Europa se mantiene firme en su defensa del acuerdo tras la acusación de Israel de que Teherán desarrolló un programa atómico secreto
1 de mayo de 2018 – Washington / Dubai – Agencias.
Estados Unidos aprieta el paso en la recta final. A falta de 10 días para que el presidente Donald Trump decida si rompe el pacto nuclear con Irán, la oportunísima denuncia israelí de que Teherán desarrolló un programa atómico secreto ha sido utilizada por Washington para presionar a sus aliados y pedirles que abandonen el texto de 2015. De poco ha servido que el régimen de los ayatolás considere las acusaciones “viejas, sin contenido y mentirosas”. La maniobra busca allanar el camino de una decisión que cada día parece más inevitable.
La coreografía estaba bien ensayada. El secretario de Estado, Mike Pompeo, amenazó este fin de semana en Arabia Saudí con la ruptura del acuerdo. Luego se entrevistó en una escala con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y al día siguiente este denunció el “programa nuclear secreto” y, como prueba, presentó al mundo 55.000 archivos robados de Teherán que EEUU ya conocía desde hace tiempo.
El golpe de efecto se ha completado con una durísima declaración del Departamento de Estado. El comunicado considera que los papeles presentados por Netanyahu son auténticos y que muestran que “Irán mintió y sigue mintiendo”. “El pacto se construyó sobre un engaño, sobre la promesa iraní de que jamás buscaría desarrollar o comprar arma nuclear alguna. Ha llegado la hora de revisar si se puede confiar en Irán”, señala Pompeo.
Acto seguido, el secretario de Estado anuncia que “va a consultar con los aliados europeos y otras naciones [Francia, Alemania, Reino Unido, China y Rusia] sobre la mejor forma de actuar respecto al propósito pasado de Irán de desarrollar armas nucleares y su sistemático engaño al mundo”.
El punto de partida de estas consultas es bien conocido. Trump entiende que el pacto que firmó Barack Obama es un fracaso. Aunque nadie ha podido demostrar que Irán lo incumpla, para la Casa Blanca sus objetivos finales no se han logrado: Irán mantiene su programa balístico y no se ha frenado la inestabilidad en Oriente Próximo. Bajo estas premisas, Washington ofrece romper el acuerdo y renegociar otro que incluya mayores ataduras para Teherán.
Irán rechaza esta vía y tampoco acepta las acusaciones de Netanyahu, a quien calificó de “mentiroso inveterado”. La reacción oficial iraní, difundida por el Ministerio de Exteriores, asegura que se trata de alegaciones “viejas, sin contenido y vergonzosas”. “Los dirigentes sionistas no ven más medios de asegurar la supervivencia de su régimen ilegal que amenazar a los otros mediante la charlatanería”, ha asegurado el portavoz de Exteriores iraní, Bahram Qasemi, en un comunicado. “Netanyahu y el tristemente célebre régimen sionista asesino de niños deberían, sin embargo, comprender que la opinión pública mundial está lo suficientemente formada [como para creerles]”, concluye el texto con la habitual retórica iraní.
Más allá de la irritación que ha producido en Teherán, la puesta en escena de Netayanhu tampoco parece haber influido en las posturas del resto de los firmantes del acuerdo nuclear. Por ejemplo, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha señalado que las declaraciones israelíes refuerzan “la pertinencia de mantenerlo”. Y la alta representante europea para la Política Exterior, Federica Mogherini, ha mostrado una enorme gelidez.
“Si algún país tiene información sobre algún incumplimiento de cualquier tipo, puede y debe dirigirla a los mecanismos adecuados, el OIEA [Organismo Internacional de la Energía Atómica] y la Comisión Conjunta [del PIAC] para la vigilancia del acuerdo nuclear que presido”, declaró Mogherini. “El PIAC no se basa en asunciones de buena fe o confianza, sino en compromisos concretos, mecanismos de verificación y un control muy estricto de hechos, realizado por el OIEA”, subrayó antes de recordar que ese organismo ha publicado diez informes certificando que Irán ha cumplido plenamente sus compromisos, el último el pasado 5 de marzo.
El OIEA, por su parte remitió al informe que publicó en diciembre de 2015, apenas un mes antes de que el acuerdo entrara en vigor, según el cual Irán había investigado sobre armas atómicas antes de 2003, pero no pasó de la fase de estudio y viabilidad de un dispositivo explosivo. El mismo texto constataba que no existía indicación alguna de que ese empeño se hubiera prolongado más allá de 2009.