Maria Butina se infiltró en círculos conservadores para influenciar a republicanos poderosos mientras servía a la inteligencia rusa
13 de diciembre de 2018 – Washington – Agencias.
Con ligero acento, Maria Butina se ha declarado este jueves en un tribunal federal de Washington “culpable” de conspiración como agente del Kremlin en Estados Unidos. La mujer rusa estuvo infiltrada en las altas esferas de la política conservadora norteamericana desde 2015 hasta su detención en julio de 2018. Butina, 30 años, se enfrenta a un máximo de cinco años de prisión, aunque la sentencia no se dictará de forma inmediata.
Su cooperación con las autoridades federales puede reducir la pena considerablemente, desde seis meses a ninguno en prisión. Es muy probable que sea deportada una vez haya cumplido la sentencia que se le imponga.
Su declaración de culpabilidad supone la admisión de conspirar con un estadounidense, supuestamente un influyente consultor del Partido Republicano llamado Paul Erickson, para, bajo las órdenes de Moscú, establecer canales de comunicación secretos entre “políticos estadounidenses” con el fin último de beneficiar a la Federación Rusa, según el acuerdo al que ha llegado con el tribunal. Butina deberá ahora aportar pruebas contra el hombre con quien trabajó de forma cercana y con el que mantuvo una relación romántica (se ha conocido una visita de él a Moscú en 2013). Erickson es un antiguo consejero del Partido Republicano que dirigió la campaña presidencial de Pat Buchanan en 1992.
Butina trabajó, supuestamente, bajo las órdenes de un alto funcionario del Gobierno ruso, Alexander Torshin, quien ocupaba un alto puesto en el Banco Central ruso, y se benefició de la ayuda económica de un oligarca multimillonario cercano al Kremlin a quien llamaba su “financiador”, según informaron fiscales federales tras su detención en julio.
La joven pidió 125.000 dólares a un multimillonario ruso con el objetivo de procurar conexiones con líderes republicanos a través de una red de contactos en la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, siglas en inglés) y grupos religiosos conservadores, entre ellos los organizadores del Desayuno de Oración Nacional, siempre según la fiscalía. “La campaña encubierta de influencia por parte de la acusada involucró planificación, coordinación internacional y preparación significativas”, dijeron.
Las actividades de la mujer rusa se sumaban a los ya conocidos esfuerzos de Moscú para influir en la campaña presidencial de 2016, que dio la victoria a Donald Trump frente a Hillary Clinton, mediante una sofisticada estrategia de difusión de propaganda y de información robada.
El abogado de la joven, Robert N. Driscoll, intentó distanciar a su clienta de la injerencia de Moscú en las elecciones de 2016 enfatizando que Butina no ha sido acusada por el fiscal especial que investiga el caso, Robert S. Mueller, y que no debe ser agrupada bajo el mismo paraguas que la docena de ciudadanos rusos acusados de infiltrar los ordenadores de organizaciones demócratas o de utilizar ilegalmente las redes sociales para intentar influir en la elección. “Butina no actuó como agente en ninguno de estos temas serios o relevantes” que involucran la relación entre Estados Unidos y Rusia, dijo Driscoll. “No tiene nada que ver con Mueller”.
Desde al menos 2015, cuando llegó a EE UU con un visado de estudiante bajo el pretexto falso de que cursaba un máster en Washington, el objetivo de Butina era infiltrarse en el aparato político estadounidense. Con sus contactos en la NRA, por ejemplo, logró hablar brevemente en un acto en 2015 con Donald Trump, entonces solo candidato electoral, sobre su visión de la política exterior estadounidense.