Icono de la fotografía y uno de los profesionales mejor pagados del mundo, ha sido señalado por algunas modelos como el “Harvey Weinstein de la moda”. Él niega todo
24 de octubre de 2017 – Londres – Agencias.
El lunes por la mañana, según asegura el periódico The Telegraph, los presidentes de las distintas divisiones por países que agrupa Condé Nast Internacional (que edita títulos como Vogue, GQ, Glamour o Vanity Fair en 29 mercados internacionales), recibieron un email firmado por James Woolhouse, el vicepresidente ejecutivo de la compañía, en el que les prohibía “con efecto inmediato” volver a trabajar con el fotógrafo Terry Richardson. Siempre según el periódico, la misiva añadía que cualquier producción de fotos que hubiera planeada con él, o incluso cualquier fotografía suya ya realizada y aún por publicar, debían ser “canceladas o sustituidas por otro material”.
El mensaje llegó un día después de que The Sunday Times se cuestionara por qué Richardson, a quien en su artículo The Times apodaba “el Harvey Weinstein de la moda” debido a las numerosas acusaciones de abuso sexual que penden sobre él desde hace años, seguía siendo celebrado y contratado por la industria. Richardson ha fotografiado la campaña de Valentino Resort 2018, firma un editorial de moda en el número de noviembre de la revista W y recientemente ha trabajado con Vogue China, GQ Alemania o CR Fashion Book, la revista de la poderosa estilista Carine Roitfeld.
En 2014, cuando fue acusado de abusos por seis modelos, Richardson escribió una carta al Huffington Post en la que negaba por enésima vez las acusaciones: “Colaboré con mujeres adultas que conocían perfectamente la naturaleza del trabajo. Nunca usé una oferta de trabajo o amenazas para obligar a alguien a hacer algo que no quería. Siempre respeto a quienes trabajan conmigo, reconociendo su libertad de elección y aceptando sus decisiones “. Cada vez que ha surgido un caso similar ha negado los hecho. Ante su veto, por ahora no se ha pronunciado.
Estadounidense de 52 años, Richardson despuntó en la década de los noventa por su estética cruda y provocadora, que recuperaba la estética porno de los setenta y pronto viró hacia la sexualidad explícita (en muchas de sus imágenes, él mismo aparece practicando actos sexuales con las modelos). En los 2000 era uno de los fotógrafos más cotizados en la industria de la moda y, además de en numerosas revistas y campañas, también ha trabajado con superestrellas de la música como Beyoncé, Madonna, Lady Gaga o Miley Cyrus, para quien dirigió el controvertido videoclip de Wrecking Ball. En 2004 publicó Terryworld, un libro en cuya descripción la editorial Taschen afirmaba que “todos hacen ante su cámara lo que no harían para otro”. Pero no todos suscriben esa afirmación: en los últimos años varias modelos le han acusado de abuso y comportamiento depredador en las sesiones de fotos, y en 2014 se puso en marcha la campaña #NoMoreTerry, que llamaba a boicotear a cualquier marca, persona o publicación que colaborara con él. El fotógrafo siempre ha negado las acusaciones, alegando que se trataba de relaciones consentidas, y en una carta en Page Six aseguró que estaba siendo objeto de una “caza de brujas”.
A raíz del escándalo de Harvey Weinstein en Hollywood, la industria de la moda también está destapando los casos de abuso físico y verbal a los que muchas chicas se enfrentan en sus carreras. Con el hashtag #MyJobShouldNotIncludeAbuse (“mi trabajo no debería incluir abuso”, en castellano) la top y activista Cameron Russell está liderando una campaña en Instagram para arrojar luz sobre el alcance del problema en su sector. Decenas de personas han compartido ya de forma anónima sus experiencias, y compañeras como Doutzen Kroes o Christy Turlington, que declaró a WWD que, en la moda, “el acoso y el maltrato siempre han sido ampliamente conocidos y tolerados”, se han sumado al movimiento.