Las contradicciones del Gobierno de EE UU sobre la justificación de la muerte de Suleimani calientan el «impeachment»
13 de enero de 2020 – Nueva York – Agencias.
Habrá un juicio políitco contra Donald Trump en el Senado y es probable que arranque el miércoles. Lo confirmó Nancy Pelosi, presidenta del Congreso, tras explicar su intención de acelerar los trámites, detenidos desde antes de las vacaciones de Navidad. El gran escollo, lograr que los republicanos aceptaran consensuar las reglas del juicio político, sería solventado ante la evidencia de que el retraso juega en contra de los demócratas, temerosos de que la Casa Blanca pueda acudir a los tribunales. De hecho, ya eran varios los constitucionalistas de prestigio que teorizaron sobre la posibilidad de que el presidente de Estados Unidos apelara a su indefensión, dado el deterioro imparable de su imagen y la imposibilidad de defenderse.
Pelosi, que ha jugado una partida de nervios a varios frentes, sabe que el «impeachment» puede morir no bien arranquen las sesiones del Senado, pero también asume que no podía remar contra la posición del líder de la mayoría republicana en la Cámara, el veterano y todopoderoso Mitch McConnell.
La idea de la veterana congresista demócrata pasa entonces por reunirse hoy en Washington con sus colegas demócratas. En el programa consta, principalmente, designar a los abogados encargados de ejercer la acusación y, sobre todo, por formalizar la transmisión de los cargos al Senado: abuso de poder y obstrucción al Congreso.
Hace veinte años, en la inminencia del «impeachment» a Bill Clinton, McConnell defendía con vehemencia que el Senado pudiera interrogar a una serie de testigos y que tuviera acceso a toda una panoplia de documentos. Hoy, con las tornas cambiadas, con la mayoría republicana donde entonces eran minoría, con un presidente republicano en el lugar que en 1999 ocupaba un demócrata, ha intercambiado sus papeles con Pelosi.
El que no cede un centímetro en sus posiciones es Trump, que reaccionaba al anuncio de Pelosi burlándose de las exigencias de los congresitas demócratas, a los que recuerda que, mientras el proceso tuvo lugar en el Congreso, «no nos dejaron tener ni un testigo, ni abogados, y ni siquiera hacer preguntas. ¡Fue la caza de brujas más injusta en la historia del Congreso!».
En realidad, la Casa Blanca rechazó presentar testigos, ordenó a todos los funcionarios a su cargo que ignorasen las solicitudes de comparencencia del Congreso e, incluso, se negó a presentar ninguno de los documentos y registros solicitados por los comités que estudiaron el caso. Un «affaire», el de sus conversaciones con el presidente Ucrania, Vladimir Zelenski, y, de fondo, el de su «modus operandi» en política internacional, que conocía un nuevo hito cuando escribió en su cuenta de Twitter durante la mañana del miércoles que «los medios de comunicación ‘fake’ y sus aliados demócratas trabajan arduamente para determinar si el futuro ataque del terrorista Soleimani era inminente o no, y si mi equipo estaba de acuerdo. La respuesta a ambas es un sí fuerte, ¡pero realmente no importa por su horrible pasado!».
En otras palabras, Trump acababa de añadir la enésima justificación de un ataque explicado desde posiciones fluctuantes durante los últimos días. Desde Mike Pompeo, secretario de Estado, que hablaba de ataques inminentes y dos días más tarde se contradecía, o al menos matizaba la urgencia, hasta desovar en ese tuit relativista, todo en el discurso de la Casa Blanca con relación al general iraní suena bastante improvisado.
Nadie puede negar que Soleimani era el cerebro de una estrategia intervencionista del régimen de los ayatolás en todo Oriente Medio, urdidor y comandante en jefe de multiplices acciones que bien pueden calificarse de terroristas. Pero las relaciones internacionales exigen la inmediatez, la necesidad de solventar una amenaza inminente, para justificar la eliminación de un ciudadano extranjero, en otro país, en su caso Irak. Desde luego que las explicaciones del presidente de Estados Unidos no contribuyen a mitigar las dudas.