1 de agosto de 2017 – Beirut – Agencias.
Afganistán vuelve a ser un polvorín. En la última semana, el país centroasiático ha sido víctima de dos ataques terroristas uno en Kandahar y el de ayer contra la embajada de Irak en Kabul. La capital afgana volvió a despertar bajo el estruendo de las explosiones. Un asaltante suicida se hizo explotar a la entrada de la legación diplomática en la comercial área de Shar-e-Naw, y tras el desconcierto, otros tres atacantes ingresaron en el edificio. El asalto yihadista duró casi cuatro horas, y se saldó con la muerte de los cuatro terroristas y de dos empleados afganos de la sede diplomática. Las televisoras Tolo y TvNews mostraron columnas de humo que se elevan del edificio diplomático.
«El ataque terrorista a la embajada iraquí en Kabul finalizó con la muerte de los atacantes», informó el Ministerio de Interior afgano, que aclaró que las tropas de seguridad evacuaron rápidamente a su personal, incluido el embajador. Por su parte, un portavoz de la Policía detalló que a las 10:30 locales hombres armados entraron en acción en el barrio de Shar-e-Naw a través de la explosión de un ataque suicida, y luego comenzó un tiroteo en la zona. Si bien el modus operandi apuntaba a los talibanes, el Estado Islámico asumió la autoría del ataque contra la embajada de Irak. La rama afgana del EI reivindicó el ataque a través de su agencia de noticias Amaq. En un comunicado, el grupo yihadista aseguró que en el ataque murieron siete guardias de seguridad, lo que contradice a la versión oficial del Gobierno afgano.
El ataque podría haberse interpretado como venganza a las declaraciones del encargado de negocios de la embajada de Irak en Kabul había celebrado en una rueda de prensa la reciente liberación de Mosul (Irak). «La victoria de nuestras Fuerzas Armadas y de la movilización popular que liberaron la ciudad de Mosul», aplaudió el diplomático iraquí. Además, el Ejército de EE UU anunció en julio la muerte del nuevo líder del grupo yihadista EI en Afganistán durante un bombardeo en la provincia de Kunar, tres meses después de abatir a su predecesor.
«Las Fuerzas Armadas estadounidenses mataron a Abu Sayed», líder del EI-Jorasán, «en un bombardeo al cuartel general del grupo en la provincia de Kunar el 11 de julio», explicó la portavoz del Pentágono, Dana White. El asalto yihadista se produce menos de una semana después de que un comando talibán atacara una base militar en Kandahar, al sur de Afganistán y acabara con la vida de 26 soldados afganos y 80 insurgentes que resultaron «muertos y heridos», según la versión oficial. Sin embargo, un portavoz de los insurgentes, Qari Yusuf Ahmadi, aseguró que el ataque a la «gran base» duró cuatro horas hasta la madrugada y que «mataron a 74 soldados afganos y que otros diez fueron detenidos con vida». Además, afirmó que se hicieron con varios vehículos militares y munición.
El asalto a la base militar, situada en el distrito de Khakriz, ocurrió la madrugada del 26 de julio. El cuartel atacado se encuentra en un área próxima a zonas controladas por los talibanes en las vecinas provincias de Helmand y Uruzgan, y desde allí los insurgentes obtienen apoyo para atacar zonas vulnerables de Kandahar. Un mes antes, en uno de los peores ofensivas de los talibanes contra las fuerzas de seguridad afganas, 135 soldados murieron en un ataque a una base militar en Mazar-e-Sharif, en el norte de Afganistán, lo que produjo la dimisión de toda la cúpula de Defensa del país. Desde el fin de la misión de combate de la OTAN en enero de 2015, los insurgentes han ido ganando terreno en diversas partes de Afganistán y en la actualidad controlan, tienen influencia o se disputan con el Gobierno al menos el 43% del territorio.