Las autoridades de Teherán dijeron en un primer momento que fue un fallo técnico, pero Ucrania sospecha que pudo ser un atentado o un ataque con misil
9 de enero de 2020 – Agencias.
En la madrugada del pasado miércoles las autoridades iraníes daban la orden de lanzar misiles balísticos contra dos bases militares iraquíes que albergan soldados estadounidenses. Apenas unas horas después, en torno a las 6.12 de la mañana, un avión de la aerolínea estatal ucraniana se estrellaba a 45 kilómetros de Teherán. Conscientes de la coincidencia temporal entre ambos hechos, y de la tensión generada, las autoridades iraníes salieron rápidamente al paso. Señalaron que un fallo técnico podría ser la causa más plausible de lo que calificaron de accidente, y condujeron todas las miradas hacia Boeing, la compañía fabricante de la aeronave, que ya se encuentra bajo escrutinio desde hace meses por los accidentes que han sufrido varios aparatos de su modelo 737 MAX.
A medida que iban pasando las horas, sin embargo, las dudas se empezaron a amontonar, sobre todo a raíz de los testimonios recogidos de testigos y de imágenes difundidas en las redes sociales que habrían sido tomadas en la zona del accidente y en las que aparecen supuestos restos de misiles. Unas sospechas que finalmente empezaban a tomar cuerpo ayer por la mañana cuando el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, Oleksiy Danilov, apuntaba que barajan la hipótesis de que efectivamente fuera otro misil el que derribara el avión. En concreto, Danilov detalló a un medio local que se está dando seguimiento a unos informes sin confirmar que apuntan a la presencia de fragmentos de un misil tierra-aire de fabricación rusa cerca del lugar donde cayó el avión.
La aeronave, un Boeing 737-800 de Ukraine International Airlines que viajaba con dirección a Kiev, había despegado del aeropuerto Imam Jomeini, en la capital iraní, y se estrelló al cabo de tan solo seis minutos en una localidad situada en los aledaños de Teherán, a unos 45 kilómetros aproximadamente, después de haber intentado retroceder hasta un aeropuerto de la ciudad. Las 176 personas que iban a bordo, principalmente iraníes y canadienses, perecieron.
Sumándose a la conjetura planteada por Danilov, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, apuntalaba por la tarde la hipótesis de Kiev. Durante una rueda de prensa, reconoció que tiene «sospechas» de que el siniestro no fue un accidente, que podría haber sido una «equivocación». Aunque no ofreció más detalles, el inquilino de la Casa Blanca señaló que tenía un terrible presentimiento. Y varios medios americanos y británicos se apresuraron a publicar la versión de sus fuentes de Inteligencia según las cuales, satélites americanos habrían detectado el lanzamiento de dos misiles en la zona del siniestro poco antes de que el avión despegara, seguido de una explosión.
Teorías sobre el siniestro
Antes que Trump, la oficina del primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, había exhortado a las autoridades pertinentes a realizar una investigación transparente, tras hacerse eco de los «muy preocupantes» informes que habían empezado a aflorar. A pesar de ello, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa ucraniano apuntó en su página de Facebook que las autoridades de su país no descartan la posibilidad de que la causa de la tragedia sea otra, incluido un acto terrorista, un choque con un objeto volador como un dron o un artefacto explosivo.
Consciente de la reacción pública que podría generar el incidente, el propio presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, hizo un llamamiento en una comparecencia televisiva para evitar especulaciones innecesarias. Durante su discurso, Zelensky señaló que había hablado con su homólogo de Irán, Hasan Rohani, quien le habría asegurado que facilitaría toda la ayuda necesaria para la investigación.
Inicialmente, un informe preliminar elaborado por la organización de aviación civil iraní apuntó que el aparato siniestrado, que había pasado revisión el lunes, habría sufrido un problema técnico aún por determinar poco después de alzar el vuelo. Además, señaló que no había registrada comunicación de radio con el piloto, y que las autoridades locales habían dado con las cajas negras, pero que éstas se encontraban dañadas por el impacto y el fuego, sembrando la duda de si se podría acceder o no a su contenido. Ayer, la misma organización rechazó que misiles pudieran ser la causa del accidente.
Debido a la complejidad que acarrean investigaciones de este tipo, los trabajos pueden alargarse durante meses. Pero en este caso la empresa promete tornarse particularmente compleja. Los equipos que investigan estos sucesos suelen estar formados por miembros procedentes del país de la aerolínea afectada –un equipo de 45 investigadores ucranianos llegó ya ayer a Irán– las víctimas y el fabricante del avión. Una fórmula que resulta complicada de cumplir en este caso, ya que Boeing es una compañía de Estados Unidos, inmerso en un acalorado pulso con Irán, y que Ucrania se encuentra, a su vez, en el centro del motivo por el que Trump está haciendo frente a un impeachment en casa.
La experiencia de los investigadores ucranianos, sin embargo, podría resultar de gran ayuda. Y es que algunos de los miembros del equipo que se han desplazado a Irán ya participaron en la investigación del avión de Malaysian Airlines abatido en julio de 2014 cuando sobrevolaba territorio de grupos separatistas cercanos a Rusia en el este de Ucrania. En aquella ocasión, 298 personas perdieron la vida.
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