El informe, del que aún no se conocen las conclusiones, aborda la posible colusión entre Donald Trump y el Kremlin en las elecciones presidenciales de 2016
22 de marzo de 2019 – Washington – Agencias.
El fiscal especial Robert S. Mueller entregó este viernes al Departamento de Justicia su esperado informe sobre la trama rusa, poniendo punto final a una investigación de casi dos años sobre algo tan explosivo como la posible conspiración entre Donald Trump y el Kremlin durante las elecciones presidenciales de 2016. La confirmación de que el documento ya estaba en poder de la Administración llegó sobre las cinco de la tarde (hora local, diez de la noche en la España peninsular) sin más detalles, si bien un funcionario del Departamento de Justicia adelantó que Mueller no recomienda la presentación de nuevos cargos, lo que no despeja las dudas sobre Trump, ya que como presidente en ejercicio, según la doctrinca de la justicia estadounidense, es improcesable.
Las pesquisas de Mueller trataban de esclarecer, por un lado, si Trump o su círculo había colaborado con Moscú en la injerencia electoral rusa con el objetivo de favorecer la victoria del republicano sobre Hillary Clinton; y por otro, si el mandatario había incurrido en un posible delito de obstrucción a la justicia mintiendo o torpedeando la investigación (por ejemplo, con el despido del director del FBI, James Comey). Esta fue, por ejemplo, la infracción que supuso en el pasado el proceso de impeachment de Bill Clinton en 1998 y de Richard Nixon en 1974 (este último dimitió antes). Esta vez, fruto de la investigación de Mueller, levantando las alfombras, salieron a la luz otras presuntas irregularidades, como el presunto delito de financiación ilegal de campaña por parte de Trump por el pago a dos mujeres para silenciar supuestos romances.
El final del proceso se conoció en una jornada extraña en Washington. Trump decidió comenzar su fin de semana en Florida bien temprano. A eso de las 9.18 de la mañana ya estaba abandonando los jardines de la Casa Blanca para tomar el helicóptero y luego el Air Force One camino de su mansión de Mar-a-Lago. Cuando los periodistas le preguntaron por el inminente informe Mueller, respondió con desinterés. Luego, ya aterrizado en su casa vacacional, provocó un titular llamativo al cancelar las sanciones que el Tesoro acaba de imponer a Corea del Norte. Mientras, su abogado Rudy Giuliani, concedía entrevistas en el Hotel Trump y, entre ellas, decía a The Washington Post que esperar el informe era como “la llegada de un bebé”.
El bebé llegó sobre las cinco de la tarde, pero se ignora aún si es niño o niña. No se sabe nada del informe, ni si tiene 800 páginas o 20. Si ve delito o no en Trump, si ve irregularidades o no. La carta del fiscal general, William Barr, informando al Congreso, evita cualquier detalle, pero avanza que podría conocerse mucho más en breve. “El fiscal especial me ha presentado hoy un ‘informe confidencial explicando las decisiones de acusación o declinación’ que ha alcanzado, como establece la [la normativa] 28 C.F.R. 600.8. Recibo este informe y anticipo que puedo estar en posición de informarles de las principales conclusiones del fiscal especial este fin de semana”, señala.
La decisión de hacer público todo o parte del conocido como Informe Mueller depende del fiscal Barr, aunque el jueves de la semana pasada la Cámara de Representantes votó por una aplastante mayoría una resolución que instaba a Barr a compartirlo. Es difícil que un proceso que ha creado tanta expectación y que ha abordado asuntos de tanta gravedad se cierre sin más explicación que la notificación de si se ha hallado algún delito en el presidente. Sí confirmó un portavoz de Justicia que Mueller no iba a recomendar la presentación de nuevos cargos, más allá de los que han ido goteando hasta ahora, lo que serviría de señal de que no ha encontrado delito en el hijo mayor de Trump, Donald junior, ni en su yerno, Jared Kushner, pero no aclara la situación de Trump, que como presidente en ejercicio es improcesable sin un proceso de destitución, según la tradición de la justicia estadounidense. La posible implicación de Trump junior y Kushner en la trama tiene que ver con su reunión en verano de 2016, meses de antes de las elecciones, con una abogada rusa, que se decía cercana a Moscú, y que les había prometido “trapos sucios” sobre Hillary Clinton.
Hasta ahora, las investigaciones han dado lugar a más de una treintena de acusaciones por diversos delitos -entre ellos, cinco individuos del círculo del presidente- y ya varias condenas, aunque ninguno que apunte directamente al corazón de este proceso, que es la colusión con Rusia. Ese es el aspecto al que se ha agarrado Trump todo este tiempo para desprestigiar el caso. El republicano, que ha calificado sin cesar la investigación de “caza de brujas” desde que comenzó, no ha dejado de insistir en que ninguna de las acusaciones revelaba conchabanza alguna con Moscú.
Sin embargo, si el fiscal Mueller ha hallado otro tipo de delitos en el presidente, como la citada obstrucción a la justicia, también puede traerle problemas. De su gravedad dependería que los demócratas traten de iniciar un impeachment o destitución del mandatario, única manera de procesarle, ya que los criterios del Departamento de Justicia establecen que los presidentes no pueden ser juzgado durante su mandato.
Todo esto se podrá saber, presumiblemente, en los próximos días. Durante casi dos años, las pesquisas se han desarrollado bajo total secreto y sin apenas filtraciones. Mueller, de 74 años, es un exdirector del FBI, además de veterano jurista respectado en Washington tanto por republicanos como por demócratas. A la presión de estos 22 meses ha respondido con un silencio sepulcral.
El caso acabó en sus manos con una carambola muy particular: el anterior fiscal general, Jeff Sessions, se recusó de la investigación en marzo de 2017 porque trascendió que había mantenido un encuentro con el embajador ruso en Washington del que no había informado al Senado. Así, el responsable del caso pasó a ser el número dos del departamento, Rod Rosenstein. En mayo, Trump decidió despedir al director del FBI, James Comey, mientras este investigaba la trama, lo que disparaba las sospechas de interferencia. Entonces, Rosenstein decidió entregar el caso a un fiscal independiente: Mueller.
Estos 22 meses han dado lugar a condenas como la de Paul Manafort, el ex jefe de campaña de Trump, por fraude fiscal y bancario, además de por su trabajos no declarados como lobista para Ucrania. O la de su exabogado personal Michael Cohen, por fraude, mentir al Congreso y el pago a aquellas presuntas amantes de Trump. Pero la entrega de este informe no es el final, sino el principio. Con sus conclusiones, salvo que sean muy suaves con Trump, los demócratas pueden empezar una guerra de investigaciones en la Cámara de Representantes, donde tienen la mayoría.