Gina Haspel, una veterana agente de operaciones encubiertas, asegura al Senado que “nunca jamás” reactivaría los violentos interrogatorios usados tras el 11-S
9 de mayo de 2018 – Washington – Agencias.
Las mazmorras de 11-S volvieron este miércoles al Capitolio. Gina Haspel, brazo ejecutor de los trabajos sucios de la CIA en la lucha antiterrorista tras los atentados, defendió este miércoles en el Senado su nominación para dirigir la agencia de inteligencia ante las duras críticas de los legisladores demócratas y entre gritos de “torturadora” por parte de miembros del público. Haspel trató de aplacar la hostilidad asegurando que no reanudaría “nunca jamás” aquellos interrogatorios violentos, un programa que Barack Obama liquidó en 2009, ni siquiera si el presidente se lo pidiera.
La mayor parte del trabajo de la veterana Gina Haspel como agente de inteligencia es una nebulosa. El grueso de sus 33 años en la agencia se desarrolló en operaciones encubiertas que incluyen su siniestro papel en lo que la CIA bautizó tras el 11-S como “técnicas de interrogatorio mejoradas”, que buscaban causar pánico y dinamitar la moral de los sospechosos al filo de la Constitución. La tortura estrella era el waterboading, por la cual se tumbaba al arrestado sobre una tabla, bocarriba y con una toalla que le cubría la boca para entonces echarle agua desde 30 centímetros de altura durante 30 o 40 segundos. Se podía proceder innumerables veces, así que la asfixia era permanente. La CIA aconsejaba combinar esta tortura con la privación de sueño. También animaba a abofetear con la mano abierta (más por el susto y la humillación que por el daño) o tenerlos desnudos.
Las Administración de George W. Bush, en plena guerra contra el terror tras el 11-S, permitió estas prácticas brutales en las cárceles secretas de la CIA. Y la persona que dirigió la primera de ellas, en Tailandia, fue precisamente Haspel, la mujer que Donald Trump ha escogido para dirigir ahora la agencia de inteligencia. “¿Le parece esto coherente con los valores americanos?”, le preguntó el senador demócrata Mark Warner durante la sesión en el comité de Inteligencia. “El Congreso tuvo la necesidad de debatirlo entonces”, respondió la exagente, recalcando que nada de lo que llevó a cabo incumplió la legalidad.
El demócrata incidió en ese punto, ya que muchos ven a Trump, quien defendió el waterboarding cuando candidato, capaz de recuperar las prácticas más oscuras. Pero la nominada salió bien parada en la respuesta al asegurar que, aunque el presidente se lo pidiera, no permitiría actividades en la CIA contrario a los valores de EE UU. “No permitiría a la CIA llevar a cabo ninguna actividad inmoral, incluso si fuera técnicamente legal, no lo permitiría. La CIA debe emprender actividades coherentes con los valores estadounidenses”, recalcó. “Bajo ninguna circunstancia”, insistió.
Hay dos capítulos especialmente siniestros en el historial de Haspel en Tailandia. Uno es la tortura a dos sospechosos de pertenecer a Al Qaeda llamados Abu Zubaida y Abd al-Rahim al-Nashiri, que probaron en propia piel ese manual de torturas de la CIA. Cuestionada por ello, la nominada dijo que no puede hablar las actividades clasificadas como confidenciales, que son la mayoría de aquel tiempo.
También le plantearon otro episodio brumoso, cuando en 2005 redactó la orden -que luego emitió su superior, José Rodríguez- para eliminar un total de 92 vídeos sobre los interrogatorios a un mismo detenido. Este miércoles, ante el Senado, aseguró que los eliminó para garantizar la seguridad de los agentes que aparecían en ellos y aseguró que ella no figuraba allí. Su confirmación en el Senado será ajustada en el mejor de los casos, ya que los republicanos solo cuentan con 51 de los 100 votos.