“Todos los acuerdos previos alcanzados mediante la negociación se verán invalidados”, sentencia el Ministerio de Comercio
15 de junio de 2018 – Pekín – Agencias.
China ha devuelto el golpe, como amenazaba. Tras el nuevo anuncio de Estados Unidos de aranceles sobre productos de ese país, Pekín ha anunciado este viernes medidas por el mismo valor. Tasas del 25% para 659 tipos de productos estadounidenses, por un valor de 50.000 millones de dólares. Aunque empezarán a aplicarse de modo escalonado, el primer gran grupo, 545 productos, empezarán a verse afectados en tres semanas, el 6 de julio, según ha anunciado un comunicado del Ministerio de Finanzas.
Los primeros productos que se verán afectados son las semillas de soja, el maíz, el arroz, el trigo, el sorgo, el vacuno, el cerdo, el pollo, el pescado, los lácteos, los frutos secos, las verduras, los vehículos y los productos acuáticos, con un valor conjunto de 34.000 millones de dólares. En particular, la soja es el bien más perjudicado: China es el principal comprador de esta semilla a Estados Unidos, 12.000 millones de dólares anuales.
El resto de los aranceles irá entrando en vigor a medida que Estados Unidos vaya aplicando los suyos, y se destinarán a bienes, sobre todo, del sector energético: carbón, gas natural, petróleo crudo.
“Todos los acuerdos previos alcanzados mediante la negociación se verán invalidados”, ha señalado un comunicado del Ministerio de Comercio. “China no quiere verse inmersa en una guerra comercial, pero a la luz de los miopes actos de la parte estadounidense… China se ve forzada a adoptar medidas firmes y decididas para contestar”.
Si Estados Unidos ha optado por imponer sus castigos sobre los sectores de las exportaciones que China considera claves, productos tecnológicos que constituyen la base del programa “Made in China 2025” con el que Pekín quiere convertirse en líder mundial de la innovación para ese año, el Gobierno del presidente de Xi Jinping ha ido también por productos clave para la Administración de EE. UU. Los agricultores del Medio Oeste y los trabajadores en la industria del motor representan algunos de los principales grupos de la base del presidente Donald Trump.
Trump ha prometido a sus votantes que reducirá el desequilibrio comercial estadounidense, del que China representa la mayor parte, 375.000 millones de dólares sobre un total de 556.000 el año pasado. En el primer cuatrimestre de 2018, el saldo a favor de Pekín sumó 119.000 millones de dólares.
La actual Casa Blanca acusa a China de prácticas comerciales injustas, incluida la adquisición de propiedad intelectual y tecnología estadounidense, que le han permitido lograr esa diferencia. En particular, mira ahora con sospecha el programa “Made in China 2025”, con el que Pekín subsidia sectores que considera estratégicos, como la robótica o la inteligencia artificial, mientras que las compañías extranjeras denuncian obstáculos para competir en condiciones de igualdad en territorio chino.
La guerra está servida. Pero es posible que no quede aquí. Como apunta la consultora Oxford Economics, los nuevos aranceles afectan solo al 10% de los productos chinos que entran en Estados Unidos, pero al 30% de las exportaciones de EE. UU. hacia el gigante asiático. Es probable, según la consultora, que Washington “aumente la apuesta rápidamente con aranceles sobre 150.000 millones de dólares en importaciones de China”, el equivalente al 30% del total que compró a ese país en 2017. La escalada de las tensiones “podría acarrear graves consecuencias en ambas economías”: si se llegara a ese extremo y Pekín devolviera ojo por ojo, el impacto podría rondar el 0,3 ó el 0,4% de su PIB. Un daño que, en EE. UU., se notaría especialmente en el sector agrícola y que en China recaería sobre todo en el tecnológico.