29 de septiembre de 2017 – Agencias.
Donald Trump tenía un pie en el pantano y lo sacó. Su secretario de Salud, Tom Price, vapuleado a derecha e izquierda por cargar a las arcas públicas sus viajes en jets privados, presentó este viernes la dimisión. Su caída, lejos de una decisión libérrima, vino forzada por la dimensión que había cobrado el escándalo y por las palabras del propio presidente, quien poco antes de la defenestración expresó públicamente su malestar. “No estoy feliz, ¿ok?”, dijo Trump al ser preguntado por el caso.
La salida de Price no supone ninguna fisura irreparable, pero muestra la inestabilidad que impera en la Casa Blanca. En pocos meses han sido fulminados el consejero de Seguridad Nacional, el secretario de Prensa, el jefe de Gabinete, el director de Comunicaciones, el estratega jefe… Aunque la etiología de los despidos ha sido variada, todos tienen un punto en común: la ligereza de Trump, un recién llegado a la política, a la hora formar Gobierno.
En el caso de Price, un cirujano ortopédico de 63 años, su destitución ha venido precedida por un escándalo que amenazaba con salpicar al presidente. En pocos meses, el secretario de Salud había pasado a su departamento una factura de más de 400.000 dólares por dos docenas de viajes en jets privados, alguno con un coste de 25.000 dólares. La desorbitante cifra, destapada el pasado 19 de septiembre por Político, había sacudido a la opinión pública. En una Administración empeñada en recortar los programas sanitarios y a la que no le importa dejar a millones de personas sin seguro médico, el descubrimiento de que su máximo responsable de Salud gastaba con pólvora del rey fue visto como un síntoma de corrupción. De esas prácticas cenagosas y prepotentes que Trump tanto criticó en su campaña y que prometió erradicar.
Alimentada por continuas revelaciones, la ola creció muy por encima de los intentos para frenarla. Ni siquiera sirvió el gesto de Price, ya con el agua al cuello, de pedir disculpas y prometer la devolución del dinero. Sin esperar al reembolso, el mismo presidente hizo público su malestar y anunció que iba a tomar una decisión. Dos horas después de esta advertencia pública, la Casa Blanca emitió un comunicado con la dimisión del secretario.
Destacado miembro de la derecha médica, antiabortista y contrario al matrimonio homosexual, Price se había distinguido antes y después de su mandato por su fiera oposición al sistema sanitario implantado por Barack Obama. Pero siendo su debelación su principal tarea, también resultó su mayor fracaso. Los denodados intentos por derribar el Obamacare han chocado con la falta de consenso republicano en el Congreso. Un fiasco que empequeñeció hasta tamaños microscópicos la figura del secretario de Salud y que ahora ha permitido que su caída sea vista como obligada. Un peón menos en el tablero de Washington.