El presidente de EE UU acusa a Alemania de ser “cautiva de Rusia” por su dependencia energética de Moscú
11 de julio de 2018 – Bruselas
La cumbre de la OTAN ha caído este miércoles prisionera del discurso arrollador de Donald Trump. Fiel a su estilo bronco y populista, lanzó una andanada contra Alemania antes incluso de que arrancara el encuentro de jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza en Bruselas. Trump acusó a la principal potencia de la UE de ser “cautiva de Rusia” por su dependencia energética de Moscú. Y añadió más leña al fuego al sugerir a los aliados que gasten un 4% de su PIB en defensa, pese a que la actual meta del 2% resulta ya difícil de alcanzar. Esas salidas de tono evidenciaron que el gran reto de la OTAN es su propia unidad.
El mundo es cada vez más inseguro, los desafíos en el vecindario de los países aliados se multiplican, pero la retórica belicista de Trump impide cualquier debate sereno sobre cuáles deben ser las prioridades de la Alianza. La cita de dirigentes que comenzó el miércoles en Bruselas se dio de bruces con los comentarios iniciales de Trump durante un desayuno con el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg. Consciente de que estaba siendo grabado, Trump acusó a Alemania de ser “cautiva” de Moscú porque depende del suministro del gas ruso.
Como en otras ocasiones, el mandatario estadounidense optó por mezclar diferentes conceptos con un mismo objetivo: vapulear a la principal potencia económica de la UE (y la segunda de la OTAN). “Alemania está totalmente controlada por Rusia porque obtendrá entre el 60% y el 70% de la energía a través del nuevo gasoducto”, disparó sin matices Trump, en referencia al proyecto Nord Stream 2, que ampliará la capacidad germana de recibir el gas directamente de Rusia, sin intermediarios.
Aunque la crítica era de trazo grueso, el magnate norteamericano tuvo el acierto de ahondar en una herida que divide a la propia Unión Europea. Los socios del Este reprochan a Merkel su visto bueno a este proyecto —técnicamente una iniciativa privada, pero con gran valor estratégico— y tratan de frenarlo en Bruselas. Oficialmente, para evitar que crezca la dependencia energética de Moscú.
Con un tono mucho más sosegado, la canciller germana rechazó esa dependencia rusa y recordó que ella, que vivió en la extinta República Democrática Alemana, sabía bien qué significaba depender del Kremlin.
Tras airear esos mensajes, Trump y Merkel mantuvieron una reunión bilateral en los márgenes del encuentro aliado. Aunque fuentes conocedoras de esa cita se esforzaron por describirla como mucho más serena que los mensajes públicos, Trump siguió reprochando la participación germana en ese gasoducto y tachó el proyecto de “ridículo”. A pesar de esas referencias, el encuentro estuvo casi íntegramente centrado en la batalla comercial que ha abierto Washington contra varios bloques, particularmente contra la UE (y Alemania como símbolo).
Esas rencillas no impidieron que Trump y Merkel comparecieran brevemente para tratar de tranquilizar al mundo sobre la salud de la relación. El presidente la calificó de “tremenda” y Merkel se limitó a enumerar los asuntos tratados y a recordar que ambos países son “aliados, con una relación estratégica”. El gélido lenguaje gestual que acompañó a esas palabras resultó más elocuente que cualquiera de ellas.
Pese a esas tensiones en los prolegómenos, la sesión arrancó con normalidad y no hubo malestar en la sala, según las fuentes consultadas. El presidente búlgaro, Rumen Radef, se encargó de relatar a la prensa que Trump fue el primero en intervenir y que lo hizo con una propuesta sorprendente. No contento con exigir que todos los aliados gasten cuanto antes el 2% de su PIB en defensa, abogó por elevar esa meta al 4%. En la actualidad apenas ocho países (entre ellos Estados Unidos, que destina el 3,6%) alcanzan el primer porcentaje, al que los aliados prometieron tender —no necesariamente alcanzar— para 2024.
Misión en Irak
Preguntado por esa cifra, Stoltenberg prefirió no pronunciarse. El secretario general admitió que la Alianza vive “diferencias, discusiones y desacuerdos” en su seno, pero quiso hacer valer que es capaz de tomar decisiones. “En la sustancia estamos cumpliendo”, argumentó.
Como muestra de esos resultados que deberían protagonizar la cumbre atlántica —si los envites de Trump no los eclipsaran—, la OTAN optó este miércoles por publicar, casi antes de empezar las discusiones, la declaración que debía servir como broche del encuentro de dos días. El texto, de 23 folios y 79 puntos, recuerda el deber de asistencia mutua entre los aliados y dedica un amplio espacio a la relación con Rusia, a la que acusa de haber “cambiado el entorno de seguridad”.
El compromiso más tangible de la cumbre fue la misión de entrenamiento que la OTAN establecerá en Irak en los próximos meses. La Alianza enviará a “varios centenares de militares” a ese país para instruir a las fuerzas de seguridad iraquíes. Este nuevo proyecto funcionará en coordinación con el que ya desarrolla allí la coalición contra el Estado Islámico. Canadá se ha ofrecido a liderar esa nueva operación, que no incluye labores de combate.
Con la pugna transatlántica en el centro del debate, el presidente francés, Emmanuel Macron, también alertó de los riesgos de debilitar a la OTAN, una hipótesis cada vez más cercana. Macron pidió a sus socios “no fragilizar” la organización. De camino a la cena de líderes, Trump demostró que los argumentos esbozados en la primera sesión le hicieron poca mella. “EE UU paga la protección de Europa y pierde miles de millones en comercio. Hay que pagar el 2% del PIB [en defensa] inmediatamente, no en 2025”, tuiteó.