7 de noviembre de 2017 – Agencias.
Una gran sintonía. Así es como se percibe la relación entre Donald Trump y su homólogo japonés, Shinzo Abe. Una afinidad que va desde lo personal a lo político, pero que ayer dejó entrever algunas fisuras. Así lo demostró el dirigente norteamericano cuando, en la segunda jornada de su visita al país nipón, criticó abiertamente que Japón haya sido el ganador durante décadas del acuerdo bilateral de comercio, un área que constituye uno de los puntos fuertes de la agenda de Trump en su gira por Asia.
Las relaciones comerciales «no son libres ni recíprocas», declaró Trump en una reunión con un grupo de ejecutivos japoneses y americanos. El presidente lamentó el déficit comercial de EE UU y lo achacó a la falta de suficientes exportaciones americanas al mercado nipón, que mantiene un superávit de casi 70.000 millones de dólares. Para darle la vuelta a esos datos, Trump indicó que ya ha comenzado con Tokio el proceso para conseguir «un pacto comercial que sea justo para ambos países». Cuando en noviembre del año pasado Trump accedió a la presidencia, uno de sus primeros movimientos fue abandonar el Tratado Transpacífico de Libre Comercio (TPP), un ambicioso pacto firmado por una decena de países para unir las dos orillas del Pacífico. Desde entonces se marcó un claro propósito: el de establecer un nuevo marco de comercio indo-pacífico que incluya a India, les dé protagonismo en la región y contrarreste la creciente influencia de China. En su afán por conseguirlo, ha impulsado una alianza con Japón que considera más favorable a sus intereses y que, según dijo, generará «más comercio del que nadie hubiera pensado bajo el TPP».
Para ello, ha aunado los principales objetivos de su gira asiática: el comercio y el conflicto con Corea del Norte. Trump sugirió ayer que su gran aliado, Japón, debería comprar una cantidad masiva de armamento estadounidense con el fin de generar puestos de trabajo en suelo americano y poder interceptar y derribar en el cielo los misiles norcoreanos que sobrevuelen el archipiélago.
Mientras Trump insistía sobre qué tipo de misiles o cazas serían los adecuados para aumentar la seguridad en Japón, Abe aclaró que sólo derribarían los misiles «si es necesario» y mostró su intención de mejorar la defensa del país «cualitativa y cuantitativamente». Sin embargo, ninguno anunció un acuerdo formal al respecto, aunque sí coincidieron en seguir apostando por su política de «máxima presión» hacia Pyongyang y en trabajar juntos para hacer frente a la amenaza norcoreana. Trump dijo haber terminado con la «paciencia estratégica» de su predecesor en la Casa Blanca argumentando que en los últimos 25 años no se había avanzado, mientras Abe señaló que Japón «está al cien por cien» con EE UU y abogó por mantener «todas las opciones sobre de la mesa».
La visita de Trump a la región se produce en plena escalada de la tensión en la región tras las pruebas balísticas de Corea del Norte y el embrollo dialéctico en el que ambos enemigos se encuentran enfrascados. Con ese escenario Trump llega hoy a Corea del Sur, donde en los últimos días se han sucedido las manifestaciones a favor y en contra. Mientras numerosos surcoreanos advertían de que su estancia sólo empeoraría la situación, Seúl anunciaba la imposición de nuevas sanciones contra una veintena de personalidades norcoreanas. En la agenda que seguirá en Corea del Sur, se incluye la visita a una base militar y un discurso explicativo de su política exterior en la región, una alocución a la que China –próxima parada de su periplo– prestará especial atención. Vietnam y Filipinas, donde asistirá a las cumbres de los países de Asia-Pacífico (APEC) y del Sureste Asiático (ASEAN) pondrán el colofón a un viaje en el que espera reforzar su posición en la zona a través de su beligerancia comercial y contra Corea del Norte.