Religión

El Papa pide cerrar el paso a los gais en el clero

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El papa Francisco saluda a un grupo de parlamentarios de Marsella. AFP.

El Pontífice se muestra preocupado en un libro entrevista que se publica hoy por el número de gais que hay en la Iglesia

4 de diciembre de 2018 – Agencias.

El papa Francisco dijo hace cinco años, recién llegado al pontificado romano, que comprendía a los homosexuales. “¿Quién soy yo para juzgarlos?”, se preguntó retóricamente. Pero la posición oficial de su iglesia sobre el tema no ha cambiado. El rechazo sigue en pie. Lo reafirma en un libro entrevista que sale hoy al mercado con el título ‘Papa Francisco. La fuerza de la vocación. La vida consagrada hoy’. Se trata de una larga conversación con el misionero claretiano Fernando Prado Ayuso (Bilbao, 1969). Editado ya en diez países, el pontífice argentino desgrana en 120 páginas los temas de mayor actualidad en la vida de la Iglesia católica.

“Francisco no rehusó abordar algunas cuestiones candentes y quizá algo incómodas que le fui planteando”, dice el autor. Por ejemplo, se muestra “preocupado” por el número de sacerdotes y religiosos homosexuales. También sostiene que su Iglesia podría verse invadida por la “moda” de la homosexualidad.

Para evitar la entrada de homosexuales en la vida consagrada, Francisco pide a los responsables de los seminarios y noviciados que mantengan “los ojos abiertos” y “detecten candidatos” que podrían desarrollar “más tarde esas tendencias”. El problema surge con los que ya lo son. “A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca ni a sus comunidades ni al santo pueblo fiel de Dios viviendo una doble vida. Es mejor que dejen el ministerio o su vida consagrada antes que vivir una doble vida”, afirma

La entrevista se celebró en las estancias papales de la casa Santa Marta, en el corazón del Vaticano, la tarde del nueve de agosto pasado y se prolongó por más de cuatro horas, tiempo suficiente para abordar con el Papa sesenta preguntas.

Sobre si hay límites que no se deben sobrepasar en la formación que reciben seminaristas y religiosos, contesta: “Evidente. Cuando hay candidatos con neurosis y desequilibrios fuertes, difíciles de poder encauzar ni con ayuda terapéutica, no hay que aceptarlos, ni al sacerdocio ni a la vida consagrada. Hay que ayudarlos a que se encaminen por otro lugar, no hay que abandonarlos. Hay que orientarlos, pero no los debemos admitir. Tengamos en cuenta siempre que son personas que van a vivir al servicio de la Iglesia, del pueblo de Dios. No olvidemos ese horizonte. Hemos de cuidar que sean psicológica y afectivamente sanos. La cuestión de la homosexualidad es muy seria. Hay que discernir adecuadamente desde el comienzo con los candidatos, si es el caso. Hemos de ser exigentes. En nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda y esa mentalidad, de alguna manera, también influye en la vida de la Iglesia”.

¿Cómo discernir si un muchacho que pide entrar en un seminario es o no homosexual? “Es algo que me preocupa, porque quizá en un momento no se enfocó bien. Tenemos que discernir con seriedad y escuchar la voz de la experiencia que también tiene la Iglesia. Cuando no se cuida el discernimiento en todo esto, los problemas crecen. En el momento quizá no dan la cara, pero después aparecen. Tuve aquí a un obispo algo escandalizado que me contó que se había enterado de que en su diócesis, una diócesis muy grande, había varios sacerdotes homosexuales y que había tenido que afrontar todo eso, interviniendo, antes que nada, en la formación, para formar otro clero distinto. Es una realidad que no podemos negar. En la vida consagrada tampoco han faltado casos. Un religioso me contaba que, de visita canónica a una de las provincias de su congregación, se había quedado sorprendido. Él veía que había buenos chicos estudiantes y que incluso algunos religiosos ya profesos eran gais. Él mismo dudaba de la cuestión y me preguntó si en ello había algo malo. “En definitiva, decía él, no es tan grave; es tan solo expresión de un afecto”. Esto es un error. No es solo expresión de un afecto. En la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida”.

Francisco tampoco escatima palabras para dejar clara su decisión de atajar sin miramientos, con lo que el Vaticano llama “tolerancia cero”, los abusos sexuales a menores por eclesiásticos de toda condición y jerarquía. Pero sobre el tema no añade nada nuevo a lo dicho con frecuencia por el pontífice argentino desde que ocupa el cargo, consciente del desprestigio que ocasiona el problema a su confesión. El entrevistador lo subraya en conversación. “El libro tiene titulares mejores, sobre cuestiones que también preocupan a la vida de la Iglesia y a la vida consagrada en particular, como son el tema de la mujer, el clericalismo, la mundanidad, las vocaciones o el envejecimiento de la vida consagrada”. En España lo edita Publicaciones Claretianas y sus derechos han sido adquiridos ya por catorce sellos internacionales. También se publicará en China.

Por la actualidad de los temas que aborda, algunos escabrosos, lleva camino de marcar la agenda de la Iglesia católica en unos años en que las conferencias episcopales están revisando sus planes de formación del clero en seminarios y universidades. Lo hizo hace dos semanas la Conferencia Episcopal Española (CEE), que lleva un par de años debatiendo un documento sobre la cuestión. Iba a ser aprobado en la reciente asamblea plenaria, pero finalmente se ha aplazado por desacuerdos con algunos prelados. Uno de los asuntos debatidos es la decisión de contratar a mujeres para que den clase a los aspirantes al sacerdocio.

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