Los posibles afectados son antiguos directos del FBI, la CIA y otros exfuncionarios críticos con el mandatario, en especial tras su reunión con Putin
23 de julio de 2018 – Washington – Agencias.
Donald Trump está cocinando una venganza, pero aún no sabe si servirla. El presidente estadounidense estudia revocar las credenciales de seguridad que mantienen seis exfuncionarios que han sido críticos con su desempeño en la Casa Blanca. Pero lo que colmó la paciencia del mandatario fueron los dardos que recibió de parte de algunos de ellos por sus declaraciones en la reunión de la semana pasada con Vladimir Putin. Entre los posibles afectados figuran el exdirector del FBI James Comey, que fue despedido por el republicano en mayo de 2017, y el exjefe de la CIA John Brennan, según adelantó este lunes la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders.
Las credenciales de seguridad permiten a los exfuncionarios trabajar con empresas en programas confidenciales o asesorarlas legalmente. Limitar esta autorización podría perjudicar a los “enemigos políticos” de Trump a trabajar de consultores en Washington, según explica The New York Times.
La carta que quiere usar Trump para ejecutar esta inusual medida es la supuesta carga política detrás de las declaraciones críticas de algunos exfuncionarios. “Han politizado y en algunos casos monetizado su servicio público y (la información obtenida gracias a) su permiso de acceso a datos confidenciales”, explicó Sanders. “Hacer acusaciones infundadas sobre contactos indebidos con Rusia, o dejar que Rusia influya en ellos y los ponga en contra del presidente es extremadamente inapropiado, y el hecho de que quien haga estas denuncias sea gente con permisos gubernamentales otorga una legitimidad inadecuada a esas acusaciones, sobre las que no hay ninguna prueba”, agregó.
Cinco de los seis exfuncionarios a los que se les podría quitar el privilegio trabajaron bajo los mandatos del expresidente Barack Obama. Además de Comey y Brennan, figuran en el listado el exdirector de inteligencia nacional James Clapper; la exasesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, Susan Rice; y el ex “número dos” del FBI, Andrew McCabe, quien fue despedido en marzo por Trump 26 horas antes de que se jubilara. El único que desempeñó su cargo bajo el gobierno de George W. Bush es Michael Hayden, director de la CIA entre 2006 y 2009. Todos han criticado las acciones de Trump en algún punto o han defendido a las agencias de inteligencia ante los ataques del mandatario.
Sanders defendió la posible medida al asegurar que a Trump “no le gusta que esa gente esté politizando agencias y departamentos que se supone que no deben ser políticos”. El rechazo a la propuesta fue inmediato. Clapper la interpretó como “una forma ruin de represalia por criticar al presidente”. “Si (Trump) decide hacerlo por razones políticas, creo que es un precedente terrible, algo muy triste y un abuso del sistema”, dijo en CNN. El exfuncionario explicó que, para él, tener el permiso de acceso a información confidencial es básicamente “una cortesía” por su servicio pasado, dado que él ya no recibe “ningún informe” que incluya los datos secretos que maneja el actual Gobierno. Agregó que la Casa Blanca no se ha puesto en contacto con él y que se enteró este lunes por Sanders.
Al parecer la posible revocación del acceso es algo que ya se cumple en algunos de los exfuncionarios de la lista negra. Melissa Schwartz, una portavoz de McCabe, sostuvo que la autorización de seguridad del exsubdirector del FBI “se desactivó cuando fue despedido, según lo que, nos dijeron, era una política del FBI”. Y según The Washington Post, Comey ya no tiene la autorización “hace varios meses”.
Sanders hizo su anuncio después de que el senador republicano Rand Paul se reuniera con Trump y tuiteara que el presidente debería quitarle el permiso a Brennan porque la semana pasada este usó la palabra “traición” para referirse la actitud del mandatario en la reunión del 16 de julio con Putin. El exjefe de la CIA se refería al voto de confianza que le dio Trump al mandatario ruso sobre que su país no había interferido en las elecciones estadounidenses de 2016, contrario a lo que han dicho los servicios de inteligencia de EE UU. Tras un alud de críticas, el republicano reculó, pero por lo que se ve, no pretende quedarse de brazos cruzados frente a quienes se mostraron más rebeldes.