12 de diciembre de 2025 – Moscú – EFE.
Moscú albergó este viernes el festival Comic Con, marcando su regreso después de un lustro de ausencia. Este evento se lleva a cabo en un contexto de sanciones internacionales impuestas al país y de restricciones a la cultura proveniente de Occidente.
El festival representa uno de los pocos refugios que quedan para la cultura occidental, resistiendo la influencia de la propaganda rusa. No obstante, esta propaganda ha logrado infiltrarse en el Comic Con, organizado por la plataforma rusa Igromir, a través de la presencia de videojuegos desarrollados en el ámbito nacional. El evento, que congrega a aficionados a los cómics, videojuegos, anime y la cultura “geek”, se presenta como una dualidad entre lo impuesto por las autoridades rusas —como tanques y guerreros eslavos— y las expresiones que emergen libremente, como las sirenas con temática LGTBI y la subcultura furry.
La Comic Con ofrece un breve respiro frente a la constante imposición de valores tradicionales rusos, una política que se ha intensificado en los últimos años, afectando especialmente a la juventud. Numerosos asistentes aprovechan este espacio para relajarse, vistiéndose en “cosplay” de sus personajes favoritos, incluyendo a los “furries”, una subcultura que consiste en disfrazarse de animales peludos y que estuvo cerca de ser vetada por el gobierno ruso.
En los stands de cómics de creadores independientes, era posible hallar trabajos que podrían generar controversia bajo los estándares de la censura oficial, como una obra cuyo protagonista es un hombre tritón, descrito con términos propios de la jerga LGTBI. Como es habitual en estos encuentros, predominaba el manga y el anime, junto con productos de la cultura pop occidental, desde los superhéroes clásicos de Marvel hasta series contemporáneas como Stranger Things, a pesar de las críticas recurrentes de las autoridades rusas hacia la cultura estadounidense. Incluso se anunció la participación virtual del director de cine estadounidense Luc Besson, conocido por “El quinto elemento”, para el 15 de diciembre.
Uno de los pabellones estaba casi totalmente dedicado a los videojuegos, específicamente a los de guerra, aunque de naturaleza virtual. Al ingresar a esta ala, una réplica de un tanque custodiaba la entrada, promocionando el videojuego “Mir Tankov” (anteriormente World of Tanks) con el lema “Nuestro juego”. Este videojuego cambió de nombre después de que su empresa original se retirara del mercado ruso por el conflicto en Ucrania, y la rama rusa fue nacionalizada en 2025. Los videojuegos bélicos de origen ruso eran los más comunes, junto con aquellos basados en el folclore y la época medieval del país. También había lugar para la sátira, como “Sobakistán” (Perrostán), un juego donde los personajes son perros y que, según su representante, narra la historia de un país hermético que se abre por primera vez porque su líder simula su muerte para evaluar el cariño de su pueblo, mencionando que “puedes ser detenido por cualquier cosa”. No obstante, la mayor fila era para probar el RPG gratuito chino “Arknights: Endfield”.
Desde muy temprano, a pesar de la lluvia y la duración de tres días del evento, los aficionados se congregaron frente al recinto. Dentro, se formaron largas colas para adquirir productos, participar en concursos, maquillarse, probar demostraciones de videojuegos, fotografiarse con influencers de cosplay —quienes tenían un pasillo propio—, obtener artículos promocionales y usar el guardarropa. Las entradas de un día, que inicialmente costaban 1.500 rublos (aproximadamente 20 dólares), se vendían ahora a 4.000 rublos (unos 50 dólares). El evento contó con el apoyo de grandes corporaciones rusas, incluyendo la agencia nuclear Rosatom, la empresa estatal de telecomunicaciones Rostelecom y el motor de búsqueda ruso Yandex, que adquirió las marcas Igromir y Comic Con en Rusia a comienzos de año. La última edición de la Comic Con en Moscú se celebró en 2019; la de 2020 fue cancelada por la pandemia, y la de 2022 se pospuso tras el inicio de la guerra en Ucrania, lo que provocó la salida de los organizadores internacionales originales.































