que los demócratas destruirán el país si logran hacerse con el control del Congreso el próximo día 6 de noviembre.
La mañana había resultado frenética: a cada poco se sabía de un nuevo paquete enviado. La CNN tuvo que dejar de emitir desde sus estudios y dar paso a su sede en Washington. El falso remitente de todos los paquetes era el mismo: Debbie Wasserman Schultz, antigua presidenta del Comité Nacional Demócrata. La exjefa demócrata recibió de vuelta en sus oficinas en Florida la carta que iba dirigida a Eric Holder, ya que este no reside en la dirección que figuraba en el sobre.
Excepto la carta a Soros, que fue entregada en mano en su buzón y la de la CNN, que la llevó un mensajero, el resto de los paquetes fueron enviados por correo. Se trata de sobres pequeños que en su interior contenían un pequeño tubo negro de unos diez centímetros, taponado por los extremos, y con cables y material explosivo en el interior. En un momento, una fuente de la Casa Blanca afirmó que habían hallado un dispositivo sospechoso en la residencia del presidente, pero el Servicio Secreto rechazó la información y la calificó de “incorrecta”.
Trump, al referirse a los sucesos por la tarde, ni siquiera pronunció el nombre de los afectados, a pesar de que se trate de un expresidente, una ex secretaria de Estado y un ex secretario de Justicia, además de una de las grandes empresas informativas del país. Su comparecencia era esperada y además se hizo esperar. Esperada porque antes que él se pronunció su número dos declarando que “estos actos cobardes no tienen cabida en el país”. Trump, en primera instancia, se limitó a refrendar vía Twitter las palabras de su vicepresidente.
Y se hizo esperar porque cuando Trump salió a escena en una de las salas donde se celebran actos especiales en la Casa Blanca, quien primero tomó la palabra para pronunciarse sobre una crisis nada usual fue su esposa, Melania Trump, que acogía a un foro de afectados por la epidemia de muertes por opiáceos que conmueve al país.
La primera dama dio las gracias al Servicio Secreto por un trabajo bien hecho y luego cedió el podio a su marido. Entonces el presidente se acercó al micrófono y por un momento pareció pedir disculpas por el acento extranjero con el que se expresa su esposa, al dejar claro ante la audiencia que es debido a que el inglés no es la única lengua que maneja. Trump calificó de “despreciable” lo sucedido, aseguró que no había espacio para “la violencia en Estados Unidos” y se definió “enfadado, molesto y triste” por lo sucedido. Todo esto sin mencionar ni a uno solo de los afectados. “En momentos como este debemos mantenernos unidos”, concluyó, para ceder la palestra a su esposa y seguir hablando de drogas.
Hillary Clinton dormía en Florida la noche del miércoles, había acudido a un acto de la campaña demócrata. Su marido, Bill, sin embargo, descansaba en su residencia común en el idílico pueblo de Chappaqua (norte del Estado de Nueva York). Estaba por aclarar dónde se encontraba la familia Obama en el momento en el que el Servicio Secreto interceptó el paquete sospechoso. La antigua secretaria de Estado y contrincante de Trump en las presidenciales de 2016 hacía esta mañana unas declaraciones a la prensa desde Miami. “Vivimos momentos turbulentos”, declaró Clinton, añadiendo que cuando la gente le pregunta cómo se encuentra siempre responde lo mismo: “Como persona me encuentro bien, pero como estadounidense estoy preocupada”. “Es un momento preocupante, de gran división, hay que hacer todo lo posible para volver a unir nuestro país. También tenemos que elegir candidatos que hagan lo mismo”, apuntó con miras a las elecciones y a la terrible polarización que vive este país.
Todo hacía presagiar que el ruido en la campaña subiría varias notas en la recta final. Pero lo sucedido ha cambiado el discurso y pone de relieve la tensión e incluso incitación al odio que se desprende de algunos mensajes. Soros sufre a diario duras críticas por parte de los sectores más radicales de la derecha y amantes de la teoría de la conspiración al acusarle de estar financiando la caravana de inmigrantes centroamericanos que estos días se encuentra en México con intención de cruzar a Estados Unidos. En ese mismo sentido, el propio presidente Trump también ha arremetido contra los demócratas, a los que también responsabiliza de estar detrás de la marcha de migrantes.
A sus 88 años, Soros es la bestia negra de los conservadores nacionalistas estadounidenses por el apoyo que da con su fortuna y a través de su fundación a las causas demócratas. Open Society, la fundación del magnate de origen húngaro, emitió un comunicado en el que condenaba “la política de odio” que domina el debate político. Por eso pide a los dirigentes que rebajen el tono: “Tenemos la responsabilidad colectiva de crear una manera más civil de discutir nuestras diferencias”.
“Hemos iniciado una investigación penal”, anunció Mason Brayman, agente especial a cargo de este caso cuyo final está por escribir. “vamos a utilizar todos los recursos federales, estatales y locales para determinar la fuente e identificar a los responsables”, finalizó. “Es un acto de terror dirigido a minar nuestras libertades”, declaró en rueda de prensa el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, “no podemos dejar que los terroristas nos intimiden”. “Este es el mundo en el que vivimos”, añadió a su lado el gobernador, Andrew Cuomo. “El terrorismo solo funciona si se le permite”, finalizó el demócrata.
Las autoridades insisten en que la investigación sigue su curso y no tienen constancia de que haya otros lugares amenazados. Se está reforzando, sin embargo, la presencia policial en sitios como las sedes de los medios de comunicación. “Son unos pocos los que tratan de separarnos por la vía de la violencia”, concluyó el alcalde de Nueva York, “no podemos permitirlo”.
“Los paquetes fueron identificados inmediatamente durante los procedimientos de supervisión rutinarios del correo como potenciales artefactos explosivos y fueron tratados adecuadamente como tales”, explicó el Servicio Secreto a través de un comunicado. Las autoridades dijeron que tanto Clinton como Obama están fuera de peligro. La campaña, sin embargo, está tocada.
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