20 de octubre de 2017 – Washington – Agencias.
El Senado de Estados Unidos dio esta noche un empujón a la reforma fiscal de Donald Trump. La Cámara votó a favor del proyecto de presupuestos federales para el año 2018 y, con este, un instrumento legal por el cual la aprobación del modelo tributario diseñado por la nueva Administración solo requeriría una mayoría simple de los senadores. Con el fracaso sonado de la contrarreforma sanitaria, sacar adelante otra gran promesa electoral como es la rebaja de impuestos supone un logro irrenunciable para el presidente.
Los republicanos van a por la gran aprobación del Presupuesto hoy, el primer paso para un recorte masivo de impuestos, Creo que tenemos los votos, pero, ¿quién sabe?”, había escrito Trump en su cuenta de Twitter a primera hora de la mañana. Luego comenzó el debate en el Senado, una cámara con la que el presidente no se ha acabado de entender bien hasta ahora pese a que su partido lo controla. Ya de noche, la resolución salió por 51 votos a favor y 49 en contra. “Hemos dado el primer paso para reemplazar un sistema tributario roto”, dijo el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.
Los presupuestos permiten expandir el déficit público en 1,5 billones de dólares en 10 años. Además, incluye un mecanismo bautizado como “reconciliación”, según el cual podrían aprobar la ley de la reforma tributaria gracias a una mayoría simple de los 100 senadores, que en teoría tiene asegurada (hay 52 republicanos y 48 demócratas), en lugar de los 60 votos que normalmente necesita esta cámara. Pero las dudas de Trump tienen sentido: esa mayoría simple no se logró para tumbar el modelo sanitario de Obama, ya que los conservadores no consiguieron ponerse de acuerdo en el sistema para sustituirlo.
La reforma fiscal tiene los ingredientes necesarios para gustar a los republicanos y excitar a los mercados. Grosso modo, plantea una rebaja del impuesto de sociedades del 35% al 20%, reduce el tope para las rentas más altas (del 39,6% al 35%) y duplica el mínimo exento (ahora es de 12.000 dólares anuales en un matrimonio de dos cónyuges empleados). Con estas y otras medidas, el empresario neoyorquino promete la mayor rebaja fiscal de la historia. Los demócratas han decidido batallar, alertando de que ensanchará la brecha entre ricos y pobres, pero los conservadores parecen estar más unidos en este asunto que en el Trumpcare.
Trump ya trató de salvar su contrarreforma sanitaria al tramitarla como una ley presupuestaria, pero el proyecto acabó descarrilando igualmente. Ahora volvería a necesitar un mínimo de 60 escaños y, ante las dificultades, el presidente ha optado por impulsar medidas relativas a la cobertura sanitaria y los seguros mediante órdenes ejecutivas. Esta vez, Trump no quiere fallar.
Hay una diferencia clave entre el fracaso a la hora de tumbar Obamacare y sacar adelante la reforma tributaria y es que esta última la estaban descontando los mercados y, si ese estímulo esperado no se cumple, la confianza empresarial lo resentirá. Un buen ejemplo del problema que supone no conseguir alumbrar lo prometido en materia de impuestos se palpó la semana pasada, durante las jornadas semestrales del Fondo Monetario Internacional. Para enfado de la Casa Blanca, el organismo admitió públicamente que había tenido que cambiar su escenario de análisis con Estados Unidos: si en la cita de hace medio año habían realizado las estimaciones de la economía con la idea de que habría un empujón al crecimiento por la vía fiscal, en la de este otoño, vistos los escasos avances políticos al respecto, había vuelto a un supuesto neutral. Así, las previsiones para el PIB de la economía más potente del planeta eran más modestas que las de abril.