Los disturbios desatados por la decisión sobre Jerusalén amenazan la temporada de peregrinaciones
21 de diciembre de 2017 – Jerusalén – Agencias.
Las luces del árbol de Navidad gigante de la plaza del Pesebre de Belén se apagaron en señal de rechazo minutos después de que Donald Trump reconociese a Jerusalén como capital de Israel el pasado día 6. Los 50.000 cristianos de Palestina, apenas un 2% de la población, sufren por partida doble desde entonces las consecuencias de la decisión del presidente de ordenar el traslado de la Embajada de Estados Unidos a la Ciudad Santa. Como el resto de los palestinos, reclaman que Jerusalén Este sea la capital de su Estado. Como minoría religiosa con identidad propia, temen además que la oleada de protestas desatada arruine la temporada de peregrinaciones a los santos lugares, que tiene su epicentro en Belén.
El pronunciamiento de Donald Trump “ha creado tensión y desviado la atención de la Navidad”, reconocía este miércoles el arzobispo Pierbattista Pizzaballa ante la prensa en la sede del Patriarcado Latino, en el barrio cristiano de la Ciudad Antigua. “La tensión en Jerusalén y en Belén ha asustado a mucha gente, así que habrá menos visitantes de los previstos”, acabó concluyendo. Decenas de grupos de peregrinos han cancelado sus viajes ante el estallido de enfrentamientos, reconoce el representante católico en Tierra Santa.
La Iglesia se adhiere al consenso de la comunidad internacional: “Respetar el statu quo de Jerusalén de acuerdo con las resoluciones de la ONU”. En resumen, el estatuto final de la Ciudad Santa no debe ser decidido hasta que no se cierre un acuerdo permanente de paz entre israelíes y palestinos. “Una solución unilateral no puede ser considerada una solución”, advirtió explícito el administrador apostólico franciscano.
Más de 350.000 cristianos han abandonado el territorio de la Palestina bajo mandato británico desde el plan de partición aprobado por Naciones Unidas hace 70 años. Entonces el 90% de la población de Belén era cristiana, hoy apenas alcanza el 30%. Pese al apagón del abeto en la cuna del cristianismo, Pizzaballa asegura que las celebraciones navideñas se cumplirán según la tradición.
“Trump cree que es cristiano, pero va en contra de la cristiandad”, enfatiza con enojo la católica Latifa Wakila, propietaria de Nativity Tours Jerusalem, uno de los operadores turísticos que más peregrinos conduce a Tierra Santa. Reside en la Ciudad Vieja, donde más intensamente se vive la amenaza de un estallido de violencia. “El único mensaje que quiero mandarle es de agradecimiento”, agrega con una mueca de ironía. “Gracias, señor presidente, por destrozarnos la Navidad”.
Poco después de la inusual conferencia de prensa en el Patriarcado Latino, el Ministerio de Turismo de Israel anticipaba mediante un comunicado un incremento del 20% en la presencia de peregrinos cristianos. La Administración israelí ha anunciado este año un novedoso servicio de autobuses gratuitos para trasladar a los fieles a la Misa del Gallo en la basílica de la Natividad en Belén a través del muro de separación. Una cuarta parte de los tres millones de viajeros que arribaron a Israel en 2016 declararon su visita como peregrinación cristiana.
Horas antes de que Trump pusiese fin a 70 años de consenso internacional sobre Jerusalén, los líderes de las 13 iglesias cristianas de la Ciudad Santa hicieron pública una carta dirigida al presidente de EE UU en la que pedían que evitara “el daño irreparable” que cualquier cambio repentino podría causar en el statu quo. “No hemos recibido respuesta alguna a la misiva”, admite el arzobispo anglicano Suheil Dawani, cabeza de la Iglesia Episcopal en Jerusalén y Oriente Próximo, “pero aquí sólo habrá paz si es para todos”.
La diputada cristiana Hanan Ashrawi, negociadora palestina en la Conferencia de Madrid de 1991, considera que Trump ha deslegitimado a EE UU como mediador en el conflicto: “El presidente nos ha hecho un extraño regalo de Navidad. Ha apagado nuestras esperanzas de paz con una medida que es ilegal, hostil y toda una provocación”.
Los cristianos evangélicos estadounidenses, uno de los puntales del electorado de Trump, han recibido sin embargo con satisfacción el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Ocho de cada diez miembros blancos de esta comunidad religiosa conservadora creen que Dios entregó Israel al pueblo judío, frente a solo un 40% de los judíos norteamericanos, según un estudio del Centro de Investigaciones Pew.
Para el arzobispo Pizzaballa, los cristianos de Jerusalén van a tener dificultades para aceptar la visita que el vicepresidente de EE UU, Mike Pence, pretende efectuar en enero a los santos lugares, después de sendos aplazamientos. Pence, destacado miembro de la comunidad evangélica, debería “escuchar más” a otros grupos cristianos, precisa el responsable del Patriarcado Latino.
Cerca, en la puerta de Damasco de la Ciudad Vieja, el católico Nidal Aboud, de 24 años, acude al rezo musulmán con el rosario colgado al cuello y una Biblia entre las manos. “Defendemos la misma causa. Siempre he estado en las manifestaciones de reivindicación, pero cuando los israelíes trataron de poner detectores de metales en julio en las entradas de un lugar sagrado [la mezquita de Al Aqsa], decidí exponerme públicamente orando junto con los musulmanes”, confiesa Aboud, cocinero en un hotel de Jerusalén Este. “Ahora que la situación se ha complicado de nuevo, vuelvo a rezar con mis hermanos”.