8 de noviembre de 2017 – Washington – Agencias.
Para los ciudadanos estadounidenses viajar a Cuba será mucho más difícil a partir del jueves, lo que supone un varapalo a la débil economía cubana y su floreciente clase de trabajadores privados. El Gobierno de Donald Trump detalló este miércoles las nuevas restricciones respecto a la isla anunciadas el pasado junio y que revierten el deshielo iniciado en 2014 por su predecesor, Barack Obama.
La principal novedad es que se cierran los resquicios que facilitaban el viaje de estadounidenses a Cuba y que han disparado el turismo al país comunista. El embargo de EE UU a Cuba, levantado en 1962 y blindado por el Congreso, no permite viajar por motivos de turismo a la isla. Las visitas solo pueden autorizarse dentro de 12 categorías, entre ellas motivos familiares, educativos, de investigación o de apoyo al pueblo cubano.
Sin embargo, en su política de acercamiento a Cuba, Obama relajó los requisitos sobre las razones y duración de los viajes siempre que pudieran justificarse dentro de esas 12 categorías. A efectos prácticos, se abrió la puerta a que los motivos educativos o de apoyo al pueblo cubano sirvieran para acudir por turismo a la isla. Eso, junto al restablecimiento de los vuelos directos entre ambos países, ha propiciado un auge de las visitas de estadounidenses a Cuba. En 2016, aumentaron un 34% respecto al año anterior y en los primeros cinco meses de 2017 se igualó el número de viajeros del año anterior.
Los cambios del Departamento del Tesoro en las normativas sobre Cuba imponen nuevas obligaciones. Los norteamericanos que aleguen desplazarse a la isla caribeña por motivos educativos tendrán que hacerlo bajo el auspicio de una organización en EE UU y tendrán que estar acompañados en su viaje por personas de dicha entidad salvo que sean un integrante de ella. La entrada en vigor es flexible: se exime a las personas que compraron sus billetes de avión antes del jueves.
Trump no detalló la letra pequeña de estos cambios al anunciar en junio en Miami su nueva política con La Habana, en la que clamó contra el “monopolio militar que oprime a los cubanos” pero evitó romper con el restablecimiento diplomático, los vuelos directos o las facilidades para cubanoamericanos.
Acompañados y con actividades
Lo único que se reveló entonces es que no se permitirían los viajes individuales conocidos como “de persona a persona”. Desde el jueves, si no son por motivos educativos, tendrán que realizarse en grupo dentro de una organización estadounidense. Además, esos visitantes deberán tener un “horario completo” de actividades con ciudadanos cubanos, como por ejemplo alojarse en una casa privada o almorzar en restaurantes privados además de otros requisitos.
Lo que también se anunció en junio -pero sin detalles- es que se prohibiría la relación comercial con el conglomerado militar y seguridad del régimen, que controla el 60% de la economía cubana. El Departamento de Estado publicó este miércoles la lista de entidades con las que los estadounidenses no pueden efectuar “transacciones financieras directas”. Son decenas de hoteles, tiendas turísticas o destilerías de ron. Por ejemplo, varios de los hoteles son de empresas españolas, como Meliá e Iberostar, que operan bajo el paraguas de Gaviota, la empresa militar cubana que gestiona el sector turístico.
La restricción implica que un estadounidense no estará autorizado a “reservar una habitación de hotel directamente” con un establecimiento incluido en dicha lista, según el Tesoro. Como en los viajes, las transacciones acordadas antes de la entrada en vigor de las restricciones no se ven afectadas.
Desde el sector turístico cubano se confía en poder explotar los resquicios de la nueva normativa, por ejemplo mediante viajes en grupo que solo trabajen con el sector privado. Pero, en cualquier caso, las prohibiciones suponen un golpe al creciente negocio de empresas turísticas y aerolíneas estadounidenses con presencia en Cuba, que temen ahora un declive de visitantes.
Un informe de junio de Brookings Institution, un laboratorio de ideas en Washington, advertía de que las penalizaciones no reducirían la influencia del Ejército sino que tendrían un “desproporcionado efecto negativo” en el emergente sector privado y los cubanos ordinarios que trabajan indirectamente para el complejo turístico militar al margen de “restringir el derecho” de los estadounidenses a viajar.