Edmund Zagorski prefiere unos segundos de “dolor insoportable” a una larga agonía
1 de noviembre de 2018 – Washington – Agencias.
Un preso de Tennessee se vio forzado a tomar “una terrible decisión”, en palabras de sus abogados. Edmund Zagorski, 63 años, tiene prevista su ejecución para esta tarde a las 7 (la una de la madrugada en la España peninsular) en la prisión de máxima seguridad de Riverbend, al oeste de Nashville, la capital de Tennessee. Condenado en 1984 por el asesinato de dos hombres, la cita con la muerte le ha llegado a Zagorski, quien solicitó ser electrocutado en lugar de morir por inyección letal, el método que se ha ido imponiendo como más humano en los Estados que mantienen la máxima pena en su sistema jurídico.
El cálculo que han hecho los abogados del preso es que con la inyección letal puede vivir “los últimos 10-18” minutos de su vida “en una terrible agonía”, mientras que con la silla eléctrica sólo sentiría “un dolor insoportable” durante unos 15-30 segundos. En estos momentos, lo único que puede salvar al preso es que el Tribunal Supremo de Estados Unidos retrase la ejecución, según su abogado, Paul Bottei. Aunque esto último no parece muy probable ya que la máxima autoridad judicial del país rechazó ver el caso de Zagorski a principios del pasado mes de octubre.
En la actualidad, de los 50 Estados de la Unión, 30 mantienen la pena de muerte (aunque en tres de ellos es solo una moratoria -Colorado, Pensilvania y Oregon-) y 20 la han abolido. Nueve Estados tienen la silla eléctrica como alternativa a la inyección letal. En 2014, Tennessee se convirtió en el primer estado en declarar obligatorio el uso de la silla eléctrica si no era posible obtener los fármacos necesarios para la inyección letal. Según la ley de Tennessee, cualquier preso que haya sido condenado a muerte antes del 1 de junio de 1999 puede elegir cómo morir: electrocutado o por una dosis concreta de barbitúricos que en estos momentos es de dudosa calidad y procedencia (el midazolam) desde que las farmacéuticas dejaron de proveer a las prisiones con la anestesia que seda al preso antes de que se le aplique la dosis que le colapsan los pulmones y le paralizan el corazón hasta causarle la muerte.
Tennessee tan solo ha usado una vez la silla eléctrica desde 1960. En 2007, Daryl Holton prefirió la silla a la inyección. Si la ejecución se lleva a cabo, Zagorski se convertirá en la primera persona en Estados Unidos en morir electrocutado en cinco años. En 2013, Virginia ejecutó con este método a un hombre.
Por ejemplo, en la búsqueda desesperada –e imposible- de lograr un método de ejecución humano en el que el condenado no tenga una lenta y larga agonía debido a la falta de anestesia a la hora de aplicar la inyección letal, el Estado de Utah incluyó como alternativa a la inyección letal en 2015 el regreso del pelotón de fusilamiento para ejecutar a los presos. Desde el año 2012 existe una crisis de abastecimiento de anestésicos que está poniendo en peligro la horrenda seña de identidad estadounidense. Texas ha llegado a usar tan solo pentobarbital -un barbitúrico que se suele usar para sacrificar animales-, para acabar con la vida de los residentes de su corredor de la muerte. En el corredor de la muerte de Arizona, Joseph Wood tardó en morir casi dos horas y llevó al Estado a dejar de usar el famoso midazolam como anestésico, ya que no lo es (es una benzodiazepina que se usa como ansiolítico o en procesos ligeramente dolorosos, aunque no tiene efecto analgésico ni anestésico).
A principios de este año, a un preso en Oklahoma se le inyectó medazolam pero en lugar de perder la consciencia tuvo convulsiones e incluso llegó a hablar durante su larga agonía. Murió tras 43 minutos. En 2015, el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró que el uso del midazolam no violaba la octava enmienda de la Constitución americana, aquella que prohíbe un trato cruel e inhumano, por lo que podía seguir usándose en las ejecuciones.
En el caso de Tennessee, el hombre que construyó la silla eléctrica hace más de 30 años tiene serias dudas de que esta no pueda fallar. A pesar de que el Gobernador del Estado asegura tener total confianza en que el departamento de prisiones tenga a punto la silla eléctrica, Fred Leuchter, tiene sus dudas. “Estoy preocupado porque la silla puede dañar a alguien o causar problemas”, explicó. “Y tiene mi nombre puesto en ella”. “No creo que la ejecución vaya a tener nada de humano”, finalizó.
A pesar de que Leuchter fue entre 1979 y 1990 una figura muy reconocida dentro del sistema de prisiones por su trabajo en el diseño tanto de cámaras de gas, sillas eléctricas, horcas o el protocolo de la inyección letal, su reputación quedó tocada cuando se sumó a los negacionistas del Holocausto y rechazó la existencia de las cámaras de gas en Auschwitz. Fue entonces cuando un escrutinio más a fondo de su persona reveló que ni era ingeniero ni estaba cualificado para el trabajo que había venido realizando. Ahora se muestra preocupado.