Imágenes por satélite permiten reconstruir el impacto de la explosión de septiembre, que tuvo la potencia de 16 bombas como la de Hiroshima
11 de mayo de 2018 – Agencias.
Hay bombas que mueven montañas. Literalmente. El pasado 3 de septiembre se detectó un movimiento sísmico en Corea del Norte de 6.3 seguido de otro de menor magnitud ocho minutos y medio después. La dictadura de Kim Jong-un confirmó que había detonado una bomba nuclear, probablemente en sus instalaciones de Punggye-ri, un secreto entramado de túneles y cámaras excavados bajo el monte Mantap, donde ya se habían probado otros cinco artefactos atómicos desde 2006. El anuncio hizo saltar todas las alarmas al tratarse de una detonación 10 veces más potente que las anteriores. El segundo temblor pudo deberse al derrumbe de los túneles, aunque los datos de los detectores sísmicos no bastaban para saber qué había sucedido exactamente.
“La explosión fue tan grande que las señales sísmicas eran muy diferentes a todas las anteriores, lo que hizo muy difícil localizar la posición exacta”, explica Steven Gibbons, geofísico de Norsar, en Noruega, una red sísmica que participa en el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. “Las ondas sísmicas avanzan por el terreno a miles de metros por segundo. Medir la distancia entre dos de ellas en la misma montaña, a apenas unos cientos de metros entre sí, implica que tenemos que medir con precisión diferencias de milésimas de segundo, lo que puede ser imposible, sobre todo cuando hay múltiples ecos producidos por las laderas de la montaña”, añade.
Pasados ocho meses, el régimen de Corea del Norte ha dado pasos hacia un posible desarme nuclear, pero el trabajo detectivesco sobre la potencia real de sus armas no ha cesado. Un nuevo estudio publicado hoy aborda el problema gracias a imágenes de radar tomadas por el satélite alemán TerraSAR-X. Los resultados, publicados en Science, apuntan a que la explosión sacudió el monte Mantap hasta 3,5 metros en el plano horizontal, un efecto que puede apreciarse claramente en las imágenes facilitadas por Airbus, fabricante del satélite.
En base a esta deformación del terreno, investigadores de China, Alemania, EE UU y Singapur estiman que la explosión se realizó a 450 metros de profundidad y tuvo una potencia media de 212 kilotones, equivalente a 16 bombas como la que EE UU lanzó en Hiroshima en agosto de 1945.
“Es la primera vez que se aplica esta técnica de imagen de radar a esclarecer explosiones nucleares subterráneas”, explica Shengji Wei, sismólogo de la Universidad Tecnológica de Nanyang (Singapur) y coautor del estudio. “Cuatro de las cinco pruebas nucleares previas de Corea del Norte fueron relativamente pequeñas y no produjeron un desplazamiento observable. El cuarto, que se realizó en enero de 2016, produjo un desplazamiento de 15 centímetros que se observó usando interferometría de satélite radar. Esta vez no pudimos emplear esa técnica debido a que la deformación era mucho mayor”, detalla. En este caso los investigadores han medido el desplazamiento de cada píxel en las imágenes de radar, que reconstruyen el monte en tres dimensiones. Los datos muestran que el Mantap, de 2.205 metros, se hundió medio metro tras la explosión, lo que refuerza la posibilidad de que el sistema de túneles se haya venido abajo. El estudio detalla que el segundo evento sucedió a unos 700 metros al sur del punto de la explosión en la dirección de una de las entradas al complejo. “El hundimiento observado es relativamente pequeño y no parece que se haya abierto un cráter visible, por lo que la probabilidad de que haya una fuga importante de material radioactivo es relativamente pequeña, aunque habrá que esperar a tener más pruebas directas a través de la medición de gases radioactivos”, señala Wei.
Este tipo de imágenes de radar se usa desde hace más de dos décadas para estudiar terremotos o erupciones volcánicas que causan deformaciones mucho mayores, pero el avance de la resolución de los nuevos satélites y el aumento de la potencia nuclear de Corea del Norte han permitido aplicarlas a la vigilancia nuclear, explican José Fernández, experto en geodesia del CSIC, y Pablo González, geofísico de la Universidad de Liverpool. “Esta es una aplicación muy novedosa e importante, sobre todo aplicada a un país que no es fácil de observar con otros medios, y demuestra que se puede determinar con bastante precisión qué es lo que ha ocurrido”, opina Fernández. No obstante, este método de vigilancia también tiene limitaciones, puesto que se basa en modelos del interior de la montaña que pueden tener un margen de error de unos 150 metros en la profundidad, recuerda González. El trabajo refuerza la idea de que el 3 de septiembre hubo dos eventos “primero una explosión y luego una implosión y derrumbe interno de la montaña, pero aún habrá mucho debate sobre dónde exactamente sucedió este segundo evento”, comenta Gibbons. Es una pregunta clave para saber si la base sigue operativa.