La mitad de las víctimas mortales en los bombardeos sobre Guta Oriental son mujeres y niños
9 de febrero de 2018 – Jerusalén – Agencias.
Los 400.000 civiles cercados en Guta Oriental, el último reducto de la rebelión en las afueras de Damasco, viven una semana negra bajo los incesantes bombardeos del régimen. Al menos 229 personas han muerto desde el lunes en la ofensiva más sangrienta registrada contra el enclave insurgente por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos en los últimos tres años. Entre las víctimas se cuentan 58 niños y 43 mujeres. Miles de familias se ocultan en sótanos y refugios mientras Naciones Unidas reclama en vano un inmediato cese de las hostilidades de carácter humanitario. Las bombas siguen cayendo sin tregua.
El jueves fue una jornada trágica, con más de 75 fallecidos, entre ellos una veintena de menores. El bombardeo de un mercado en la localidad de Arbin se saldó con la muerte de más de 20 civiles. Las sucesivas oleadas de la aviación del régimen de Bachar el Asad dificultan los trabajos de rescate de personas atrapadas entre las ruinas y la distribución de ayuda humanitaria. Los grupos de socorristas de la defensa civil llamados Cascos Blancos denuncian haber sufrido ataques mientras acudían en auxilio de víctimas.
Guta oriental, una comarca de suburbios residenciales y granjas situada al este de la capital siria permanece asediada desde 2013, cuando fue ocupada por grupos rebeldes islamistas. Tenía una población de dos millones antes del inicio de la guerra, hace casi siete años, pero cuatro quintas partes de sus habitantes han huido desde entonces. El Ejército gubernamental parece decidido a acabar ahora con la resistencia de los insurrectos con los mismos demoledores bombardeos que arrasaron durante seis meses en 2016 los barrios orientales de Alepo.
La región sitiada del este de Damasco fue definida a finales del año pasado como “zona de distensión” por Rusia e Irán (aliados del régimen) y Turquía (que apoya a grupos rebeldes). Pero el fracaso de las últimas negociaciones de paz auspiciadas por la ONU en Ginebra y Viena, así como el de la conferencia de reconciliación nacional patrocinada por Moscú en Sochi, han reavivado la llama de la guerra. La agencia estatal de noticias SANA informó el jueves de que dos transeúntes habían perdido la vida en la capital siria por el impacto de proyectiles de mortero disparados por fuerzas rebeldes.
Las agencias humanitarias de Naciones Unidas representadas en Damasco han reclamado un “cese de las hostilidades de al menos un mes de duración” , pero el Consejo de Seguridad no se pronunció sobre su petición la noche del jueves, ya que el Kremlin considera que no se trata de una opción “realista”. El Comité Internacional de la Cruz Roja advierte de que “miles de civiles están luchando por su supervivencia sin disponer de ayuda, y no encuentran un lugar seguro lejos de línea de frente”.
El personal sanitario se ha visto desbordado por el ingreso masivo de heridos en los hospitales. Reporteros locales de France Presse dan noticia de que la desesperación de la población en un paisaje de destrucción. Los civiles aprovechan las pausas entre los ataques para buscar comida y retirar escombros. Pero los altavoces de las mezquitas ponen rápidamente fin a toda presencia humana en las localidades de Guta Oriental al dar la voz de alarma: “Desalojen las calles; hay aviones en el cielo”.
El territorio sitiado, controlado por el grupo rebelde Ejército del Islam y el antiguo Frente al Nusra (filial de Al Qaeda), ha sufrido las más graves consecuencias del conflicto. En agosto de 2013, cuando el régimen se encontraba acorralado por una ofensiva de la oposición contra Damasco, un ataque con gas nervioso sarín que causó al menos un millar de muertos en Guta Oriental. Fue la intervención más grave con armas prohibidas registrada en toda guerra. La comunidad internacional impuso a El Asad la entrega su arsenal químico para que fuera destruido.
El interminable asedio ha agravado en particular la situación humanitaria en Guta Oriental. El pasado mes de diciembre, tres decenas de enfermos en estado crítico pudieron ser evacuados desde el enclave a hospitales de la capital con la mediación de la ONU, que registraba entonces 720 casos que precisaban una evacuación urgente.
Los 400.000 habitantes del mayor cerco de civiles sirios en los alrededores de Damasco han sido excluidos de los llamados “acuerdos de reconciliación local”, que el régimen ha ofrecido en los dos últimos años a los rebeldes que se desarmen y abandonen sus feudos. La oposición ha denunciado que estos pactos han sido alcanzados con insurgentes ya vencidos por el hambre, y que solo han contribuido a expulsar de los enclaves suníes en zonas alauíes (rama del islamismo chií) en poder del Gobierno.