16 de julio de 2024 – Nueva York – EFE.
La historia del senador Robert ‘Bob’ Menéndez (de Nueva York, 70 años) puede narrarse de manera cronológica o inversa, pero tras ser hallado culpable hoy de 16 cargos de corrupción, el relato cambia drásticamente según el punto de vista.
Hijo de un carpintero y una costurera cubanos que escaparon de la dictadura de Fulgencio Batista para establecerse en Nueva York, Menéndez se graduó en Derecho en la Rutgers School of Law, lo que fue un motivo de orgullo para su familia.
Combinó su carrera académica con una trayectoria política que comenzó a los 19 años, cuando fue parte del Concejo de Educación de Union City (Nueva Jersey), y luego fue alcalde de la ciudad desde los 32 hasta los 38 años.
En la década siguiente, consolidó su posición política, accediendo primero al Congreso y luego al Senado por Nueva Jersey en 2006, destacándose como defensor de los derechos de la comunidad latina, promotor de causas sociales y crítico del régimen cubano.
Un perfil de ‘doctor Jekyll y míster Hyde’
No obstante, quienes lo conocen de cerca lo describen como un ‘doctor Jekyll y míster Hyde’; apasionado por defender a las minorías con aparente nobleza, pero con una fuerte inclinación hacia el poder, las influencias y el dinero.
Así, se convirtió en una figura controvertida, incluso dentro de su propio partido Demócrata.
En 2014, el FBI lo investigó por posibles vínculos con fugitivos ecuatorianos acusados de malversación; poco después, fue acusado de recibir pagos irregulares para su campaña de un adinerado oftalmólogo de Florida; y recientemente, fue hallado culpable de soborno y corrupción como ‘agente extranjero’ para Egipto y Catar.
Recibió, entre otras cosas, un Mercedes-Benz convertible valorado en 60.000 dólares para su esposa Nadine -de origen libanés, con quien se casó en 2020 y también involucrada en el caso- y varios lingotes de oro valorados en 100.000 dólares.
Durante la investigación, se halló medio millón de dólares en efectivo parcialmente guardado en los bolsillos de su ropa en un armario.
“No le bastaba con ser una de las personas más poderosas de Washington (…) Quería acumular riquezas para él y su esposa”, declaró el fiscal federal Paul Monteleoni durante el alegato final.
Una descripción de la que Menéndez ha intentado distanciarse durante el juicio, atribuyéndola a una supuesta “campaña” contra un latinoamericano de primera generación que “sirve con honor” a Estados Unidos.
Consciente de la política nacional, Menéndez ha aprovechado oportunidades para intervenir en asuntos internacionales, especialmente en Latinoamérica, y ha mostrado en numerosas ocasiones su rechazo al Gobierno cubano.
En 2009, solicitó a EE.UU. que suspendiera su financiamiento a la OEA si Cuba se reincorporaba; cuatro años después, fue el primer latino en presidir el Comité de Relaciones Exteriores del Senado; y en 2016, promulgó una ley para limitar el acceso de Nicaragua a préstamos extranjeros.
Con una apariencia de caballero bonachón, dos hijos y afición por los esmóquines con raya diplomática, Menéndez -un hombre de raíces cubanas que aceptó ser llamado por su diminutivo- podría estar al borde del fin de su carrera, ensombrecida por un Mercedes-Benz y el peso de unos lingotes de oro.