6 de septiembre de 2017 – Hong Kong – Agencias.
Reunido en la ciudad china de Xiamen con mandatarios de Brasil, India, China y Suráfrica, el presidente ruso, Vladimir Putin, mostró ayer su rechazo a imponer nuevas sanciones contra Pyongyang mientras advertía de que la «histeria militar» derivada del último ensayo nuclear de Corea del Norte podría conducir a una «catástrofe planetaria» con un gran número de víctimas. «No hay otra forma de resolver el problema nuclear norcoreano que con el diálogo pacífico», afirmó Putin en su discurso del último día en la cumbre de los BRICS, ocasión que aprovechó para airear su oposición a la actuación de las partes implicadas. Si por una parte condenó la última provocación del régimen de Kim Jong Un, que el domingo probó una bomba de hidrógeno; por la otra tachó de «inútil e ineficaz» el paquete de sanciones que EE UU, sus aliados europeos y Japón buscan aprobar como respuesta al último desafío de Pyongyang.
En particular, el líder ruso cargó contra EE UU e incluso le sacó los colores –sin nombrarlo– a su presidente, Donald Trump. Según dijo, «es difícil dialogar con personas que confunden Austria con Australia. No puedes hacer nada al respecto. Ése parece ser el nivel de la cultura política de una parte determinada de la élite estadounidense». Y con estas declaraciones, el enfrentamiento quedó servido. La postura de Moscú sigue la senda marcada por otro de los grandes implicados en el conflicto, una China que un día antes también había criticado la determinación de Trump a cortar relaciones comerciales con los países que tengan negocios con Corea del Norte. El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Geng Shuang, consideró «inaceptable e injusto» que el único aliado y mayor socio comercial de Pyongyang vea sus intereses en peligro y sujetos a sanciones pese a haber trabajado duro para resolver pacíficamente este asunto.
La alianza entre Moscú y Pekín, abierta al diálogo y a la reanudación de las negociaciones con Kim, trata de hacer frente a las iniciativas de EE UU y la UE, que abogan por estrictas sanciones que aíslen al régimen económicamente. Ayer, la canciller alemana, Angela Merkel, que secundó imponer mayores castigos al régimen Juche, anunció que los ministros de Exteriores de la UE se reunirían el de semana en Alemania para abordar la cuestión. Mientras la comunidad internacional debate, Pyongyang salió al paso y amenazó a Washington con nuevos lanzamientos balísticos. El embajador de Corea del Norte en Ginebra, Han Tae Song, aseguró que EE UU «recibirá más paquetes con regalos» mientras mantenga «sus provocaciones imprudentes y vanos intentos por ejercer presión». El diplomático insistió en que «la presión y las sanciones nunca funcionarán. Nunca pondremos nuestro arsenal nuclear disuasorio sobre la mesa». Su advertencia viene respaldada por numerosos expertos que afirman que Pyongyang no renunciará a su carrera nuclear, una baza que hasta ahora ha usado para contener cualquier tipo de ataque. Kim quiere evitar a toda costa lo que le pasó a Gadafi, que renunció a su programa nuclear en 2003 y tan sólo unos años después vivió una insurrección en la que participaron fuerzas estadounidendes y europeas. Por este motivo, los analistas apuestan porque Trump debería aceptar el estatus nuclear de Corea del Norte y normalizar las relaciones.
Con todas las partes posicionadas a favor o en contra de las sanciones y el uso de la vía diplomática, Corea del Sur oscila entre su voluntad por dialogar y su determinación por reforzar sus medidas defensivas. Desde que el domingo Pyongyang asegurase que el país cuenta con la capacidad de insertar una cabeza nuclear en un misil intercontinental, Seúl ha dado varios pasos en firme. Ahora baraja la posibilidad de realizar una compra de sistemas de armas avanzados de EE UU.