El presidente chino evita concretar nuevas medidas de apertura económica en la celebración del 40º aniversario del inicio del proceso de reforma
18 de diciembre de 2018 – Pekín – Agencias.
China celebró este martes el 40 aniversario del inicio del proceso de reforma y apertura económica, un punto de inflexión que ha cambiado al país asiático y lo ha encumbrado como la gran potencia emergente del planeta. El presidente chino, Xi Jinping, prometió seguir por esta senda, aunque usó un tono desafiante contra las presiones externas y redobló su apuesta por un Partido Comunista con un papel omnipresente en el modelo de desarrollo del país asiático.
Xi no anunció ninguna medida concreta en cuanto a liberalización económica en un momento en que el compromiso de China con la apertura ha sido cuestionado por varios de sus socios comerciales -especialmente Estados Unidos- e incluso por varias voces dentro del país, aunque tímidamente. Xi, sin mencionar en ningún momento a Donald Trump, dejó claro que no piensa claudicar ante las demandas de otros países: “Nadie está en posición de dictar a China lo que debe hacer”, aseguró.
Durante una hora y media, Xi articuló un discurso basado principalmente en defender a ultranza el papel y la contribución del Partido Comunista chino en el desarrollo del país durante los últimos cuarenta años. “El Partido lo lidera todo”, dijo, citando al fundador de la República Popular China, Mao Zedong. Hubo también referencias a Deng Xiaoping, el carismático líder que hace cuatro décadas impulsó el proceso de reforma y cuya figura se ha visto desdibujada en este aniversario en favor de la del propio Xi. “El proceso de reforma y apertura es uno de los hitos más destacados de la China contemporánea”, dijo el actual líder chino ante más de 3.000 personas en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín.
Pero, pese a defender este proceso de reforma y apertura del país, Xi no concretó los próximos pasos ni dio señales de seguir reduciendo el control actual del Estado-Partido sobre la economía. La administración estadounidense, liderada por Donald Trump, ha optado por la vía dura –iniciando una guerra comercial- con el objetivo forzar a China a modificar su política industrial o reducir los privilegios de las empresas estatales al considerar que el país no juega limpio. Xi, que considera ambos factores claves para el modelo de desarrollo del país, defendió “hacer reformas en áreas en que es necesario hacerlas, pero no en otras que no deben ser reformadas”, dejando claro que no está dispuesto a cruzar cualquier línea roja que debilite el liderazgo y control del Partido Comunista.
Una vez más, el presidente chino pareció referirse al término “reforma” como algo que no tiene por qué estar relacionado directamente con la liberalización económica, y, por tanto, lejos de los reclamos en Occidente que piden mejorar el acceso a su mercado y una mayor igualdad de condiciones entre empresas locales y extranjeras. Xi, de hecho, instó al país a “mantener el rumbo” de su actual camino de reformas, si bien durante sus seis años de mandato no ha cumplido gran parte de sus promesas basadas en que las fuerzas del mercado jueguen un papel determinante en la economía.
El consenso entre los analistas es que Xi opta por un sistema autoritario más dirigido por el Estado que por el mercado, algo que socava los intereses del vibrante sector privado chino y de las empresas extranjeras, pese a las presiones internas y externas. “Debemos reforzar de forma inquebrantable el desarrollo de la economía estatal mientras alentamos, apoyamos y guiamos el desarrollo del sector privado”, afirmó Xi al respecto. Esta visión es el principal obstáculo que enturbia las relaciones entre Pekín y sus principales socios comerciales, especialmente Estados Unidos, país con el que tiene roces evidentes que se extienden más allá del puro intercambio comercial pese a que se haya acordado una tregua arancelaria de 90 días.
El discurso de Xi, muy dirigido a la audiencia local, no da motivos para pensar que ambos países sean capaces de alcanzar un acuerdo significativo en materia comercial. Para Alicia García Herrero, economista jefe de Natixis en Asia-Pacífico, la falta de un anuncio específico de reformas por parte de Pekín “podría implicar que China se haya dado cuenta de que existe un margen limitado para las concesiones a Estados Unidos. En otras palabras, China no puede ofrecer las reformas que Estados Unidos quiere, y lo que Pekín puede dar no satisfará a los negociadores estadounidenses”.
Esta circunstancia, a su vez, llevaría a China a tratar de ser cada vez más autosuficiente especialmente en lo tecnológico, un mantra que fue repetido por Xi este martes. “El liderazgo chino puede haber llegado a la conclusión de que ha comenzado una era de competencia estratégica entre China y Estados Unidos y de desvinculación entre ambas economías que no se puede detener”, explica García Herrero en una nota.
En cuarenta años, China ha multiplicado por 80 el tamaño de su economía –actualmente la segunda mayor del mundo- y se ha convertido en la primera potencia comercial y manufacturera del planeta. “Lo que hemos logrado no es fruto del regalo de otros, sino del trabajo duro y la sabiduría del Partido y del pueblo chino. En solamente unas décadas hemos completado un proceso de industrialización que para otros países desarrollados llevó cientos de años conseguir”, presumió Xi.
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