Los colegios llevan cuatro días cerrados por los altos niveles de polución y un seísmo de 5,2 grados deja dos muertos en la capital
21 de diciembre de 2017 – Teherán – Agencias.
Noushin Meymandi ha acudido este jueves con fatiga, náuseas y problemas respiratorios al hospital Shahram de Teherán, donde le han dicho que había sufrido un leve infarto. “Casi no hemos dormido, llevamos una semana asfixiándonos con la contaminación y, por si fuera poco, hubo un terremoto y tuvimos que pasar la noche en el parque”, explica angustiada mientras la llevan en silla de ruedas a hacerle unas pruebas. Dos personas han muerto a consecuencia del seísmo, que se ha sumado al desasosiego de los habitantes de la capital iraní por los elevados índices de contaminación atmosférica.
“Una mujer de 70 años ha muerto tras sufrir un ataque al corazón, y también una niña de 10 años debido al grave estrés que la ha causado el temblor”, ha informado un portavoz de los servicios de emergencias citado por la agencia iraní ISNA. De acuerdo con la misma fuente, un centenar de personas han resultado heridas y han requerido algún tipo de atención hospitalaria. El mes pasado, un terremoto de magnitud 7,3 sacudió la frontera entre Irak e Irán y dejó 530 muertos del lado iraní.
El terremoto que hizo temblar el país la noche del miércoles, con una magnitud de 5,2 en escala de Richter, ha sido el remate para una semana en la que los altos índices de contaminación han provocado un aumento en las urgencias por problemas respiratorios y alarmado a los habitantes de Teherán. Justo cuando los responsables municipales trataban de limitar la circulación para reducir las emisiones, el seísmo, que afectó a la capital y sus alrededores, ha provocado una desbandada entre los ciudadanos, y los consiguientes atascos han empeorado aún más los niveles de gases nocivos en el aire.
Desde el lunes pasado, las autoridades ya habían decidido cerrar colegios y guarderías no sólo en Teherán, sino en otras ciudades como Isfahán y Tabriz. Sin embargo, parece que esta medida tampoco ha logrado bajar los altos niveles de contaminación y en algunos casos los ha agravado.
“Mi marido y yo trabajamos los dos y tenemos que dejar a la niña en un jardín de infancia cerca de casa, pero estos días que está cerrado, primero llevo a mi hija a casa de mi madre, al oeste de la ciudad, y luego vuelvo al centro. Mi marido también va a la oficina por su cuenta. Nuestros viajes diarios se han triplicado”, señala Samira, una joven empleada de banco, que se muestra muy crítica respecto a la eficacia de las restricciones adoptadas.
El fenómeno que afecta Teherán no es nuevo. Cada año, al llegar el invierno, se repite en mayor o menor medida. La ciudad está rodeada por la cordillera del Alborz, así que en cuanto descienden las temperaturas y deja de soplar el viento, se convierte en un cuenco que atrapa los humos de fábricas y vehículos. El año pasado —cuando la situación no llegó a los niveles de éste—, el líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, hasta emitió una fetua contra quienes contribuyen a aumentar la contaminación.
“Tenemos que rezar para que soplen los vientos. No es posible vivir sin automóviles y combustible”, declaró decepcionado el martes el presidente de la Organización del Medio Ambiente, Isa Kalantari. El responsable del organismo atribuyó la mayor parte del problema a que “el gasoil no respeta los estándares, contamina diez veces más de lo permitido, y hay demasiados coches”.
La baja calidad de los combustibles, que solía atribuirse a las sanciones internacionales, explica que haya más ciudades afectadas. Hace un año, el presidente iraní, Hasan Rohaní, aseguró sin embargo que su Gobierno había cambiado a gas el funcionamiento de industrias y centrales eléctricas para reducir la contaminación, sustituido la gasolina de baja calidad por una de nivel europeo y retirado 809.000 vehículos viejos.
“El parque automovilístico de Teherán es seis veces mayor que su capacidad. La ciudad puede soportar 750.000 vehículos; sin embargo están circulando diariamente más de cuatro millones”, señala Maziar Hosseini, experto en transporte y antiguo vicedirector del Departamento de Transporte Urbano del Ayuntamiento de Teherán.
La Gobernación de Teherán ha prohibido la venta de nuevos permisos para entrar a la zona de tráfico restringido del centro de la capital, y ha extendido a toda la ciudad la circulación por matrículas alternas. También se han puesto en alerta todos los servicios de urgencias, se han parado las obras de construcción y se han cerrado de forma temporal las canteras de arena y grava cercanas a esta metrópolis de 12 millones de habitantes.
Aunque la situación geográfica no ayuda, hay otros factores que agravan el fenómeno. La provincia de Teherán concentra casi la mitad de todas las industrias del país, aún circulan cuatro millones de coches que no respetan los estándares ambientales y el transporte público es muy ineficiente.
Cada año, la contaminación se cobra la vida de casi 5.000 teheraníes. Estas muertes son el resultado de ignorar los principios del desarrollo sostenible y reflejan la incapacidad de las autoridades para hacer prevalecer las normas medioambientales sobre los poderes económicos, que las consideran un coste adicional innecesario. En esta situación, será difícil que la nube de humo que atrapa a los iraníes se disipe pronto.