Mientras Colombia se aleja del centro, los candidatos tendrán que dirigirse a un espectro más amplio antes del 17 de junio
30 de mayo de 2018 – Bogotá – Agencias.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales del domingo en Colombia dejó un mensaje nítido sobre las expectativas de los ciudadanos. El triunfo del candidato uribista, Iván Duque, que se disputará la presidencia con el aspirante antiestablishment Gustavo Petro el 17 de junio, supone un castigo para el centro y el proyecto político del actual mandatario, Juan Manuel Santos. Los resultados muestran también una polarización entre las dos candidaturas más enfrentadas entre sí, en la derecha y en la izquierda del espectro. No obstante, los dos contrincantes deberán ahora dirigirse también a los votantes tradicionalmente más moderados para asegurase la victoria.
Duque logró el 39,1% de los votos en unos comicios con una participación del 53,38%, un récord para el país andino. Superó incluso los apoyos obtenidos en 2006 por su mentor, el expresidente Álvaro Uribe. Su discurso estaba centrado en la recuperación económica. No obstante, para los colombianos el aspirante del Centro Democrático representaba, entre todas las opciones, las posiciones más conservadoras y el rechazo al proceso de negociación con la antigua guerrilla liderado por el propio Uribe. Fue portavoz de la campaña del no antes del plebiscito de 2016, su posición se impuso entonces por la mínima y el domingo mejoró esos resultados por más de un millón de sufragios.
El exsenador, que fue exconsejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, tiene un estilo que difiere claramente del de su padre político, que siguió el recuento desde su finca de Rionegro, cerca de Medellín. No obstante, las dudas ahora giran en torno a su capacidad para emanciparse de Uribe, a quien debe en buena medida su impulso electoral, y fortalecer su perfil.
Duque no pretende enterrar el acuerdo de paz, aunque sí propone modificaciones importantes relacionadas con la justicia transicional y la participación en política de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, el partido nacido del grupo insurgente. Este planteamiento choca no solo con Santos, que en una reciente entrevista aseguró que ese proceso es “irreversible”, sino también con los otros tres candidatos que quedaron fuera de la competición.
Se trata del profesor y exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, que se quedó a medio paso de la segunda vuelta; Germán Vargas Lleras, hasta marzo del año pasado vicepresidente con Santos; y Humberto de la Calle, negociador de los acuerdos alcanzados con las FARC.
“Gobernar para todos”
A ellos, sobre todo a sus votantes, deben dirigirse ahora tanto Duque como Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá y exguerrillero del M-19, un movimiento desmovilizado hace casi tres décadas. El primero defendió, tras conocer los resultados, una gestión “sin retrovisor”, lanzó un guiño a Fajardo y a Vargas Lleras y expresó su respeto por De la Calle. “Queremos gobernar con todos y para todos los colombianos”, aseguró antes de invitar a su contrincante a tener una campaña de segunda vuelta “de altura”. Este enfatizó: “Nuestros votos son los votos de la juventud y de los excluidos a lo largo y ancho de Colombia. Pueden ustedes tener la certeza de que vamos a vencer, que se puede cambiar la historia de Colombia”. Un dirigente de la lista de Petro, además, especuló públicamente sobre la posibilidad de ofrecer cargos ministeriales a los aspirantes excluidos.
Precisamente, la división de las listas de centro fue lo que permitió al exregidor de la capital situarse en segunda vuelta. La principal conclusión es que los colombianos tendrán que elegir entre dos opciones que se alejan del legado de Santos, que dejará el testigo en agosto. Por dos razones distintas. Por un lado, la crítica a la negociación con las FARC, y por otro, la ruptura con su modelo productivo, que en términos macroeconómicos ha sido juzgado positivamente por los mercados.
Comienza ahora una carrera que llevará durante las próximas tres semanas a dos políticos con visiones del mundo muy enfrentadas a buscar alianzas. La ventaja de Duque es, en primer lugar, la misma estructura sociológica de Colombia, donde la izquierda apenas ha tenido espacio. A eso cabe añadir el clima en el que se ha desarrollado hasta ahora la campaña electoral, en la que el espejo de la deriva de Venezuela ha estado muy presente.
Esta circunstancia ha forzado a Petro, que tiene de su parte el hartazgo de los ciudadanos con las clases políticas tradicionales y las ganas de regeneración, a distanciarse del chavismo. En un encuentro con periodistas internacionales celebrado hace semanas afirmó que el régimen de Nicolás Maduro es “una dictadura insostenible con efectos nocivos sobre la población”. Pero vinculó esa reflexión al modelo productivo de Venezuela, pasando por alto la filosofía política del expresidente Hugo Chávez fallecido en 2013, con quien mantuvo una relación de amistad.