El preso apenas puede respirar, camina con andador y arrastra una colostomía. Es la tercera vez en la historia de EEUU que se aborta una ejecución ya iniciada
15 de noviembre de 2017 – Washington – Agencias.
La tortura duró más de 30 minutos. Ese fue el tiempo que Alva Campbell, de 69 años, pasó el miércoles atado a una camilla mientras dos enfermeros le palpaban el cuerpo en busca de una vena para aplicarle la inyección letal.Aunque hubo un momento en que parecían haberla encontrado e incluso uno chocó su mano con el condenado, finalmente se dieron por vencidos y la pena capital tuvo que ser abortada. Campbell, roto, volvió a su celda, y en la sala de ejecuciones de Lucasville (Ohio) quedó el vacío.
El caso de Campbell ya se sabía que presentaba problemas. Los abogados habían avisado de que aplicarle la inyección letal era prácticamente imposible. El preso, fumador empedernido durante décadas y afectado por una obstrucción pulmonar grave, se mueve con andador, arrastra una bolsa de colostomía y apenas puede respirar. Debido a su estado, en exámenes anteriores ya había fallado el intento de insertarle un cateterismo. Pero nada de ello impidió que se procediese a la ejecución. Ni el gobernador ni el Tribunal Supremo movieron un dedo para frenarla.
Activada la orden, Campbell recibió su última cena (carne de cerdo, macarrones, puré de patatas y leche) y los familiares de la víctima acudieron a verle morir. Eran el hermano, la hermana y el tío de Charles Dials, asesinado el 2 de abril de 1997. Ese día, Campbell, con antecedentes por un homicidio en 1972, se dirigía bajo custodia a un juicio por robo de armas. El hombre se hizo el enfermo y, en silla de ruedas, arrebató la pistola al agente. Luego tomó el coche que conducía Dials, de 18 años. Durante horas le mantuvo secuestrado en el vehículo. Al final, le mató de dos tiros en la cabeza.
Tras la fallida ejecución, el futuro de Campbell sigue en la cuerda floja. Sus abogados han pedido que le sea conmutada la pena. Las autoridades no se han manifestado. “No vamos a precipitarnos en ejecutar a alguien”, sentenció el director del presidio.
Esta es la tercera vez en la historia de EEUU, según la agencia AP, que se aborta una pena capital ya iniciada. La primera vez ocurrió el 3 de mayo de 1946 en Luisiana. En la silla eléctrica estaba atado Willie Francis, un preso de 17 años. La corriente falló una y otra vez. Tras la suspensión, el Tribunal Supremo autorizó, por 5 votos contra cuatro, un nuevo intento. En esta ocasión, no hubo problemas.
El segundo precedente se remonta al 15 de septiembre de 2009 en Ohio. La ejecución fue postergada después de 18 intentos de clavarle la aguja a Romell Broom, condenado por violar y asesinar a una chica de 14 años. Desde entonces, Broom sigue en el corredor de la muerte. Esperando.