1 de diciembre de 2022 – por: El Director.
Este editorial trata del espejo y cuando hablo de él, me refiero a la manera como nos vemos y mejor aún, cómo nos ven los demás. Cuando nos reflejamos en un espejo por contados segundos, estamos viendo una imagen plana de lo que somos, no nos vemos por detrás a no ser de que utilicemos algún truco de un espejo colocado en la parte de posterior para que con su reflejo podamos vernos como somos por la espalda, pero generalmente esos pocos segundos se disuelven cuando salimos del lugar donde no encontramos y vemos que somos unas personas que no nos conocemos; tal vez, nos conoce, seguramente más nuestra compañera, si la tenemos, o nuestros amigos porque nos pueden ver en tres dimensiones, nos pueden ver cómo somos por el frente por los lados, por atrás, si estamos despeinados, si tenemos algún sucio, si tenemos algo fuera de lugar, todo eso lo ven las personas de afuera, realmente nosotros no nos conocemos y menos aun cuando hablamos de nuestra forma de ser, porque que yo sepa todavía no hay un espejo en que pueda mirarme y mucho menos decirme cómo soy con la tristeza, con la alegría, con el dolor, con el sufrimiento o con tantas emociones y sentimientos que nos envuelven como seres humanos, esa es una parte que no conocemos a ciencia cierta, pero hay quienes sí saben de nosotros porque cuando conversamos con ellos se dan cuenta de nuestras expresiones faciales, corporales; de cómo movemos los ojos, las manos, la boca, los gestos que hacemos; si los ojos se ponen alegres o tristes eso lo ven ellos.
Entonces una manera importante de poder conocernos más a nosotros es que ellos pudieran decirnos con sinceridad, con franqueza en qué estamos, cuáles son nuestros defectos, y los hay, como todos humanos los tenemos por cantidad, o cuáles son nuestras cualidades, que seguramente también todos las tenemos, de esa manera pudiéramos poder mejorarnos, modificar nuestra forma de ser, no solamente la física sino también la parte espiritual, la mental, la que nos hace ser humanos, es la que nos dice que soy yo, ese ser que está aquí escribiendo, que tengo idea que soy capaz de conseguir emociones, de expresarme, de dar oportunidades de conocer lo que yo siento.
Y a medida que envejecemos a medida que avanzamos en el tiempo nos damos cuenta de la cantidad de conocimiento que hemos alcanzado.
Pero no dejemos que esto se vaya con nosotros cuando nos toque el turno de avanzar a otro plano astral, a otro universo. No, tratemos de que este conocimiento, de que esta sapiencia, la podamos transmitir a otros, a otros más jóvenes que también les va a tocar caminar, quizás mucho más fácil o difícil de lo que ha sido para nosotros nuestro largo transitar por este mundo.
Pero en ese plano de enseñanza hay que tener mucha paciencia para que cuando lo hagamos podamos hacerlo con las herramientas apropiadas, no con las que aprendimos nosotros, que ya no son las que se usan en este tiempo, sino tratar de alcanzarlos mirando con los ojos de estas nuevas tecnologías, porque ellos no pueden comprender nuestra escritura caligráfica, ellos hablan de mensajes de texto, ellos hablan de vídeos, ellos hablan de cantidad de cosas que nosotros no tuvimos en ese entonces eso es lo que nos hace a nosotros tener que subirnos al nivel de nuestros hijos o de nuestros nietos para poder entablar una conversación y evitar que cuando hablan con los abuelos se transforme en un monólogo o en muy pocas palabras porque no hay tema para conversar con ellos.
Son nuestros nietos los que nos preguntan: abuelo, eso que pasó en tu tiempo por qué se hacía de esa manera, mire que ahora hay esto o aquello; entonces, si queremos de pronto enseñarles cómo fue la manera en la que nosotros aprendimos, debemos explicarla bajo la lente de las nuevas tecnologías, tenemos que sumergirnos en ese universo de nuevos conocimientos para poder estar un poquito a la par, nunca estaremos al mismo nivel de ellos porque miran su mundo desde otro plano, sus relaciones con sus amigos son tan diferentes o con sus amigas son muy disímiles a las que nosotros tuvimos en nuestros momentos joviales, eran otros tiempos como decimos a cada instante, pero que eso no nos límite para que no podamos conversar con ellos, porque también ellos pueden tener un momento para entendernos, si se lo facilitamos.
Con nuestros amigos nos reunimos y si somos de la misma edad, conversamos muy fácilmente porque todos hablamos el mismo lenguaje, todos conocemos, que existe una común constante en la relación con nuestros hijos: unos son excelentes, aunque tengan diferente temperamento, pero no por eso son menos, cada cual vive en un mundo, tan diferente, que los hace únicos y cada cual merece la pena analizarlo con amor. Porque también los podemos ver en tres dimensiones y podemos escuchar su manera de hablar, su forma de sonreír, su forma de llorar; qué les molesta, que les agrada con que sentimiento se relacionan con todos los demás, también podemos sumergirnos en su mundo y darles el conocimiento que nosotros tenemos, nuestra experiencia así sea una aprendida en otro tiempo, pero al fin de cuentas, una experiencia.
Gracias por haber leído este editorial, tengan un bonito comienzo de diciembre, el mes más feliz, y como lo llaman en muchos lugares: un hermoso diciembre azul.
El Director
Ing. Jairo Vargas
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