Un cambio de rumbo radical, por cuanto Cobb siempre se distinguió por su pragmatismo, mientras que Flood tiene fama de hombre duro
2 de mayo de 2018 – Reuters.
Adiós al viejo abogado de Donald Trump, Ty Cobb, que ejercía como su gran bastión y consejero en el espinosa asunto del Rusiagate. Hola a Emmet Flood, el hombre que coordinó el equipo legal del expresidente Bill Clinton en los aciagos días del impeachment. Un cambio de rumbo radical, por cuanto Cobb siempre se distinguió por su pragmatismo, mientras que Flood tiene fama de hombre duro. «No me importa que digan de mí que soy un hombre de paz», ha comentado Cobb en un comunicado a la prensa. Al mismo tiempo enfatizó que el grueso del trabajo, en relación al Rusiagate, ya está hecho: tanto el envío de todos los documentos solicitados por el fiscal Mueller como las entrevistas a varios personajes clave de la administración.
Tanto el abogado saliente como la Casa Blanca, por boca de su portavoz, Sarah Huckabee Sanders, han tratado de evitar cualquier especulación relativa a diferencias de criterio respecto a la defensa en el asunto de la posible colusión con Rusia. Pero mientras Sanders y Cobb minimizaban cualquier posibilidad de fuego, el presidente Trump salía a Twitter para escribir un mensaje tan enigmático como beligerante: «Un sistema amañado: no quieren entregar documentos al Congreso. ¿De qué tienen miedo? ¿Por qué tanta redacción? ¿Por qué una “justicia” tan desigual? ¡En algún momento no tendré más remedio que usar los poderes otorgados a la Presidencia y participar!». De fondo, el temor de los abogados de Trump, donde tampoco está ya otro de los veteranos, el fiel John Dowd, de que desoiga sus consejos y acabe delante de Mueller.
Consideran que se trataría de una maniobra de altísimo riesgo. Sobre todo si tenemos en cuenta su innata capacidad para adornar y/o embrollar sus argumentos. Por no hablar de que el FBI y Mueller cuentan con los testimonios de los testigos que han colaborado con la fiscalía a cambio de reducir sus presumibles condenas. Unas declaraciones cuyo contenido se desconoce y que podrían ser para repreguntar a Trump y, en el peor de los casos, atraparle en una o varias mentiras. Mentiras que la ley estadounidense podría considerar como intentos de encubrimiento y/o obstrucción a la justicia, y cuya sanción acarrea en muchos casos consecuencias penales. Por no hablar del fantasma ya citado del impeachment.