El presidente de EE UU comparece para congratularse por el manejo de la pandemia y deja caer que no sabe qué Ejecutivo habrá en el futuro
13 de noviembre de 2020 – Washington – Agencias.
Nunca ha quedado más claro que esta tarde desde la Casa Blanca que el presidente Donald Trump vive de espaldas a la realidad. Poco antes de su comparecencia, Estados Unidos recibió la noticia de que Joe Biden era poseedor de 306 votos electorales frente a los 232 del republicano. Trump sigue enrocado y se niega a aceptar haberse convertido en el primer presidente en perder la reelección en este siglo (y el décimo en la historia de EE UU).
Cuando se conoció que el mandatario hablaría a las cuatro de la tarde (hora local), primera vez que lo hacía desde que se confirmó a Joe Biden presidente electo el sábado pasado, se sabía que lo haría para hablar sobre la vacuna y la pandemia de coronavirus, pero solo se podía especular con la idea de que se saliera del guion e hiciera alguna referencia al proceso electoral, que el mandatario considera un fraude, o al ganador de los comicios. Hubo solo una y muy velada.
“Esta Administración no irá a un confinamiento. Esperamos que… pase lo que pase… quién sabe qué Gobierno habrá… el tiempo lo dirá, pero puedo decir que este Gobierno no irá a un confinamiento”. Eso es lo más cerca que hasta ahora el mandatario ha estado de reconocer su derrota. “Lo he dicho muchas veces, la solución no puede ser peor que el problema. Si puedes ver lo que pasa con los confinamientos, depresión, drogas, alcohol, desempleo…”. E insistió: “Esta Administración no hará confinamientos bajo ninguna circunstancia”.
Lo que Donald Trump sí hizo fue casi un decálogo de lo bien que ha actuado su Administración en la gestión de la pandemia y cómo manejaría la vacuna a partir de que esté disponible. Trump destacó que la operación lanzada por su Gobierno para la fabricación y distribución de vacunas y tratamientos para la covid-19, la llamada Operation Warp Speed (Operación Velocidad de la luz), es “inigualable en ninguna parte del mundo”.
“Los líderes de otros países me han llamado para felicitarnos por lo que hemos sido capaces de hacer, y hemos ayudado a muchos países con los respiradores, y todos los problemas que están teniendo”, aseguró. Para apoyar su tesis hizo pasar por el podio de la Casa Blanca a Moncef Slaoui y al General Gustave Perna, ambos pertenecientes a la Operation Warp Speed. Hasta Mike Pence, vicepresidente de EE UU y jefe del grupo de políticas sobre el coronavirus de la Casa Blanca, hizo su aparición y entusiasta declaró que “la caballería” estaba llegando. “Estamos viendo casos creciendo en todo el país, quiero mandar un mensaje a la población, vamos a continuar moviendo cielo y tierra para garantizar que las familias tienen la misma atención que queremos para nosotros”.
Triste acto de campaña
Más que un presidente en retirada que hiciera referencias al equipo que debe de continuar esta batalla contra un virus que ya se ha cobrado la vida de más de 240.000 norteamericanos, Trump parecía un político en un triste acto de campaña, como si el neoyorquino no supiera que sus días al frente de la Casa Blanca están contados y se acabó la carera por la presidencia, incluso la voz y los gestos soberbios del magnate habían bajado varios grados. Por supuesto, siempre hay hueco para su propia verdad, la verdad de Trump, como cuando el presidente quiso dejar claro que era mentira que Pfizer, la farmacéutica que anunció a principios de esta semana que había logrado una vacuna con un 90% de efectividad, no había sido recipiente de los fondos aportados por la Administración republicana dentro del programa Warp Speed. “Pfizer ha dicho que no forma parte de Warp Speed, pero eso no es así, si no, no hubiera tenido los 1.900 millones de dólares que le dio la Administración. Fue poco afortunado [ese comentario]”, declaraba Trump, contradiciendo los datos de la multinacional.
Trump pronunció un reguero de bondades que su Gobierno había hecho para proteger al pueblo norteamericano y declaró que en los últimos nueve meses su Administración había movilizado recursos como nunca “para buscar medicamentos”. Como no podían faltar las críticas, Trump arremetió contra el gobernador de Nueva York, quien se ha mostrado reticente a cualquier vacuna que no sea aprobada por las autoridades sanitarias del Estado. “No podemos enviar la vacuna a no ser que el gobernador nos diga que está preparado [para recibirla]”, dijo Trump con cierto tono molesto.
Si alguien esperaba una aceptación de la realidad, un paso en la dirección que saque al país de un escenario único y grotesco, un discurso de concesión. Nada de eso sucedió en la comparecencia de Trump. Por no conceder, ni siquiera concedió turno de preguntas a la prensa.